Iniciativas para la sustentabilidad y el cuidado de la casa común en la IBERO Puebla

116 / INICIATIVAS PARA LA SUSTENTABILIDAD Y EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN EN LA IBERO PUEBLA En esta misma dirección, el camino espiritual de una universidad tiene que ver con el irnos, en comunidad, decidiéndonos en el mundo. Pero también tiene que ver con la capacidad de irnos abriendo al mundo. Nuestras decisiones siempre incluyen, nos guste o no, de una u otra manera, a los demás y al mundo en el que nos encontramos. Esta apertura y esta decisión de la que nos hacemos cargo es la que posibilita la manera de interpretar la vida, es decir, de comprenderla. En resumen, la espiritualidad es una forma de asumir nuestra vida. En este sentido, nuestro espíritu se va forjando en aquello en lo que nos posicionamos a cada instante. Es decir, nos vamos construyendo espiritualmente, a partir de la manera en que habitamos el mundo. Es así como entendemos la espiritualidad como esa apertura a la que otorgamos significatividad. Ahora bien, el espíritu de la Universidad Jesuita se posiciona queriendo responder e incidir en las circunstancias históricas. Para Ellacuría (1999), la universidad se debe de caracterizar por su espíritu crítico, es decir, por su fundamento de ética y racionalidad, que no puede estar sujeta a una docencia neutral, atemporal y ahistórica. El espíritu de una Universidad Jesuita tiene que ver con la sensibilidad de dejarnos tocar por la fuerza de las problemáticas que vivimos. Tal como afirma Peter-Hans Kolvenbach, S.J.: Los estudiantes a lo largo de su formación, tienen que dejar entrar en sus vidas la realidad perturbadora de este mundo, de tal manera que aprendan a sentirlo, a pensarlo críticamente, a responder a sus sufrimientos y a comprometerse con él de forma constructiva. Tendrían que aprender a percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar en favor de los derechos de los demás, especialmente de los menos aventajados y de los oprimidos (2000: 8). En efecto, para una Universidad Jesuita, las experiencias cruciales siempre se dan cuando tenemos las defensas bajas, cuando dejamos que nos atraviese la cruda realidad de este mundo. Cuando la comunidad universitaria se deja interpelar por esa repentina irrupción de lo real, nos asalta por sorpresa, las circunstancias nos aprietan, nos incomodan, pero la deformación que producen las contingencias en nosotros, en el fondo, nos van formando como una universidad Jesuita dispuesta para incidir en la realidad con mayor conciencia. Por lo tanto, la reflexión intelectual de una Universidad Jesuita se realiza a la intemperie, desde el encuentro con lo desconocido y no en el encierro de un escritorio, o encapsulados en las aulas asegurando y reafirmando nuestras propias certezas. El filósofo Luis Sáez Rueda, en su libro Ser errático, nos dice que, “estamos situados en el espacio abierto de una pregunta de fondo de la cual depende dicho modo y que permite interpretar en una determinada dirección” (2009: 53).

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