Contratiempo
4 5 En la Ibero En la Ibero El cambio está en nuestras manos. Por: Joshua Castillo Torresera Estudiante de Diseño en Interacción y Animación Digital E s difícil imaginar la frustración que siente uno al estar lejos de su hogar y saber que algo terri- ble está pasando, sumen a eso la des- esperación de no saber si todos en tu casa están bien y vivir bombardeado de noticias, reportajes y opiniones ha- blando y diciendo cuán terrible es la catástrofe en el puerto de Acapulco, lo difícil que será la recuperación y cuántas vidas se pierden día a día. Esa frustración que experimenté en septiembre del 2013 es algo que no puedo explicar y que difícilmente se po- dría imaginar el lector, asimismo es un sentimiento que no le deseo a nadie. Afortunadamente no hay mal que por bien no venga, estaba desesperado y no es- taba bien seguro de qué era lo que quería, no tenía dinero paramandar ni una lata de atún y aun así no sabía ni a donde ir para entregar cualquier apoyo que quisiera do- nar y fue cuando recordé aquella plática que nos dieron en la Jornada de Inmersión donde nos explicaron de un proyecto lla- mado Acción Social Ibero (AS Ibero). Nos hablaron de varias actividades que realizaban: ayuda comunitaria, co- lecta permanente de víveres y el Centro de Acopio (CAPI), fue entonces que me acerqué a la oficina de Participación Uni- versitaria, con una persona de un gran carisma y unas ganas de ayudar muy cañonas , Enrique Rosano, quien rápida- mente me explicó cómo estaba el rollo y de qué manera me podía incorporar a la ayuda de voluntarios de la Ibero. Cada tarde de sábado y cada tiem- po libre que tuve durante un mes lo dediqué al cien en ponerme a cargar víveres, latas y demás cosas que la gente mandaba en pos de ayudar, a acomodar estantes, armar cajas y car- garlas de aquí para allá, que finalmen- te se mandaron en camiones de ayuda a Acapulco. Estaba orgulloso de saber que un poco de mi esfuerzo iba en esas cajas y que gente que yo conocía perso- nalmente la iba a recibir y repartir a quienes en verdad lo necesitaban.Un día cuando ya habían acabado tan- to la contingencia como la campaña, fui a la oficina de Quique para ver en qué podía ayudar y sobre todo para agradecerle por la oportunidad de participar y de estar en el equipo, fue ahí cuando me dijo que si no quería unirme formalmente a AS Ibero, sin dudarlo acepté y desde entonces des- cubrí que AS Ibero no es solamente ir y cargar cajas, acomodar cosas y su- birlas a un camión, que no toda la ac- ción está en el CAPI y que hay muchas cosas que hacer. Estuvimos en campañas, eventos e incluso un viaje a una comunidad del norte de Puebla llamada Hueytlal- pan, que me sirvió mucho para darme cuenta de una realidad diferente a la que vivimos todos en la ciudad, don- de damos todo por sentado y porque tenemos acceso a muchos servicios pensamos que todos en el mundo es- tán igual, o simplemente no nos preo- cupamos por eso. En resumen, mi experiencia del voluntariado ha sido de felicidad y éxito, pero sobre todo, de mucho es- fuerzo en una actividad que algunos denominarían como una actividad te- diosa, pero sé que ese esfuerzo al final del día representa un resultado que va a hacer algún cambio. El cambio tal vez no sea colosal y determinante en el mundo, pero sí una luz de esperanza para otras per- sonas que en verdad la necesitan, trabajando con otros voluntarios y personas que no son ni de tu misma carrera o forma de pensar, pero que comparten la visión de un cambio, un avance y que ponen todo de sí, para que al final del día, cuando ya te due- len las piernas o la espalda de tanto trabajar, puedas sentarte y decir: “es- toy haciendo un cambio”. "Mi experiencia del voluntariado ha sido de felicidad y éxito" Misiones Jesuitas: ¿damos o recibimos? Por: Ana Karla Albisua Bermúdez Estudiante de Ingeniería Mecánica y Eléctrica Fotos por: Ana Karla Albisua Bermúdez C ompartir, celebrar, conocer, respetar, convivir y trascender, son algunas palabras que suelen describir el concepto de misiones cuan- do algún curioso se atreve a preguntar acerca de lo que son, pero lo cierto es que ninguna misión se parece a otra, ni siquiera una misma misión vivida por un grupo de personas tendrá el mismo impacto y el mismo sabor para cada uno de los integrantes, aunque hayan pre- senciado las mismas escenas, las misio- nes son un regalo que se sale a buscar y que surte efecto internamente en las personas que la viven. Al finalizar el semestre pasado, las Vocaciones Jesuitas de México llevaron a cabo junto con 43 misioneros –recal- co, todos voluntarios– la experiencia de misiones en la sierra de Veracruz, donde el grupo se distribuyó en las co- munidades indígenas de la cabecera de TatahuicapaWn. Las lenguas que los pobladores de estas comunidades ha- blan son el náhuatl, popoluca y algo de español. Por cierto, popoluca en náhuatl quiere decir “tartamudo” y los aztecas fueron los responsables de que a los ori- ginarios de este territorio veracruzano se les adjudicara dicho apodo, ya que no hablaban el náhuatl al igual que ellos. Durante una semana, el nutrido grupo de jóvenes provenientes de di- ferentes puntos de la República Mexi- cana, convivimos con estas alegres y unidas comunidades para celebrar con ellos las posadas y la preparación espi- ritual que nos llevara a recibir al niñito Jesús en nuestros corazones. Dormimos en los espacios que muy cariñosamente las familias anfitrionas nos acomodaron para nuestra estancia y las comidas nos las ofrecían diferentes familias pertenecientes a la comunidad que nos tocó visitar. La riqueza de esta experiencia resi- de en el intercambio de vivencias que se hacían a la hora del desayuno, comida y cena en la que nuestros anfitriones se interesaban por conocer nuestro estilo de vida, y nosotros por el suyo; además del trato con diferentes mentalidades mexicanas, la de los norteños, la de los costeños, la de los centro-sureños, la de los del bajío, todos aportaron en su ma- nera a la misión. El arraigo a sus creencias religiosas por parte de la comunidad, la vehemen- cia con la que defienden su fe de “las otras religiones” (protestantes, evan- gelistas, etc.) y su increíble respuesta al participar en las posadas, fueron al- gunos de los hechos que de manera ge- neralizada nos hicieron darnos cuenta a todos los misioneros de que Dios sí acompaña a quien más lo necesita, a los más desvalidos y a los que más quieren estar cerca de él. Es increíble como con el paso de los días los misioneros queríamos encon- trar a Dios en todo, en los hermosos y verdes paisajes, en las noches estrella- das, en los huevos con frijolitos tan ri- cos que las señoras nos preparaban, en las sonrisas de las personas, en la espi- ritualidad de nuestro(a) compañero(a) misionero(a), en todo. Y cabe recalcar que las misiones fueron asistidas y vi- giladas por un jesuita en formación y por el coordinador de Vocaciones Jesui- tas, dos individuos llenos de vitalidad y buena vibra que imprimieron su sello y sus expectativas para estas misiones al darnos un acompañamiento espiritual a cada misionero para que supiéramos sembrar y cosechar los mejores frutos de esta experiencia. Finalmente, la misión culminó con la reunión de todos los misioneros en la parroquia de Tatahuicapan para de- gustar una riquísima mojarra que la comunidad nos ofreció y para despe- dirnos en la playa de las personas que fuimos antes de llegar y quedarnos con las personas en las que nos convertimos al regresar. Aunque el gusto es algo muy subje- tivo, no coincido con la idea que se tiene acerca de que “las misiones no son para todos”. Las misiones están ahí para quienes quieran vivirlas y para quienes se atrevan a llevarse en su corazón más de lo que tienen para ofrecer a estas co- munidades. Y tú ¿qué esperas para vivir las mi- siones? Fotos por: As Ibero
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