Contratiempo

4 5 Desde que era pequeño, todos en mi familia sabían que la tenía complicada: el temperamento con el que nací fue el melancólico. Entiéndase por melancólico a toda aquella persona usualmente artística, analítica y altamente per� feccionista, que gusta de estudiar y sobresalir en lo que hace, pero sen� sible e introvertida, egocentrista y, de repente, rencorosa. Eso hacía que no me gustara interactuar con los demás niños; prefería quedarme en casa y leer un libro, a ir al parque cercano y jugar a la pelota. Y fue justamente en el cambio entre la primaria y la secun� daria que aconteció algo que marcó mi vida: el conocer una nueva for� ma de estudiar en tu casa y no en una escuela. Mi familia no dudó mucho en probar esto, así que a los 12 años abandoné las aulas. Este cambio me favoreció en muchísimos aspectos: pude estudiar lo que quería cuando quería, enfocarme en el estudio de programas de computación y apren� der a tocar algunos instrumentos musicales, irme de intercambio a Brasil, aprender otros idiomas y a tener otra perspectiva de mi vida. Pero también contribuyó al volver� me solitario, preferir estudiar por mi cuenta y volverme auto didacta. Muy interesante, sí… pero ¿se imaginan lo extraño e inusual que fue para una persona con 20 años cumplidos el entrar a una univer� sidad y tener que interactuar con otros estudiantes? o lo que se podría considerar casi peor, ¡el vivir en una residencia donde tienes que con� vivir con otros 30 residentes! Esa fue mi vida: un estudiante bastante ñoño que se sentía perdido entre un mar de estudiantes que gustaban de reír y salir a tomar, mientras él pre� p El jefe de piso Por: Ricardo Pérez Rosete Estudiante de Diseño de Interacción y Animación Dígital En la Ibero fería quedarse en su cuarto y jugar videojuegos. Así pasaron 2 años, en los cuales poco a poco me abrí más y empezaba a hablar con aquellos desconocidos, pero si considera� mos que, el simple hecho de decirle “Buenos días, ¿cómo está?” a la se� ñora que me servía la comida en la cafetería todos los días era un reto que me ponía nervioso, creo que sa� brán que todo era bastante compli� cado para mí. Todo iba bastante bien hasta que me enteré de algo nuevo en las Villas donde vivía, llamado AR’s. Los AR’s son algo así como “los je� fes del piso” y se encargan de ver que las reglas se cumplan, ayudar a los residentes en lo que puedan, te� ner responsabilidades diversas, etc. ¡Interesante!, pensé. Como eso era el chisme más reciente, le conté a mi madre so� bre esos residentes “especiales”. La respuesta de mi madre fue bastan� te inusual: “Oh, muy interesante… Tú vuélvete un AR”. Obviamente eso trajo algunos argumentos nada agradables con mi madre, pero también me enseñó una regla de oro: obedece a tus padres. Así que, sin que yo lo deseara, me propuse para ser AR, sólo por� que mi madre me lo pedía. Para ser AR te piden varios rasgos a cumplir y debes pasar entrevistas y exáme� nes, todo para mostrar que eres un candidato digno, “se lo toman muy en serio”, llegué a pensar. Cerca de 3 semanas después, obtuve el veredicto final. “¡Felici� dades, fuiste aceptado para ser AR en el siguiente periodo escolar!”. En ese momento tuve toda una serie de diferentes opiniones al respec� to. Por una parte, estaba orgulloso: “¡Me habían aceptado!” y por otra, me sentía nervioso: “O sea que… ¿tendré que encargarme de un piso y volverme amigable y abierto con muchos desconocidos?”. Por un momento pensé en negar volverme AR, ya que tenía miedo y estaba se� guro que no me gustaría serlo. Pero entonces, me puse a pensar en ese ya clásico cliché de películas de Dis- ney , en el que los y las héroes deben de sobrepasar sus miedos y al final todo es color de rosa. Tristemente recordé también los gritos de mi madre obligándome a obedecerla, así que firmé y acepté ser AR. Para no hacer la historia larga y tediosa, diré que después de un semestre de ser AR, no hay día en que me arrepienta de haber acepta� do ese cargo. Si me conocieras, se� guramente no reconocerías al chico introvertido, penoso y huidizo que describo anteriormente. Ahora es� toy rodeado de amigos y conocidos en todas partes y siempre me pue� des encontrar rondando mi piso con una usual sonrisa en los labios, saludando residentes o divirtiéndo� nos. He tenido una maduración ex� trema, a tal grado que mis amigos cercanos me han felicitado o inclu� so maravillado por los cambios que se reflejan en mí. Así que, ¿esta experiencia aca� bó en color de rosa y con final feliz? Yo diría que sí. Y mi aprendizaje se puede reflejar en una pequeña fra� se: se valiente. Aún cuando lo que quieras hacer suene desagradable, aun si te da miedo o temes volverte algo diferente a lo que eres, tu lucha por ello. Sigue adelante por tus sue� ños y nunca dudes en experimentar otras experiencias. Finalmente, busca siempre me� jorar y no culpes tu pasado por como es tu presente, ya que sólo tú tienes en tus manos el poder de cambiar tu futuro. En la Ibero

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