• 10 Asimismo, diversos especialistas estiman que la brecha salarial entre las personas mayores de 29 años y la población trabajadora con edades inferiores a los 29 años es superior al 10%, debido a lo cual se habla de una condición de adultocentrismo dominante en el mercado laboral, que somete a las juventudes a un trato desigual que se refleja no solo en menores salarios sino en mayores problemas de inserción y estabilidad laboral, trato discriminatorio por sus opciones y apariencia; y un menor acceso a prestaciones sociales, por no hablar de la enorme carga que supone la transferencia a las juventudes del costo de la manutención del sistema de pensiones de las generaciones anteriores. Frente a este contexto, la educación sigue siendo en nuestro país un factor de mejoramiento de las condiciones laborales de las juventudes, con tasas de informalidad casi 25% más bajas e ingresos 20% mayores que los de la población que no accedió a los estudios universitarios. Por ello es motivo de interés prioritario para nuestro país garantizar que el derecho a una educación pertinente y de calidad sea vigente para todas y todos, como hemos buscado hacer en nuestra Universidad, no solo brindando algún tipo de apoyo educativo al 63% del alumnado de licenciatura, sino, también articulando esfuerzos transversales para acompañarles y prevenir los riesgos de interrupción o abandono de sus trayectorias, pues, sostenemos con Ellacuría que las universidades, y particularmente las de gestión privada, no pueden limitar su acción a brindar una carrera profesional a un núcleo ínfimo de la población que ya tiene acceso a determinados privilegios, pues eso significa limitar las potencialidades de servicio que la universidad puede brindar a toda la sociedad. Ello es tanto más importante si advertimos las cifras oficiales del ciclo escolar 2022-2023, que revelaban que solo 4 de cada 10 personas de 18 a 22 años se inscribieron a la Universidad, en tanto que la cobertura a nivel nacional de la educación media superior es actualmente del 78.4%, cifra que muestra una disminución respecto de los niveles previos a la pandemia, que rozaban el 85%. No obstante, más allá de la cobertura, quizá el dato que mejor ilustra las dimensiones del problema que enfrenta nuestro sistema educativo es la eficiencia terminal, pues Sostenemos con Ellacuría que las universidades, y particularmente las de gestión privada, no pueden limitar su acción a brindar una carrera profesional a un núcleo ínfimo de la población.
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