Contratiempo

16 17 Teatro de indignaciones… Creación y Cultura Creación y Cultura Te invito al Teatro de las Indignaciones, devastadora función que la calle pone en escena, fusión de dolor y miseria. Cuerpos sucios y marginados en la acera, nos presentan una realidad ambigua, ¡!!Ya pagué boleto disfrazado de limosna!!!, Y la indígena me deja ver a través de la exterioridad de sus ojos, que, como remolinos me succionan a las profundidades de un ser que me aterra, tuberías forjadas de tristeza, afluentes de ardiente ácido, que espera ser liberado en un baño de sangre. Así, recorro los pasillos de su alma, sólo dolor y lágrimas adornan las paredes, lágrimas que no compadezco, sino admiro, ellas nunca al exterior se revelan, una dignidad de concreto las mantiene presas, y a reserva exclusiva de su descendencia, ellas son consuelo, son hidratación en unmundo seco de esperanza. José Antonio Lemus Campos Estoy sentada en medio de un cuarto va- cío, la negra oscuridad invade mi cuerpo entero. Siento un inmenso frío, ya no pue- do moverme, mi mente se llena de recuer- dos, sin darme cuenta mis ojos comienzan a derramar lágrimas, estoy empapada y la luz no aparece, me siento perdida. Me he quedado dormida, enmis sueños escucho una voz que me llama a lo lejos y me dice “¿Qué ha sido de ti, hija mía?, ¿por qué te tratas así?, no todo en la vida es tan malo como parece, despierta y disfruta de su hermosura, porque es un regalo único y muy valioso”. Lentamente abro mis ojos y me doy cuenta que estoy sentada en medio de un cuarto lleno de luz, tranquilidad y calidez. Estoy muy confundida, un ligero escalofrío recorremi cuerpo, me levanto, abro la ven- tana y miro al cielo; el sol radiante ilumina el día, las aves vuelan sin parar, siento el suave y frío viento que roza mi cara. Salgo del cuarto sin saber qué hacer, por dónde ir, lentamente me siento sobre las escaleras, todo parece estar muy dis- tinto, todo ha cambiado, el tiempo ha pa- sado, no se detuvo. ¿Cuántotiempohapasado?Recuerdoque antes de encerrarme en ese cuarto oscuro, donde mi única compañía era la soledad, todo era tan distinto, solía sonreír, disfrutar la vida, el momento. ¿Qué me pasó?, ¿qué ha pasado con mi vida?, ¿por qué todo cambió? Me siento tan débil, sin aliento, sin esperan- za y sin fe. ¿Qué será de mí?, al parecer todo ha terminado, ha llegado la hora. Me levanto, mis ojos ven un camino amplio y largo, comienzo a caminar. Es otoño, las hermosas hojas de los árboles caen una por una y cubren la tierra como un manto cubre a un bebé, todo parece ser un sueño pero es la abrumadora realidad. He llegado al lado de un maravilloso río, el agua corre con fuerza y vigor sin mi- rar atrás como el tiempo que pasa y jamás regresa, sin importar lo que se hace o no, sigue adelante. El ocaso del día es hermo- so, veo los rayos deslumbrantes del sol que brillan con tal fuerza como la llama ardien- te, de repente, a lo lejos, oigo mi nombre, alguien me llama, mi alma quiere seguir el llamado de la voz pero mi cuerpo está ate- rrado, está inmóvil y no puedo avanzar. Siento perder la vista, todo es tan bo- rroso, sin darme cuenta me he desvane- cido. Me siento extraña, experimento un sentimiento sin explicación, siento estar Transición Elena Jiménez Díaz en medio de la nada, siento ser nada. Rei- na un gran silencio, suspenso. ¡Una voz, escucho una voz!, alguien me dice “bienvenida seas hija mía, por fin llegas a casa, descansa, ha sido un largo camino”. Comprendí que mi cuerpo ya no existía, pero mi alma seguía ahí, entonces me di cuenta que no era el final, si no el comienzo de una nueva vida. El camino es largo, amplio, complica- do, confuso, misterioso como el camino de la vida: es único. Aunque nada sea como uno lo quisiera o lo desea, en las manos de cada persona está la decisión de vivir el momento de la manera que uno lo prefie- re, el tiempo es efímero, cada día es único así como las gotas de agua que conforman el río, pasan y jamás regresan. Así, como una úlcera maligna, la presión atmosférica en mi entorno estalla; resonando las voces y risas de un público pasajero que se resquebraja por dentro, que con alta frecuencia su ego de vasto intelecto ensalza. Sé que duro es arrancar la seda de ignominia que cubre nuestros ojos, que opaca el corazón y sólo nos permite ver sombras, y bultitos de colores empolvados en la esquina. Muchos rendirán tributo, con gran indiferencia, el ancho de su espalda, y ojos torcidos a estas palabras de veracidad infértil, suplicio de una realidad que nos desgarrara con su filo las entrañas. No trato de hacer falso alarde, de la mecánica que nuestra muerte puede teñir de oro, sólo propongo expulsar de nuestra vida la soberbia que transpiran nuestros poros. Foto: Carlos Orozco

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