58 / INICIATIVAS PARA LA SUSTENTABILIDAD Y EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN EN LA IBERO PUEBLA civilizatoria que vivimos (Ríos, 2019): el modelo de desarrollo, la degradación ambiental y la cultura del descarte. El hecho de producir indiscriminadamente sin cuidado y sin respeto al medio ambiente, sin considerar la satisfacción efectiva de las necesidades y teniendo como único fin la obtención de utilidades desmedidas, nos ha llevado a una crisis civilizatoria que amenaza la vida en nuestro planeta. La degradación ambiental es producto de esta visión de utilizar sin límite los bienes comunes, sin una conciencia de preservar y regenerar. Si algo no nos gusta, lo desechamos. Si algo deja de servir, lo tiramos y compramos otra cosa nueva. Se tiran cada día millones de toneladas de objetos, alimentos, muebles, ropa, materia prima, sustancias, materiales que ya no son requeridos o deseados. Tan solo en alimentos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 2018) reporta el desperdicio de 1,300 toneladas anuales de alimentos producidos para el consumo, en los procesos de cultivo, producción y procesamiento, hasta llegar al consumidor final, en un planeta con recursos limitados, con altas emisiones de carbono y donde una de cada nueve personas en el mundo padece inseguridad alimentaria. En este sentido, la obsolescencia, que consiste en limitar la vida útil de los productos para obligar a su reposición, ha llevado a que los objetos sirvan por poco tiempo para que la cadena productiva permanezca y el consumo no se interrumpa. La ONU reporta que, en 2018, el mundo generó 450 millones de toneladas de residuos electrónicos. Sólo una pequeña porción de los restos de equipo de cómputo, teléfonos, baterías son reciclados correctamente, pese a tener un alto valor económico. En palabras de Boff: “El hombre moderno no ha cultivado una actitud de cuidado para que tales recursos sigan existiendo, sino que ha optado por el derroche y el desperdicio de los mismos” (Boff, 2013: 86). El modelo de desarrollo ha conllevado a la degradación ambiental. No sólo es preocupante el daño a los ecosistemas y a las comunidades que dependen de ellos, esto también afecta a las ciudades. Entre otros efectos destacan la contaminación del suelo urbano, el manejo deficiente de residuos (Gudynas, 2009), la dependencia de la materia y energía que extraen de la naturaleza, y la contaminación de agua producto de utilizar los ríos como descarga. En este mismo sentido, los datos de la ONU (2018) muestran que 68% de los habitantes del planeta vivirá en zonas urbanas para el año 2050. En el caso de América Latina y el Caribe presentan un índice de urbanización de 81% (ONU, 2018). Las ciudades se enfrentan a la demanda de servicios como alojamiento, transporte, energía, servicios educativos, empleo, así como el volumen y la gestión integral de sus residuos. De acuerdo al especialista en economía circular y presidente de International Society of Waste Management, Air and Water, Sadhan Kumar Gosh (2017),
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