Contratiempo

H ay un viejo pasillo que no te gusta recorrer, un estre- cho rincón de tu mente donde cuelgan fotos descolo- ridas, viejas, borrosas, cuya forma se perdieron con el tiempo. Te das cuenta de que el tiempo no las deformó, ni tu memoria fue soltando porciones caprichosas, te das cuenta de que tus recuerdos son moldes huecos sin sabor, falsas construcciones, mentiras que fueron dulces, y ahora ya no pueden disimular. Ese viejo sitio lo conoces bien, no eres capaz de abrir la puerta, de dejar entrar aire; temes que alguien vea las fotos horrendas que tus ojos no olvidan, o peor aún, temes agregar más imágenes falsas a tu colección inoportuna. Bien sabes que un diario no te ayudará, aún resuena en tu cabeza “Un diario no sirve de nada si no hay memorias que preservar, ni historias que narrar”, dejaste de creer en Dios porque piensas que contempló tus desdichas y no hizo nada, piensas que la vida misma dejó de tener un significado, una lógica o un propósito. ¿Considerarías oportuna la resistencia pasiva? Tú sabes, meter una avispa en un vaso y verla golpear todos los bordes con su cuerpo, observarla detenidamente y ver cómo se debi- lita, se queda sin oxígeno y muere después de un lapso. O usar tus ojos fisgones y contemplar todo lo que se es- capa de tus manos lentas, cansadas, duras por las cicatrices. Cada cicatriz es notoria, tanto como las fotos enmarcadas en el muro gris, enfrente de tu baño, detrás de la regadera, don- de divagas inútilmente en buscar soluciones sin un problema en especial. La rutina deja de ser una salida fácil; los mosaicos de tu baño son más que delatores, la fea alfombra de la sala que ves a diario y piensas “la tiraré pronto”, las acuarelas de tu recámara que acumulan polvo, se despintan por estar expuestas al sol y pronto las consideras “dibujos estúpidos del preescolar”, las tiras a la basura sin saber por qué, miras a la ventana buscando esa escalera brillante, la misma que a diario te sigue en tus caminatas de sonámbulo; necio sin remedio que se mueve con cada giro de cabeza, elección ca- prichosa y batalla en un mar de arena inmenso. ¿No es un acto masoquista retener recuerdos de malas experiencias? Preguntas así te haces todo el día, sabes la respuesta, sabes que te haces daño, y aun así no eres capaz de levantar la mirada al cielo. Tu mirada está caída todo el tiempo, ya no vale la pena mirar hacia adelante ni arriba. La misma mierda, la misma gente, los mismos colores, los mis- mos muros con cuadros clavados. Inestables criaturas Por: Ramón Meza Rosales Estudiante de Psicología I Tampoco aquí mi corazón se aquieta. Animal de colores tornadizos, Siempre a la busca, acezante y anhelante, Husmeando trazas de cariño por el aire. Nunca no está satisfecho: Su lengua invade mis otros recovecos, Profiere aullidos, invoca a los dioses Ávido y caliente. Secretamente procúrase la muerte Y da un salto erizado al encontrarla. Mejor (clama), mejor es estar vivo. II No descansa mi palma: La mano revuelve, señala, cocina, Levanta, maneja, se humilla En viles encargos. Esclava, traidora, imperioso verdugo También forja caricias; Las busca. Mis manos observan desde un mundo tibio El cual también perciben absurdo. Acaso por ello, se afanan sin tregua Palpando en lo inútil lo eterno. 10 11 Arte y Cultura Mi Historia (Fragmento) Por: Bruno Atonal Estudiante de Economía y Finanzas Opinión Los Olvidados Por: Aldo Castillo Integrante del CER Comunicación Losparadigmasdel tiempomexicano L as jugadas y artimañas de la es- tructura social en México es lo que Luis Buñuel ilustra en Los olvidados. Un retrato, eso es lo que es, de la realidad estancada en el tiempo. Es la historia de ayer y de hoy, con dis- tintas variables pero con la misma base sociológica y psicológica. Por ello, no sorprende encontrarse con un perso- naje que alude a tiempos “en donde se vivía mejor” y que asevera que “aquí pa’ comer hay que trabajar” como si encon- trar en los alimentos el único fruto de su oficio. Lo cierto es que, en el país, el imagi- nario colectivo y la herencia psicológica mantienen una conexión fuerte con el pasado, cuestión que tiene que ver con la generación de identidad a través de las historias de la conformación del Estado. “La historia nacional se inte- gra por ciclos donde cada uno aparece como una reiteración de los anteriores” (Collín, 11), al mismo tiempo que se re- laciona con la construcción de persona- jes elevados a la categoría de héroes sal- vadores de la patria que se sabe poseída por los ciudadanos. No obstante, ¿Qué es lo que el mexicano poseyó y sigue po- seyendo aún? Quizá, sólo la esperanza de que posee. Desde la introducción de la pelí- cula en donde el narrador habla de las “fuerzas progresistas de la sociedad”, lo que hace Buñuel no es más que descri- bir lo paradójica y surreal que resulta el proyecto modernista de 1950. Lo sigue haciendo en cada escena a través de la exposición “del otro México” en donde el blanco y negro de las tomas se siente tan actual como hace seis dé- cadas: las calles oscuras, las tortas de chorizo con huevo y de jamón, el pobre contra el pobre, las pantallas de humo como solución de los problemas, la tra- dición del apodo, los remedios caseros que se han visto reducidos por causa de la industria y la mercadotecnia pero que sobreviven, la costumbre de nom- brar al hijo como al padre, la descon- fianza del fuereño, el vicio del alcohol como mecanismo de olvido temporal a pesar de la permanencia de los males, los espectáculos callejeros, la enseñan- za del oficio como solución parcial e ineficiente para la reincorporación a la estructura social, el analfabetismo y la “x” como sustitución de la firma. Aunado a la anterior sucesión de paralelismos temporales, se encuen- tra una que funge como pieza medular e hilo conductor de la trama de la pelícu- la, a saber, el vandalismo juvenil. Por- centaje de los cuales, hoy son llamados, con un eufemismo bastante postmoder- no, “Ninis”. Jóvenes que se proyectan y se miran en la sociedad sin futuro, pero que de forma objetiva no son más que un lastre para el desarrollo social. De allí que Jaibo fuera, el estereotipo de lo que Magín Pont describe como Parási- to Social, explicado como “Sujeto inútil por vago, ruin, pendenciero engreído y estúpido. […] envidioso y pérfido. […] Vive a costa de los demás”. (128) Dice un refrán popular quemás vale solo que mal acompañado, y aunque el Jaibo de buena compañía no tenía ni la intención, no se niega que fuera presa de un estructuralismo y determinismo social del cual no podía escapar. Al fi- nal, la cultura se vuelve modeladora del comportamiento que no excluye clase, color ni raza. Sorprende la manera en que un español naturalizado mexicano, como todo un voyerista, capta la dinámica so- cial de un estrato y una época, eviden- ciándola como lo que es: un escalón de la pirámide social decadente y olvidada, movida por la fe y la esperanza en el pa- sado, pero en el fondo estancada por la mediocridad de su juventud perdida, sin metas ni propósitos más que el de procurarse mediante la inercia. Como si no supieran que existe la palabra cambio. Referencias •Pont, Magin. Política y politique- ría: diccionario para el hombre de la calle. Barcelona: Ediciones acervo, 1979 •Collin, Laura. El poder sacraliza- do. México: El colegio de Tlaxcala, 2008 A propósito del proyecto de varios Consejos Estudiantiles, incluido Comunicación, sobre la creación del Cine Club Kiné, que arrancará a principios de marzo, este texto es un intento de análisis de la imagen cinematográfica, uno de los objetivos de dicho espacio.

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