Iniciativas para la sustentabilidad y el cuidado de la casa común en la IBERO Puebla

INICIATIVAS PARA LA SUSTENTABILIDAD Y EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN EN LA IBERO PUEBLA / 119 cosas mismas las que nos convocan y nos evocan. Un mundo primero nos interpela y, después de ese encuentro nacen nuestra praxis como universidad. Es desde este encuentro con la realidad, que “el ser humano necesita redescubrir su lugar en esa comunidad global, al lado de otras especies y no fuera o encima de ellas” (Boff,1996: 138). Ante esto, este espíritu que asume una Universidad Jesuita, cada vez con mayor fuerza, tiene el compromiso y preocupación con el medio ambiente; abdicando de una mirada antropocéntrica, pues no se trata de enfocarnos solamente en la formación personal del estudiante para la adaptación de una sociedad, ajena a la realidad y al entorno donde habita. Esto no quiere decir que tengamos que renunciar a nuestra singularidad, sino que uno de los compromisos fundantes que tiene la Universidad Jesuita es la necesidad de replantear nuestra existencia en relación con y en el mundo. Expuesto, grosso modo el espíritu de una Universidad Jesuita, ahora lo que nos interesa es direccionar nuestra mirada a la construcción de subjetividades que forja una espiritualidad, si bien habíamos dicho que la espiritualidad tiene que ver con el modo de sentir, pensar, imaginar y creer, en relación con la realidad. Sin pretender profundizar y ampliar, la espiritualidad se forja en la interrelación que tiene el ser humano y su contexto social y natural. El espíritu de nuestra subjetividad brota desde una construcción histórica-cultural. Nosotros los humanos, comprendemos, sentimos y actuamos dependiendo de nuestro modo de habitar el mundo. En este sentido, podemos decir que existen diferentes espiritualidades y dependen de la manera en que el ser humano se relaciona con su entorno. Dicho esto, podemos afirmar que hay espiritualidades que nos deshumanizan. Una de ellas es el espíritu que sostiene este sistema capital en el que nos encontramos inmersos, provocando despojo y violencia. La lógica que provoca este espíritu de acumulación capital, históricamente se ha manifestado por una dinámica de expansión, control y apropiación de la naturaleza humana para convertirla en valor y, de esta manera, garantizar su reproducción. Nutrir esta espiritualidad es seguir nutriendo a políticas extractivistas para el control, explotación y mercantilización de la naturaleza. En esta misma línea, Mina Lorena Navarro, ha desarrollado la noción de despojo múltiple: analizando los efectos ecosistémicos, económicos, políticos y subjetivos-culturales que produce este espíritu capitalista. En la actualidad, estos despojos se han radicalizado, junto con la acentuación de la violencia, como estrategia crucial, que articula el capital para gestionar su dinámica y, provocando “desestructuración del tejido social, la erosión y captura de las regulaciones comunitarias de autogobierno y la expropiación de las capacidades políticas de decisión y autodeterminación” (2019: 32).

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