Contratiempo

8 9 Creación y Cultura Académicos Lo que sé de la vida es nada José Antonio Lemus Campos (Viene de portada) actomediante el cual se concentren socieda- des, asociaciones, acciones, partes sociales, fideicomisos oactivos engeneral entre agen - tes económicos. Es decir, es la alianza entre dos empresas con giros distintos para lograr expandirse en un negocio en particular. Sin embargo, una concentración que afecta de manera negativa el proceso de competencia, no es legal. Y justamente para determinar si una concentración procede o no, existe la Comisión Federal de Competencia (CO - FECO). Este órgano, que hasta hace unos días debatía si permitir o no la alianza, tiene su origen en el artículo 28 constitu- cional, y funge como una institución anti- monopolios que busca garantizar la libre competencia. Claro, de las empresas pri- vadas, porque las públicas sí son legales. Sin embargo, aún cabe preguntarse por qué existe una comisión que interven- ga en los asuntos del mercado. Sen - cillamente, porque, así como hemos configurado nuestro sistema políti - co para que no lo monopolice nadie, a través de mecanismos de pesos y con- trapesos, también hay que proteger el mercado. Hay que dejar bien claro que el mercado y las empresas constituyen también sistemas políticos, con sus res- pectivas relaciones de poder, de compe- tencia y de dominación (Caminal, 2006). Por lo tanto, es necesario fijar leyes y crear organismos reguladores que super- visen el buen funcionamiento de este sis- tema político tan particular, que se rige por sus propias leyes de la oferta y la demanda, que por cierto a veces no coinciden mucho con la justicia social. La resolución de la COFECO sobre este tema aún no se ha hecho pública, pues de acuerdo con la ley deben anunciar su re- solución a las partes para poder hacer una declaración oficial al público. Así, aunque algunos medios han filtrado información sobre una resolución negativa, todos se- guimos a la expectativa de la declaración oficial que nos explique, además, las razo - nes de la decisión que haya sido tomada. El caso COFETEL El caso de la tercera cadena de televi- sión que se está licitando es otro tema que ha estado en los titulares. Ya desde hace meses se ha planteado la posibilidad de que se otorguen concesiones de radio y una tercera cadena de televisión, como ya se ha dicho, para Carlos Slim. El organismo encargado de aprobarlo, o no, es la COFE - TEL. Su misión consiste, como lo estable - cen en su propia página web, en “que todos los mexicanos tengan acceso a servicios integrales de telecomunicaciones, presta- dos en un ambiente de sana competencia y donde prevalezcan condiciones propicias para el desarrollo de mayor infraestructu- ra, la eficiente prestación de los servicios y la introducción de nuevas tecnologías.” (COFETEL, 2010) Lo penoso de este asunto es que la de- cisión aún no ha sido tomada y parecen estar atorados los debates. El 25 de enero emitieron un comunicado que decía que se aplazará la votación. Evidentemente, aún no existen criterios claros sobre cuándo se puedenrealizarconcesionesyaquién.Lo único que ha demostra- do este proceso de la COFETEL es que las decisiones se toman discrecionalmente y que la personalidad u orientación de quie- nes ocupan los cargos determina muchas de las decisiones importantes. El análisis La OCDE emitió una declaración hace apenas 4 días, en la que critica lamanera en que funciona el mercado de las telecomu- nicaciones en México, e invita al gobierno a abrir el sector a la inversión extranjera. Buscan permitir que los extranjeros puedan poseer el 100% de las empresas de teleco- municaciones, ya sean telefónicas, de radio, televisoras o cualquier otra. Resulta inte - resante que el estudio de esta organización saliera a la luz en un ambiente político tan agitado por estas mismas cuestiones. Más allá de si las recomendaciones suenen via- bles y apropiadas para México o no, es osa- do de parte de la OCDE entrometerse en un proceso tan complejo. Aunque es evidente que existe algún actor político importante detrás de esto. COFECO y COFETEL: Los árbitros de los gigantes Andrea Gómez Chargoy Por otro lado, los precandidatos presi- denciales no han pronunciado una palabra al respecto. Obviamente no les conviene enemistarse con estas poderosas empre- sas, pero tampoco quieren darse el que- món ante los ciudadanos de apoyar la expansión de los monopolios o duopolios de estas corporaciones. En general, es posible decir que el costo de pagar más en telefonía y tener menos va- riedad en programación televisiva es menor al costo de permitir aún más el crecimiento de cualquiera de los dos gigantes. La mala noticia es que sólo las grandes empresas o los extranjeros tienen los recursos para invertir en cualquiera de los dos rubros. Por tanto, los ciudadanos podríamos pa- gar el alto costo político que representa el fortalecimiento de Slim y de Salinas Plie - go. Ese costo no es monetario, sino polí- tico. En repetidas ocasiones hemos sido testigos del poder que han acumulado las televisoras, así como Grupo Carso, y sabemos que su influencia en el gobier - no y la sociedad es inmensa. Ambos se han constituido en entes informales que “ejercen influencia, poder o auto - ridad sobre las decisiones políticas.” (Caminal, 2006) Finalmente, se ha hecho notorio que el desempeño de la COFECO y la CO - FETEL en términos de su legitimidad ha dado mucho que desear. La prensa y la ciu- dadanía no se encuentran satisfechas. Las razones de la insatisfacción tienen que ver con la falta de transparencia en las decisio- nes. Sin embargo, los asuntos que tratan son delicados. Puede que baste con una explica- ción detallada sobre la decisión tomada. Bibliografía Caminal Badia, Miguel (2006) Manual de Ciencia Política , España, Tecnos, Introduc - ción y Capítulo I COFETEL (2010) Ámbito de acción. Ex - traído el 01 de febrero de 2012 de: http:// www.cft .gob.mx/es_mx/Cofetel_2008/ Cofe_amb ito_de_accio n Artículo presentado por la autora para el curso de “Prospectiva política y diseño de escenarios”, de la licenciatura en Cien- cias Políticas y Administración Pública, en febrero del año en curso. Material re - producido sin edición ni modificaciones al entregado por la autora en la edición de Contratiempo. � Ese camino, ya lo había imaginado, estar cegado por el amor de un hijo, y la rutina que engrandece al padre; caer con la masa y su falta de indulgencia. Entonces, caí en cuenta de que era aquello que no quería que mi piel tatuara. Por eso fui a visitar a Malik; un camara- da Saudí Árabe recién llegado a la ciudad. Lo conocí entre callejones que servían de orinero, y, por qué no, llamarlo de resguar- do, para quemarnos un Joint. Vivía en un viejo edificio de la calle Heasting , sus ci- mientos se sentían tan endebles, que mis pasos parecían lastimarlo, sus quejas pe- netraban mis oídos en forma de estriden- tes rechinidos. Dentro del departamento de Malik todo era diferente: un librero re- saltaba en la pequeña sala, mientras cum - plía la función de resguardar un número decente de libros. Una luz neón estratégi- camente colocada en la pared encima del librero, y el excesivo humo encerrado en el departamento, daban la impresión de un ambiente que se rodea de almas peniten- tes, que danzan en forma de remolinos. La sala se componía de un par de sofás, y una mesita de centro, en la cual se er- guía una Shisha de la India, que en deter - minadas circunstancias se me asemejaba a un tótem religioso al cual rendíamos libaciones. Malik me dijo que aquello de predecir mi futuro era fruto del azar, del que se vale la razón en su búsqueda de respuestas. Y así, entre diablos se destelló mi alma, y Malik sólo reía con soberbia de toda mi ingenuidad. Pero en fin, creo tener fe en aquel des - graciado pues, que la vida le fluye embar - cada en suerte y encañada en un puerto de placeres, nunca afectan, siempre están fríamente sistematizados, calculados, y sin duda religados en su máxima expre- sión a una voluntad de poder superior lla- mada Dios. Sin hacer menos, claro está, que aquel desgraciado tiene el crédito de haber lle- gado a una ciudad tan pesada como esta y, en menos de un año, ser de los más que - ridos del barrio. Pero así es Malik, tran- quilo y nada reservado, siempre con un extraño consejo en la boca, nunca dueño de una verdad absoluta, pero sí dueño de una subjetividad absolutista, entregada a su destino, el cual él ya tenía previsto, y yo no podía ni siquiera vislumbrar. Nun- ca supe por qué sonreí al recordarme una vez más, que aún no sé qué hacer. ¡Que cínico soy! Habló mi conciencia en un su- surro, y la misma ironía de mi sonrisa la acompañó. Entonces llegó el trompetista cargado de lana. Elías, mejor conocido como “el chimuelo”, venía ebrio hasta el gaznate, y quería queMalik le vendiese un toque para amortiguar la terrible cruda que le espe- raba al sonreírle el sol a la cara. El chimue- lo, era negro y canoso, de ojos cansados, y el rostro lleno de manchas obscuras, que contrastaban con el caoba de su piel. Las cicatrices de la vida -que le interpretó un jazz que sabe a desgracia, que se disfraza de azúcar para degustar en momentos- reflejaban en sus ojos, una satisfacción tan grande que reclama la muerte, pero en pos de que la señora por él nunca ha enviado, él tan sólo cumple con su deber, que es soplar su trompeta, hacer temblar su mundo y a cualquiera que atropelle en su camino. El anciano afirmó que aquella noche había bebido de más debido a que un gran acontecimiento le sucedió. Después de diez años, por fin empezaba a ver una nueva generación de jóvenes afectos por el jazz en la ciudad; la última camada se había hecho vieja, y por ende, el público había sido hasta este momento muy po- bre. Dice el viejo que algunos músicos son privilegiados, puesto que viven y mueren en una pasión de tipo franciscana: En la pobreza, separados de la mundanidad que nos amarra a una realidad que pone en la cima del éxito al que más posesiones tie- ne. ¿Cuanto tardarían estos jóvenes que se ahogan en sus sueños en caer en cuenta que, en verdad, el mundo te golpea con un martillo directo a los meniscos, te tumba y te obliga a levantarte? Hábilmente Malik, que se veía fastidia- do de escuchar al viejo, le dijo: -¡Chimuelo! ¿Qué te parece si mejor prendo un toque para que nos tiremos juntos este Joint , tome mis tambores, y tú hagas magia con la trompeta?. Elías aceptó gustoso, pues tocar era lo que le gustaba más en esta vida. Así, Malik sugirió que tocaran Mistery de Miles Da- vis. Yo no lo podía creer, eran realmente buenos. Siempre he admirado el éxtasis de un músico que acaricia y estrangula su instrumento, mientras con su ritmo nos presentan como canta su alma. Termina- ron y el viejo se fue por el mismo camino obscuro y sin trafico por el que llegó. Quise sacarle un consejo a Malik acer- ca del vacío que me sofocaba por dentro. Pero él ya sostenía, con su mano izquier- da, una vieja edición del Corán, mientras, con la derecha, se forjaba un Blunt repleto de la verde. Parecía haberse olvidado de mi presencia, y si no hubiera dicho que me marchaba (y tomaba mi bultito de cien por el cual había pagado previamente), su mirada nunca se hubiera desprendido de aquellas extrañas letras. Al despedirme crucé el pequeño corre - dor de la sala y abrí la puerta principal, estaba con un pie fuera del departamento cuando Malik rompió el silencio y dijo: ¡Ey tiburón! ¿Entonces, que vas a hacer con la tragedia que embarga tu vida? No se qué provocó la ironía en mi res- puesta, si el haberme llamado tiburón, apo- do, que nome gusta ya queme fue impuesto en el pasado por ser afecto a los arpones ve- nenosos que se producen con coca hervida; o tal vez fue que, por un momento, ya no es- peraba ninguna palabra de aliento de aquél que me pareció por un minuto un presumi- do. Así que le contesté: -¿Quién crees que eres tú para hablar de la vida ajena? Malik, soltó una vez más su risa irónica y me con- testó: -Soy uno de tantos, a los que la vida dio licencia de observarla desde fuera de su bola de cristal. Lo que sé de la vida es nada, pero el no saber nada me permite saber qué es aquello que debo de aprender. Y para sa- ber esto tuve que leerme a mí mismo. Cuan- do salgas asómate a la caja del mail , puede que ahí encuentres parte de la respuesta a lo que te sucede, sea lo que sea. Malik continuó con su ritual intelec- tual y me dijo que trancara al salir. Salí y de nueva cuenta el edificio comenzó a chi - llar al ritmo de mis pasos. Llegué a la sucia caja del mail , después de despegar un par de telarañas y cuidar que mi nariz no se atascara de polvo, encontré una pequeña libreta, del tipo diario. Estaba totalmente en blanco, al igual que mi razón. � ¿Quién crees que eres tú para hablar de la vida ajena? Aula Ibero, foto: Archivo

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3