Contratiempo
8 9 dencia desarrollaba lo que se conoce como “racismo científico” en donde autores como Lombroso o Hegel, inspi� rador de Hitler, hablan de una inferio� ridad en las razas. A rasgos generales esta es la parte que rara vez se cuenta de la conquis� ta. Quien tenga la oportunidad de leer un poco más acerca del tema se dará cuenta que México hoy es un reflejo de lo que pasó hace siglos. Finalmente, re� sulta bastante obvia una de las respues� tas a las preguntas principales del texto. ¿Por qué el mexicano devalúa a los mo� renos o negros e idolatra a los blancos? Lamentablemente siempre el mexi� cano, y en general el latino, voltea a ver a Estados Unidos y a Europa como si fueran otro mundo. Otro mundo más cercano a la perfección. Sin embargo, se nos olvida que los latinos tenemos nuestra propia identidad. Nuestra pro� pia cultura y forma de ser. ¿Por qué vol� tear a ver siempre al norte y no hacia dentro y al sur?, ¿por qué no crecer en base a nuestras creencias, nuestros re� cursos y con los nuestros? Es hora de conocer nuestra historia y tratar de cambiarla. Somos pueblos li� bres que se esclavizan voluntariamente a otros que irónicamente tienen tanto o menos que nosotros. Es hora de dejar los prejuicios y estereotipos sociales y comenzar una nueva vida con mayor libertad. Si algo nos ha enseñado la his� toria es que tomar o heredar posturas ajenas puede convertirse en la peor pri� sión de una comunidad y es por eso que concluyo este texto con el pensamiento de “ayudemos a concientizar a los nues� tros como primera acción del cambio”. “La ideología mestizante” El libro de la doctora María Euge� nia Sánchez me parece motivador y un texto digno de leer para todo mexicano y latino y que da una nueva perspectiva de la conquista de la cual casi nunca se nos cuenta la historia completa. Pienso que el libro debe de ser una herramien� ta imprescindible para cualquier mexi� cano que desee lograr un cambio en la sociedad y me quedo muy satisfecho con lo que leí del mismo. Bibliografía Izquierdo, Gómez, Jorge; Sánchez de Ri- vera, María Eugenia. (2011). La ideología mestizante. Universidad Iberoamericana Puebla. México. Ensayo presentado por el autor para la materia Fe en América Latina, impartida por la Dra. Ma. Belén Castaño Corvo. Material reproducido sin edición ni modi- ficaciones al entregado por el autor en la edición de Contratiempo. La ideología mexicana : la verdadera construcción de la conquista Por: Juan Francisco Dorantes Spezzia Estudiante de Psicología Académicos Académicos “Vamos a mejorar la raza” Dicho popular mexicano ¿A lguna vez has escuchado la frase arriba señalada? Pues en México hay muchas parecidas. México se caracteriza por ser un país racista entre los suyos. El mexicano “entre más blanco es mejor” o al menos eso es lo que se piensa. Peor aún, en ocasiones, ni siquiera se piensa. Tan solo surge de forma espontánea. Ya lo traemos grabado desde que nacemos y a partir de como la sociedad nos va formando, pero, ¿de dónde proviene esta ideología tan arraigada? En el siguiente ensayo se dará un pequeño repaso acerca de los princi� pales hechos históricos que llevaron a los mexicanos a generar una ideología racista entre los suyos y la cual tiene un pasado más profundo de lo que parece. Durante años, sí somos un poco atentos y sobre todo en las generacio� nes anteriores, ha existido un racismo que podemos denominar como “racis� mo escondido”. Se habla mucho acerca del racismo en otros países como Esta� dos Unidos, España o Japón, pero nun� ca se habla del racismo que existe ha� cia los nuestros. Aquel racismo que se vuelve cordial en frases como “es mo� renito pero buena gente” o “es guapo… es blanco, alto, ojos claros…”. Por años, hemos padecido de un mal del que no somos conscientes en muchas ocasio� nes. Ahora bien, ¿por qué se formó esta idea devaluatoria hacia los morenos y, aun peor, negros?, ¿por qué la idolatría hacia el color blanco de la piel? Lo interesante de estudiar la histo� ria es que tenemos el mapa de cómo el ser humano ha llegado a la posición en la que se encuentra. En ocasiones, como dice Cicerón, “el que no conoce su histo� ria está condenado a repetirla”. Si anali� zamos los hechos que nos han marcado quizá podríamos hacer una diferencia desde el presente. Crear consciencia de dónde vienen nuestros miedos, nuestros prejuicios, cómo se formaron y qué pode� mos hacer para cambiarlos. En esta vía, la ideología del mexicano actual no es la ex� cepción. ¿Qué sucedió en nuestro pasado para convertirnos en un pueblo, que aunque con características inmejorables, tiene este gran mal del racismo interno? La historia nos remonta hasta la conquista. Quienes éramos y quienes somos a partir de ella son dos temas totalmente diferentes, ¿y por qué?, porque la conquista fue más que la con� quista de nuestras tierras. Fue más que la clásica historia del opresor y el opri� mido. La conquista trajo consigo toda una nueva ideología que le fue impues� ta al indio y que se sigue hasta el mexi� cano actual. Es muy simple imaginarse las consecuencias. ¿Qué pasaría si en estos momentos llegara una nueva raza de “mayor inteligencia” a dominarnos e imponer nuevas ideas y creencias? Probablemente causaría en todos noso� tros, sea la religión que sea, una crisis a nivel psicológico y emocional que du� raría años. Un verdadero caos mundial. Todo en lo que hemos creído, todo en lo que hemos confiado por años, intenta� do ser destruido en un solo momento. ¿Una interesante fábula no? Los españoles llegaron a conquis� tar e imponer sus ideas. Ideas sobre todo relacionadas con la religión cris� tiana. Comenzaron por devaluarnos y creernos cuasi animales. Poco a poco se fueron mezclando con nosotros y lle� gando hasta a tener hijos con los indios. Obviamente, los españoles no podrían concebir a un hijo nacido de una mezcla más allá de entre la suya como un igual, por lo que tuvieron la gran idea de crear un sistema de castas. La casta más alta básicamente se medía con cuánta san� gre blanca tenía un hombre, siendo el español peninsular el más alto rango y derivándose hacia clases más bajas hasta llegar al negro que básicamente era visto como un ser sin remedio. El problema del sistema de castas fue lo que encerró. Un mensaje oculto pero que quedaba, y quedó, claro en el inconsciente. “La piel blanca es lo más cercano a la perfección”. Entonces, el indio que tenía oportunidad de blan� quear su sangre y subir de rango, al cruzarse con un español y convertirse en un mestizo, cayó mayormente en el mismo introyecto: “Los indios son in� feriores y aunque nunca podrán llegar a pertenecer al clero español, tienen la oportunidad de “blanquearse”, y por ende, subir de categoría”. Posteriormente, llega la indepen� dencia. Un movimiento generado por los criollos, hijos de europeos nacidos en América y de menor rango que los es� pañoles peninsulares, que hartos de no tener los mismos privilegios que los pe� ninsulares, deciden levantarse en armas a fin de obtener el mando del país. Pri� mero lo unificaron con uno de los sím� bolos más importantes, probablemente el mayor, la Virgen de Guadalupe, que más allá de entrar en detalles si fue cier� to o no, ayudó a unificar a un pueblo que se encontraba dividido y debilitado psi� cológica y emocionalmente. ¿Pero que fue la independencia en realidad? La independencia fue solo otra gue� rra de intereses. Los ricos siguieron sien� do ricos y los pobres, pobres. Lo más in� teresante, y lo que viene al tema, es que el propio racismo interno más allá de desaparecer con el movimiento armado, se engrandeció. Incluso, conservadores y liberales que peleaban entre sí tenían una misma idea: “hay que eliminar a los indios” al grado de generar reformas migratorias con el fin de traer “gente bonita” de Europa a México y como se dice popularmente “mejorar la raza” tal y como los españoles peninsulares en su tiempo hablaron de “la posibilidad de blanquear la sangre”. En este sentido resulta claro que la independencia de México no fue el fin de la conquista, sino otro capítulo de la misma. Una vez más América toma lo malo de Europa que al tiempo de la indepen� Hijos de la Malinche Nuestras raíces Por: Natalia Morell Ortíz Estudiante de Mercadotecnia S omos unos hijos de la Chingada. Cada parte de nuestra historia lo confirma y lo resalta. Desde que éramos unos simples descendientes de Quetzalcóatl, un dios pobre, y nos convertimos en los merecidos por la penitencia de Dios, lo podíamos no� tar. Conforme evolucionamos, también así lo hizo este concepto tan abstracto pero con un significado tan profundo, que aún no terminamos de definir. Re� cordemos un poco cómo llegamos a ser hijos de la Malinche, de la violada, la abusada, la abierta, la traidora, la “Chingada”. Éramos� ��� ������� ���������� ����� un pueblo altamente reli gioso, en el que el poder, la sociedad y la religión eran uno mismo. Vivíamos por y para los Dioses, la agricultura y la búsqueda de un ideal que llamábamos Tula. Vivíamos en un mundo dialéctico, en el que cielo y tierra, hombre y mu� jer, norte-sur, Quetzalcóatl–Tezcatli� poca, se complementaban y formaban un todo. Queríamos divinizarnos y esto lo hacíamos en base a la religión, que también era nuestra política y nuestra forma de vivir. Más que una doctrina, era una for� ma de vida. No se trataba de un modelo simple, era un tapete que involucraba a todos de una manera tan compleja e integral, que los españoles no supieron cómomanejarlo. No lograron compren� derlo lo suficientemente como para adorarlo y respetarlo. No sólo había riqueza material, sino que existía una gran riqueza cultural, sabiduría acerca de fenómenos naturales, la fecundidad, la vida, el lenguaje, la arquitectura, en� tre muchas otras cosas. En resumen, ������� ���� ��������� éramos una civiliza ción bien organizada, con ideales, es� tructura, conocimientos y una fuerte sentido de amor por la vida (cualquie� ra que fuera el significado de la “vida” para ellos), sabiendo que no éramos perfectos, que habíamos sido causantes de una penitencia y buscando remediar esta situación. Después, nos volvieron a chingar. Llegaron los españoles junto con sus ideas de evangelización, colonización y, según ellos, salvación. Colón llegó a “La Nueva España” y lo que sus ojos en� contraron, no fue un pueblo admirable, fuerte y con una gran cultura y sabidu� ría, sino que encontró lo que sus “Dio� ses” más adoraban: oro. Junto con este oro, él encontró un pueblo que desde su punto de vista era salvaje, pagano y en camino a la auto� destrucción. Había que evangelizarlos, salvarlos con la fe católica. Había que convertirlos a la cristiandad, explo� tar su potencial (no intelectual, sino como esclavos), someterlos a pesar de que parecían tener una gran capacidad humana, apoderarse de sus tierras, ri� quezas y aprovecharlas, todo esto, claro está, con el insaciable fin de derrotar a los infieles y destruir su obra pagana. Esto no era obra fácil, y a pesar de estar conscientes de que la violencia no era la respuesta, fue el único camino que
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3