Contratiempo

Guipuzcoa, cuna de los jesuitas Por: Ana Karla Albisua Bermúdez Estudiante de Ingeniería Mecánica y Eléctrica E l verano pasado tuve la increíble oportunidad de poner pie en la tierra que vio nacer a Iñigo López de Loyola, cuyo entorno sin duda influ- yó significativamente a que este santo cambiara su estilo de vida de manera radical, al pasar de ser un galán empe- dernido, apostador y con grandes aspi- raciones caballerescas a ser el fundador de la Compañía de Jesús. Azpeitia es el nombre del poblado en el que Iñigo López de Loyola, mejor conocido como San Ignacio de Loyola, nació y adoleció las heridas que le gene- raron el impacto de una bala de cañón durante la batalla de Pamplona contra los franceses en el año de 1521. Actualmente sigue existiendo la casa en la que Iñigo pasó la primera mi- tad de su vida; ésta puede ser visitada y muestra de manera muy emotiva cada una de las habitaciones que formaban parte de la casa-fortaleza de los Loyola- Oñéz. Al lado de la casa se encuentra la Basílica de San Ignacio, iglesia mo- numental que deja a más de uno con la boca abierta. En el interior de la basílica se pue- de apreciar la cúpula revestida de már- mol rosa con decoraciones estilo rococó dorado, estilo mismo que se ve refleja- do por todo el interior de la basílica, pero lo que más atrae la atención del visitante es la increíble atmósfera de paz que curiosamente se respira en su interior, un silencio casi imperturbable que invita al que entra a hacer aunque sea una pequeña oración para meditar acerca del lugar sagrado en el que se encuentra. Después de haber visitado la Basí- lica es obligado entrar a la casa de San Ignacio, donde se podrán recorrer las habitaciones en las que él y su familia, en el siglo XVI, estuvieron habitando. La antigua construcción data del siglo XV, que el abuelo de Iñigo mandó a construir como fortaleza debido a las continuas guerras a las que el País Vas- co en ese entonces se veía sometido, de ahí que muchos consideren a este lu- gar con el nombre de “el castillo de los Loyola”, pero esto sólo duró hasta que, por mandato del Rey Felipe II, todas las fortalezas o construcciones edificadas con propósitos bélicos fueran “desman- teladas”, en un intento por mantener el orden y la paz en el territorio. Durante el recorrido de la casa se pueden visitar lo que era la cocina, un oratorio y habitaciones, pero sin lugar a dudas las partes fundamentales son la recámara donde la mamá de San Igna- cio le dio a luz y la habitación donde se tiene la certeza de que Iñigo convaleció las heridas de su pierna destrozada; en esta habitación han dispuesto todo a manera de capilla, pero sin alterar en absoluto el espacio donde alguna vez estuvieron los aposentos de San Ig- nacio, ya que ahí mismo, se narra, él pasó largo tiempo contemplando por la ventana y leyendo los únicos libros que había en ese entonces en la casa: libros sobre la vida de los santos y de Jesu- cristo, los cuales transformarían su ma- nera de pensar y de concebir el sentido de su vida. Está de más tratar de describir la emoción que sentí al pisar aquellos si- tios en los que nuestro querido Iñigo vivió la conversión espiritual que cam- biaría su vida y en muchos aspectos, la historia de la Iglesia Católica también. Una vez que se ha invertido tiem- po, dinero y esfuerzo en llegar hasta los rincones de la Sierra de Guipúzcoa para encontrar Azpeitia, es recomendado también hacer una visita a la Basílica de la virgen de Arantxazú, lugar en el que San Ignacio estuvo velando sus armas 14 15 Arte y Cultura Por: Samantha Arredondo Rivera Estudiante de Psicología Pero entonces no se trataba de tener el control, se trataba de cerrar las cortinas, encender el cigarrillo y fumarnos, encontrarnos con los toquecitos -tap, tap, tap- escuchar nuestra respiración, sonreír... te estoy escuchando -tap, tap, tap- contraer el estómago para ahogar la carcajada, después chocarnos des-pa-ci-to, recorrerte las venas, tus sobresaltos, tu incontenible necedad. Hay luces que todavía no duermen, y sirenas que aúllan de madrugada. -¿Estamos solos? -Estoy contigo. Nada hace falta. Entonces le descubrí perdiendo el control, aquél extraño, perdía el control conmigo. Extramuros

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