Contratiempo

12 13 p #YoSoy132: A dos años del movimiento Por:Eliel Francisco Sánchez Acevedo Estudiante de Derecho e integrante de Más de 131 Ibero Puebla Opinión Arte y Cultura su cuerpo plegado sobre cloacas infames / que sabes // que viste morir a un niño caído en un pozo que nunca rescataste / a su madre prostituida gemida ahorcada contra la tierra masturbándote emancipándote sobre su sangre Cuando la trompeta final resuene / los martillos de la muerte golpeteen y sea el juicio fiero en el desierto de los pueblos, qué le dirás al Extraño? Nadie sabe / nadie nos ha enseñado a amar? Todos nos desvientramos por descolgar techos de parias destazados? Somos un gremio eficaz que trafica hasta con los ojos de Edipo arrancados? No supimos nunca de Abu Ghraib / de Guantánamo /de las pirámides humanas del cáñamo por el que revientan cráneos / alumbran llanos / portentos baluartes de la civilización de Sybilia queriendo morir / del norte exhumando los carros bomba en Damasco los secuestros en Apatzingán / los ejércitos cuerpos quemados en llanos portentos baluartes de toda la tierra? Qué firme inacción del corazón rebelde del que no ha comido el frío de los pobres el cobre del pueblo y el polvo sin nombre de la inanición. La calle Por: Bruno Atonal Estudiante de Economía y Finanzas Un hombre bebía café en un parque, se detuvo un momento para contemplar cualquier cosa que le pareciera interesante y le sacara de un aburrimiento atroz. Vio a su derecha a un niño pintando una arboleda, las líneas curvas brotaban de sus manos con facilidad, la maestría que tenía para manejar pinceladas de colores era digna de admirar; el niño pasó un largo rato haciendo árboles y a cada momento les cambiaba el tono del color, luego se hizo más oscura la pintura y la tela se despedazó al no soportar la cantidad de pintura. El niño tomó su caballete y se fue. El hombre miró a su izquierda y una chica de ojos claros se pintaba los labios de rojo sanguinolento, se delineaba los ojos con prisa y denotaba un rostro mortal, capaz de indu- cir locura ciega, irradiaba un cierto estupor al caminar. El hombre la halló de algún modo mortal, linda, pero no estaba seguro si era una trampa mortal como esas mujeres que ven- den su amor, o sólo un juego atrincherado. Al frente un gato merodeaba una gran avenida, no tenía apariencia de animal callejero ni se veía descuidado. El ani- mal se detuvo un momento para limpiarse una pata, en ese preciso instante un par de niños lo abrazan con fuerza, le pi- dieron a sus padres quedarse con el gato, ellos respondieron que no con la cabeza, los niños rogaban desesperadamente por tenerlo, estuvieron así un buen rato y aceptaron los pa- dres, le quitaron el collar que tenía y se lo llevaron, el gato no dio resistencia. Diez minutos después, una chica corría consternada por no encontrar a su gato. –¿Y atrás qué habrá?– Se preguntó el hombre. Atrás sólo el camino seguía, una carretera entre árbo- les altos y frondosos que lo llevaba a un mirador a la playa. Tomó sus cosas y atravesó ese camino de un modo autómata, no movió sus ojos ni sus pasos se desviaron. Llegó al mirador y se detuvo a contemplar, a su derecha, izquierda y frente, sólo había mar calmado; atrás era lo mismo, el camino de regreso, el camino que siempre recorría. –No más reversa, no más regreso– se dijo a sí mismo. Tomó una bicicleta abandonada y se fue siguiendo la lí- nea de la costa, el Sol cayó e inundó de oscuridad los últimos rastros de la carretera costera. Además de la considerable cantidad de copetes de plástico, se comenzaron a vislumbrar las máscaras de Salinas en los pasillos, y la aglomeración comen- zó a crecer. Eso no debería haber pa- sado, algo estaba fuera de lugar, algo de aquello tenía un toque irreal, algo que no podía ser y que no podía estar pasando. Así debieron pensarlo el can- didato y su equipo y así debió pensarlo el país entero. ¿Cuándo se había visto que en una universidad privada los estudiantes increparan a un candidato, lo llama- ran asesino y cobarde y los echaran de la manera más ignominiosa, escoltado por sus guaruras, saliendo por la puer- ta trasera? Aquella era la generación perdi- da, de la que nadie esperaba nada, y aquella era la elección y el año del que nadie esperaba nada tampoco. Se es- peraba lo que se espera en tiempo de elecciones, unos, que no hubiera frau- de, otros, que llegara el billete de qui- nientos pesos con la torta para saber por quién votar. Nadie esperaba nada de la Ibero, Peña iba a ir e iba a salir sin que nadie lo notara, quizás un ti- tular en prensa, de su rotundo éxito en un foro de Santa Fe. Pero no contó, no con una enorme masa organizada de estudiantes que se denominasen la vanguardia de la re- volución y la conciencia misma de un pueblo, sino con que unos cuantos es- tudiantes iban a llegar, con sus propios pensamientos y motivaciones, a que- rer expresarle de diferentes maneras el profundo rechazo que sentían hacia su proyecto político. No existía en ese momento, y qui- zás tampoco existió durante el abucheo masivo, una conciencia y un plan orga- nizado de lo que se debía de hacer, ni mucho menos la idea de crear un enor- me movimiento nacional antiEPN, ni anti-Televisa. Sólo existía la firme con- vicción de expresarle a Peña Nieto el rechazo personal transformado en ira colectiva que despertaba en algunos la clara evidencia de que el proceso elec- toral no estaba encaminándose a una elección democrática, sino a la venta de un producto, que era Peña Nieto, a través de una estrategia de marketing financiada por Televisa. Sin embargo, aquella ira de algu- nos, y la ira misma del candidato que no supo medir sus respuestas a la críti- ca de los estudiantes de la Ibero, termi- naron por hacerlo decir cosas fuera del guion (que como sabemos hoy, a año y medio de gobierno, es pan de cada día) que le trajeron severas consecuencias. Quizás ni supo lo que dijo, simplemen- te se enojó y respondió, justificándose, iniciando una espiral de enojo como respuesta a su cinismo. Nadie esperaba nada de esa elec- ción, es cierto, pero todos esperaban también que alguien, milagrosamente, hiciera algo, lo que fuera, que moviera, aunque fuera levemente, el curso que parecía inevitable en aquella elección. Esa primera reacción en la Univer- sidad Iberoamericana puso en alerta a quienes estaban más atentos a los su- cesos electorales, y la respuesta a las descalificaciones del PRI hacia los es- tudiantes así como la inmediata con- vocatoria a la movilización y el apoyo casi instantáneo de varias universida- des públicas y privadas comenzaron a resonar en toda la República, y de pronto más gente abucheaba a Peña Nieto allí donde iba o incluso a Gabriel Quadri, un intelectual de tertulia can- didato de la entonces reina del magisterio. Fue entonces cuando los estudian- tes supieron que había que hacer algo más, que ya no era expresar individual- mente su rechazo ni marchar en apoyo a unos compañeros atacados por los medios de comunicación; de pronto aquellas movilizaciones adquirieron el carácter de lucha y todos se reconocie- ron como partícipes de un nuevo rena- cer del movimiento estudiantil. En un punto todos fueron cons- cientes de que aquello que había surgi- do ya no podía ser algo limitado, algo más que pudiera seguir por sí mismo. Se necesitaba organización, se necesi- taba responder a las preguntas de la gente, se necesitaba una estrategia y una idea a seguir dentro de la coyun- tura política en la que se desenvolvió todo el movimiento, se necesitaba defi nir un objetivo y dar a conocer a todos quienes eran, qué eran y qué querían. Salieron los vídeos, el manifies- to, y el ente principal contra quien se combatiría, el objetivo real de la lucha. Y si la construcción de acuerdos defi- nitorios del movimiento no fue relati- vamente sencilla, el principal error de todos aquellos que se definieron como

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