INICIATIVAS PARA LA SUSTENTABILIDAD Y EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN EN LA IBERO PUEBLA / 23 La idea de progreso y de lo que es digno Tras las expresiones encontradas de “baño digno” o de “para evitar que el humo ensucie”, hay una idea de progreso muy ligada con la concepción de lo que es digno para el ser humano y lo que no. El imaginario de la modernidad trajo consigo la idea de progreso, la tecnologización de la vida, que generó a su vez la falsa idea de que la humanidad todo lo puede y, por tanto, que los humanos pueden controlar la naturaleza y manipularla. De esta forma ya no es el espacio natural lo que determina lo que los asentamientos humanos pueden hacer o no en un territorio, sino lo determinante es lo que los humanos quieran hacer de ese espacio; de tal forma que la humanidad se dedicó a “corregir” las “fallas” de los espacios a lo que consideran necesitar (Porto, 2001). Es así que la idea de progreso y de desarrollo implica alejarse de los espacios naturales, entre más apegada esté una forma de vida a lo natural más rústico o retrógrado se percibe. Por eso la propuesta de un sanitario de tierra y agua, y de una estufa que humea y “ensucia las paredes” se percibe como poco digno para un humano, ya que se aleja del imaginario presente de humanidad que usa la tecnología para vivir mejor y que supera a la naturaleza a través de la manipulación instrumental: el concepto actual de humanidad ignora frecuentemente que es también naturaleza. La ignorancia de nuestra propia naturaleza ha hecho que el progreso y la tecnologización de la vida haya distanciado a la humanidad de lo natural, y que sólo sea valorado lo natural como materia prima para convertirla en utensilios de consumo que mantienen la dignidad o estatus de humano. En contraposición a esta postura tan arraigada en el imaginario social surge el concepto de decrecimiento, como una crítica radical al desarrollo (Latouche, 2008). Este término aparece en escena para mostrar formas alternativas de estar que implican volver a formas más naturales, en reconocernos como naturaleza y a tomar medidas urgentes para frenar las consecuencias socioambientales ocasionadas por la modernidad bajo la bandera de progreso y desarrollo. Volver a lo natural, entender el concepto de decrecimiento y practicarlo implica un cambio de estructura no sólo social sino en el ámbito personal, ya que implica modificaciones de hábitos y conductas. Como mencionaba Leff hace veinte años: “alcanzar la racionalidad ambiental es una utopía forjadora de nuevos sentidos existenciales; conlleva una resignificación de la historia, desde los límites de la condición humana y las condiciones de vida de la naturaleza” (2000: 6). Como se observó en las reacciones de las personas que estaban apostando por viviendas con ecotecnias, lo que implicaba ciertos cambios de imaginarios y de hábitos no es una transición sencilla, ya que trastoca los principios de lo que se considera humano y digno. Generar conductas en pro de la sostenibilidad requie-
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