Testimonios 2022-2023

11 • cerradas, movimiento restringido, escuelas cerradas y millones de personas experimentando soledad, aislamiento, ansiedad y depresión”. Vista al inicio como una fractura en el engranaje del modelo civilizatorio dominante que ofrecía valiosas oportunidades para impulsar un rediseño profundo de nuestro modo de habitar y relacionarnos en y con el planeta, la pandemia, aunque no significó el punto de inflexión deseado en la historia de la humanidad, ciertamente puso en evidencia los efectos letales de nuestras principales pautas de vida y organización: la explotación sin mesura de los bienes comunes, el desmantelamiento de los sistemas públicos de salud correlativo al adelgazamiento del Estado promovido por la ortodoxia económica imperante desde las últimas décadas del siglo XX; así como la pulsión de explotación y autoexplotación del sujeto contemporáneo promovida por una cultura que entiende la realización humana como “rendimiento”; un rendimiento profundamente individualista que exponencia la dinámica de consumo, que es el indicador privilegiado del éxito en nuestra época. Esos y otros factores que originaron la pandemia y recrudecieron sus impactos siguen ahí después de la declaratoria de fin de la emergencia sanitaria. También sigue abierta la disyuntiva sobre nuestro futuro. Jóvenes de las periferias La violencia, la pobreza, la desigualdad y la COVID-19 han agravado las condiciones de vida de toda la población, pero especialmente la vivencia y las expectativas de futuro de las juventudes en América Latina. Ya en el 2021, en el informe de resultados de su Encuesta sobre Juventudes de América Latina y el Caribe dentro del Contexto de la Pandemia del COVID-19, la ONU llamaba a las sociedades y gobiernos a poner especial atención en los cambios en la vida cotidiana que supusieron las medidas preventivas y de confinamiento motivadas por la pandemia; así como a los impactos producidos en los ámbitos del trabajo, la educación, la salud y la convivencia, que lastraron seriamente las condiciones de vida de las juventudes en nuestros países. Dos años después hemos visto profundizarse las afectaciones en dichos ámbitos: según estimaciones actualizadas de UNICEF, la COVID sumó 16 millones adicionales de niñas, niños y jóvenes pobres en Latinoamérica para un total actual estimado en 87 millones, lo cual ha significado un retroceso de 20 años en los indicadores de pobreza en la región.En nuestro país, si bien el comportamiento de la economía durante la pandemia y el proceso de recuperación posterior han sido comparativamente mejores que en el resto del subcontinente, los retos que el Estado y la sociedad deben enfrentar consistentemente para poder ofrecer a nuestras juventudes posibilidades verdaderas de agenciamiento y realización integral son enormes. Especialmente en los ámbitos de educación, salud integral, empleo digno y, por supuesto, seguridad. La violencia, la pobreza, la desigualdad y la covid-19 han agravado las condiciones de vida de toda la población, pero especialmente la vivencia y las expectativas de futuro de las juventudes en América Latina.

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