Contratiempo

18 19 Opinión Opinión “¿Qué ha ocurrido para que la sexualidad haya llegado a ser en las culturas cristia- nas el sismógrafo de nuestra sexualidad?” Y “¿Cuál es la relación entre sexualidad, subjetividad y verdad dentro de las socie- dades occidentales?” Estas preguntas las plantea Michael Foucault para elaborar su exhaustiva obra “La historia de la sexuali- dad”. Y la pregunta encuentra una posible respuesta en un terreno complejo donde se tiene que buscar con cautela. Foucault encuentra un doble fenóme- no en la cultura occidental respecto a la sexualidad: Por una parte, existe un desco- nocimiento del deseo, de la intimidad, del cuerpo a nivel individual, del sujeto de su propia sexualidad. Este fenómeno se es- clareció cuando Freud le encontró nombre en el caso de las mujeres: la histeria. Pero por otra parte, nos encontramos con un “sobresaber” en la sociedad, hay una so- breproducción de conocimiento, estudios, análisis, ensayos y mitos de la sexualidad. Ambos fenómenos conviven y coexisten sin complementarse y sin estorbarse, como si no tuvieran relación alguna. Foucault encuentra aquí una diferencia radical entre la cultura occidental y la cul- tura oriental, pues mientras en occidente el discurso de la sexualidad adoptó de for- ma rápida y temprana una forma “cientí- fica”, que tiene como fin saber la “verdad del sexo”, de forma racional; en oriente el discurso toma la forma de arte erótico, lo importante y lo que ha movido inquietudes es descubrir métodos para obtener un pla- cer más intenso, duradero, compartido. En occidente, nuestro conocimiento de arte erótico es muy pobre, y la mayo- ría de la gente no tiene interés en descu- brirlo. Pero, ¿por qué en occidente hemos dejado tan de lado el aspecto del placer en la sexualidad? Foucault se encuentra con un esquema histórico, comenzando por la antigüedad en Grecia y Roma, donde la sexualidad era libre, se podría hablar de que había un arte erótico. Pero luego vino la Iglesia cristiana a prohibirla, negarla y restringirla con una fuerza que alcanzó a todo occidente, y a pesar de la seculariza- ción, la moral burguesa mantuvo e inten- sificó la moral cristiana. No fue hasta el SXIX, con Freud, que la sexualidad empe- zó a liberarse después de muchos siglos, Sexualidad y dominio de sí Tania Briseño Oliveros pero no se puede hablar de una liberación triunfante todavía. La mencionada moral cristiana o bur- guesa, consiste prácticamente en 3 cosas: Monogamia y fidelidad, en que la única y exclusiva función del sexo es la procrea- ción, y por último en la descalificación del placer, el placer es visto como un mal. La gran aportación del cristianismo a la his- toria de la sexualidad, no fue inventar este tipo de moral, pues antes de este movi- miento teo-político ya existían filosofías de comportamiento ascético. Su mérito fue reforzarlo, propagarlo por más de un continente y arraigarlo profundamente a las sociedades y a los individuos. Esto fue posible, gracias a uno de los aspectos fundamentales del cristianismo: La confesión. Por medio de la confesión, el cristiano hace un examen de consciencia interior, que implica examinar el alma y el corazón y compartir las satisfacciones y desacuerdos con uno mismo, con al- guien más, en la mayoría de los casos, un sacerdote. El cristianismo encontró el medio de instalar un poder de control a través de la sexualidad: se debe desconfiar siempre de ella, pues una fuente permanente de ten- tación y caída. Dice Foucault que “a través de la construcción de una subjetividad, de una consciencia de sí perpetuamente alerta ante las propias debilidades, las propias tentaciones, ante la propia carne, es como el cristianismo ha podido hacer funcionar esta moral”. El cristianismo instauró la vigilancia interior en el individuo, principalmente de la carne porque “la carne es la subjeti- vidad propia del cuerpo, es la sexualidad tomada en el interior de esta subjetivi- dad”, dice Foucault. El filósofo aclara que el cristianismo no proclama un rechazo absoluto a la sexualidad, sino un meca- nismo de poder y control hacia una fuente constante de peligro que provoque salirse de la moral general. Y ¿cómo se llega a la relación de subje- tividad-verdad-sexualidad? El modelo de comportamiento sexual de la moral cris- tiana va más allá que otros modelos en los que lo problemático del asunto era la penetración, que implicaba que la sexua- lidad era relacional y social. El cristianis- mo, con san Agustín, llevó a una represión más intensa y retorcida: De la sexuali- dad en relación con uno mismo. Para San Agustín, no se está suficientemente puro si se tienen pensamientos, sensaciones y roces con uno mismo. Todo esto lo justifica mediante la ex- plicación del sexo en el paraíso. En el pa- raíso, el sexo no tiene la forma epiléptica y horripilante que según él tenemos entre los humanos. Antes de la Caída, Adán con- trolaba a voluntad cada una de las partes de su cuerpo, podía procrear con dominio de sí mismo “su sexo era como una mano que sembraba tranquilamente semillas”, según san Agustín. Pero con la Caída, el Adán intentó ser independiente de la vo- luntad de Dios, y éste lo castigó haciendo que el cuerpo del hombre no obedeciera la voluntad de su dueño, perdió dominio sobre ciertas partes del cuerpo y su sexo fue el más desobediente, pues empezó a sufrir de excitación involuntaria. “El sexo en erección es la imagen del hombre rebe- lado contra Dios”, dice san Agustín. De esta forma, san Agustín inaugura que la libido es una parte de la voluntad que excede los límites que Dios ha fijado inicialmente, por lo tanto, es malo y es ne- cesario examinarse espiritualmente para estar seguros de que la libido no está apri- sionando nuestra voluntad entera. Es de esta forma que el cristianismo contribuye en gran medida a que se haya tenido y se tenga todavía horror o absti- nencia por obtener el mayor placer posi- ble de una relación sexual, que se perciba al sexo como un medio de procreación y que todos sus demás atributos sean su- perfluos, o que se tenga la idea de que para tener pureza se debe estar libre de la sexualidad, con otras personas y con uno mismo, lo cual es prácticamente imposi- ble. La sexualidad como sismógrafo del dominio de sí mismos, ha sido una forma efectiva, sin embargo escalofriante, para tener un dominio de los individuos de una sociedad por parte de un poder más fuerte, sea la Iglesia, sea el Estado. Pero ya evolucionada la época y el tiempo, es im- portante saber que la familia, la seguridad y el orden público no están peleados con la liberación de la sexualidad, es una idea obsoleta que como tal, se debe desechar. Todos los días nos levantamos de nuestra cama y comenzamos con nuestra rutina, sin pensarlo tenemos todo perfectamente planeado y nos olvidamos de darle un giro a nuestro estilo de vida. Las cosas que ha- La Neta Es Chida Pero Inalcanzable José Rubén Hernández Torres cemos las venimos haciendo de mucho an- tes e inclusive podría decirse que nuestra rutina ha terminado con nuestra libertad. ¿Qué tan libres somos? Sería absurdo pensar que alguien controla nuestra vida, Stranger than fiction que alguien decide cada paso que damos y cómo lo damos. Si así fuese qué caso ten- dría vivir, sentir, pensar y disfrutar cada uno de los momentos que hacen especial nuestros días. Esta película plantea una posibilidad para muchos inimaginable, que puede ser considerada simplemente un momento de impertinencia filosófica o una verdadera cuestión existencial. ¿Qué tal si nuestra vida fuese decidida por alguien más, si al- guien estuviese escribiendo cada una de nuestras acciones, narrando nuestros sen- timientos y detallando nuestra vida con la simple intención de contar una historia? Este planteamiento puede llegar mu- cho más lejos. ¿Mi vida es interesante? ¿Cómo puedo hacer que los lectores obten- gan esos momentos en los que no puedes soltar el libro? ¿Tiene algún sentido pensar esto si de cualquier manera la persona que decidirá qué pasará después ya lo sabe de antemano? Sé que todo esto sonará a un pensa- miento sin sentido, sin embargo, ¿qué pasa cuando cambiamos el título de escritor como guía de nuestra vida a Dios? ¿Dios nos deja ser libres? ¿Tenemos un destino preestablecido desde que estamos aquí? Si tuviésemos un destino preestable- cido no tendría razón nuestra existencia, simplemente estaríamos aquí esperando el momento de morir, lo cual eliminaría toda posibilidad de trascendencia y de un infierno, Dios no nos puede castigar por algo que ya sabe que haremos, por lo tanto toda moral pierde sentido y lo único que puede detenernos de obrar como mejor nos parezca es una intervención divina. Una entidad ajena a nuestra existencia no puede controlarnos, sin embargo, no podemos negar por completo la existen- cia de Dios. Conocemos lo suficiente como para dejar de creer en todas las religiones, pero no lo necesario como para no creer en algo. Más allá de esto y sea lo que sea que exis- ta o no exista no tiene porque intervenir en nuestras vidas. Somos libres, utilicemos esa libertad comomejor nos parezca, sin embar- go, no olvidemos responder ante las conse- cuencias de nuestras acciones, todo pasa por algo o alguien, al final nos daremos cuenta que solamente fuimos nosotros. Todo esto lo justifica mediante la explicación del sexo en el paraíso.

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