Contratiempo

10 11 Arte y Cultura Por: Andoni Alexis Almazán Arce Estudiante de Literatura y Filosofía Académicos supieron seguir. Se defendían bajo la excusa de que la iglesia, el Papa y los reyes los mandaban a cumplir con esas cruzadas y conquistas porque eran obra de Dios. Nosotros, fieles a nuestras creen� cias los consideramos Dioses, los re� cibimos y abrimos nuestras puertas a nuestra propia perdición, misma de la que ellos nos estaban “protegiendo”. Nuestros templos son la muestra física de cómo lentamente se fue destruyendo nuestra cultura y esencia. Nos quitaron nuestra religión, la transformaron y la adaptaron a su conveniencia. Elimina� ron nuestra estructura y sistema polí� tico que con tanto tiempo habíamos desarrollado. Modificaron nuestras lenguas que eran y siguen siendo tan ricas y extensas. Explotaron nuestros recursos y a nuestra gente. En pocas palabras, tomaron lo que más nos im� portaba y lo destruyeron. El pueblo mexicano no se doblega� ba ante los insistentes esfuerzos de los españoles por evangelizarnos, y al mis� mo tiempo, los españoles no perdían la esperanza de lograr este objetivo. Hubieron religiosos, como Sahagún, que en este esfuerzo por integrarnos a la cristiandad, se involucraron con los indios y su cultura y se dieron cuenta de lo importante que era. Intentaron plasmar todo lo que había sucedido y estaba sucediendo, debido a que nota� ron el gran valor de esta civilización, que en mi opinión, es precisamente el motivo por el que al gobierno español le dio miedo publicarlo -¿Cómo un pueblo pagano podría tener tanto que ofrecer?- y esta reseña de la cultura, la lengua, los conocimientos y sobre todo, la historia fue callada. Esto fue muy importante para nosotros los mexicanos, ya que era precisamente nuestra voz la que habla� ba en estos textos. Era la esencia del in� dígena que tan bruscamente se estaba perdiendo. Los franciscanos y otros religiosos, buscaron la manera de que los indíge� nas se integraran a la religión cristia� na. Utilizaron distintos métodos para lograrlo: fonética, imágenes, obras, traductores e inclusive escuelas para llegar a este pueblo que tanto necesita� ba ser salvado. Crearon hospitales que en verdad eran ciudades, una escuela que en verdad era un seminario, y una corriente de la religión católica que se adecuaba a las necesidades y creencias de los indígenas. Poco a poco fueron adaptando el cristianismo a nuestra cultura, para que finalmente nosotros cediéramos a adaptarnos a su religión. Este momento es de vital impor� tancia, porque aquí perdemos en gran parte nuestra identidad, pero al mismo tiempo la plasmamos para la posteri� dad. En esta constante convivencia en� tre españoles e indígenas, se logra hacer el intercambio y el choque de dos mun� dos. Ellos aprenden nahua y nosotros aprendemos latín, incluso el castellano que para nosotros estaba prohibido. Es en ese momento en el que se logra un equilibrio bastante desequilibrado, pero finalmente estable. Los mexicanos perdimos nuestro carisma de mexicano, pero ganamos la cultura española. No a todos les parecería una ganancia, pero es lo que debemos creer para no sentir el gran hueco que tiene nuestro pueblo, que ningún colonizador hubiera podido llenar. Una vez más, todo lo que había� mos construido se va a la chingada. Si intentamos explicar este movi� miento social y religioso, tendríamos que considerar que realmente no lo conocemos ni lo comprendemos. Co� nocemos lo que queda de él, sin embar� go, se hicieron numerosas teorías para explicarlo. Se habla de un movimiento en el que hay una creencia milenarista, que incluye una vida futura, profana y sagrada, terrestre y celestial, en la que se eliminará el mal y la injusticia, in� cluso si esto implica un final catastró� fico. Está identificado que las culturas buscaban proteger su sociedad y su tradición, pero se vieron engañados al encontrar una mezcla que incluía algu� nos de los aspectos más importantes de su religión y cultura, en la que se les imponía. Algunas características de es� tos movimientos, con los que se vieron identificados, eran la existencia de cier� ta represión y opresión, la creencia en un paraíso, la existencia de una profe� cía y de un líder carismático que llega� ría con el mensaje de salvación y forma� ría a los grupos de fieles y seguidores. Las bases del cristianismo conte� nían todo aquello que ellos explicaban con su religión: el origen del mundo y del hombre, así como su destrucción y el apocalipsis; hablan de un mesías, del paraíso, de la muerte y de la sociedad, de dioses héroes y del origen de la vida. Aprovechándose de esto es que los es� pañoles lograron transformar nuestro movimiento socio religioso en suyo. Dejamos de ser “los otros” para con� vertirnos en “nosotros”, a pesar de que siempre fue al revés. Es por esto que hoy ciegamente, gri� tamos ¡Viva México, Hijos de la Chin� gada!, con un sentimiento que proba� blemente no comprendemos pero que tenemos arraigado en lo más profundo de nuestras raíces. Usamos la palabra prohibida para desahogar todo aquello que tenemos marcado en nuestra histo� ria. La Chingada es todo lo que nos hace ser nosotros y a la vez no es nada. Es Madre, es residuo, es fracaso, alcohol o frustración; es molestar y herir, rom� per, destruir, abrir; es ser un fregón y a la vez es romper todas las reglas. Es ha� cer lo que no se debe, es tener sexo con un matiz de violencia. Es negar lo que somos y gritárselo al mundo. La Chin� gada es aquella sensación de represión de que tiene el pueblo mexicano desde que inició su existencia. No veneramos a Dios padre, sino a Cristo, el hijo, o tal vez debería decir a Huitzilopochtli. No veneramos a la virgen María, sino la virgen india Gua� dalupe-Tonantzin, que más que una madre, es el consuelo de los pobres y oprimidos; y aún así no es ella nuestra madre, nuestra madre es la Malinche, que tanto odiamos por hacernos lo que somos, por entregarse y así volvernos vulnerables. Los españoles son esa ima� gen de macho que tanto escuchamos en México, son unos chingones. Nuestra Reforma no es una reestructura política y social, es una ruptura con lo que so� mos, con nuestra madre. Irónicamente, es así como nos da� mos cuenta que no somos sólo ruptura y negación, también somos una lucha, un deseo por llegar más allá y dejar de ser hijos de la nada. Por eso no somos ni mestizos, ni criollos, ni indígenas y mucho menos mexicanos. Somos hombres. Somos simples hombres, hijos de la Chingada. Ensayo presentado por la autora para la materia Fe en América Latina impartida por el Mtro. Jesús Alejan- dro Ortíz Cotte. Material reproducido sin edición ni modificaciones al entre- gado por la autora en la edición de Contratiempo. No soy perfecto nunca en mi deseo ni siquiera cuando el desenfreno me encarna, pues acabo entregándome solamente y solo a la carne, a la mía, porque nadie termina por dejar cerca su boca para que yo la tome. Callados y en silencio están dos amantes consumiéndose en una total pasión sin ninguna preocupación, participando en un papel importante de una obra titulada “ Pasión de una noche ”. En el primer acto todo es con mucha devoción; la ropa se desprende sin ninguna objeción, mientras tanto el contacto se intensifica. Saben que cada segundo de la noche es vital y por eso no van a mal gastar su tiempo en rodeos. Sin darse cuenta, ellos han pasado al segundo acto. A aquella mujer y aquel hombre en ese juego de hacer el amor ya no los vemos como dos simples personas, han dejado de ser dos individuos para convertirse en uno solo. Sus acciones tuvieron una total sincronía, es increíble ver tal entendimiento que basta usar únicamente miradas. Mientras se deleitan en el acto, no se dan cuenta que la noche tiene un fin y en momentos culminará. Al llegar el alba, la pasión acaba; se da la noticia del tercer y último acto. Cada quien se aleja de la cama y se preparan para la rutina de la mañana; parece que no se conocieran, no se atreven a dirigirse la palabra. Se despiden de una manera fría, saldrán del departamento esperando con ansias a que llegue la noche, porque el resultado de una noche de pasión ha transformado a los jóvenes. Saben que se van a buscar, no habían sentido lo que sintieron aquella noche con aquellos besos, incluso de aquellas respiraciones, vivirán dependientes de esas sensaciones. La obra dará un giro, realzándose con otro nombre -“ Perdidos por las delicias de las sensaciones ”-, mostrando en este contexto que, como seres humanos, siempre podemos ser frágiles antes los placeres. No soy perfecto nunca en mi deseo Por: Gerardo Álvarez Estudiante de Literatura y Filosofía Me ha dicho una mujer que soy el dolor de su entraña, me ha dicho que es hora de que vuelva, de que volvamos a la selva de nuestros espasmos, para volver en los rasguños y mordidas a ser nosotros mismos. Yo le dije que no. La hora ha pasado, se me ha escapado su perfume, y ya busco en nuevos ojos una nueva herida caliente de sangre a borbotones. Pasiones de una noche

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