Iniciativas para la sustentabilidad y el cuidado de la casa común en la IBERO Puebla

INICIATIVAS PARA LA SUSTENTABILIDAD Y EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN EN LA IBERO PUEBLA / 115 institucionales o fijándose simplemente en la ejecución de ciertas normas establecidas, sino que se forja dependiendo del modo en que la comunidad universitaria adopta una postura al momento de encontrarse con su realidad. El espíritu universitario no lo tiene la institución, sino las personas que la integran. Así, el espíritu de cada integrante, se acrisola dependiendo de la relación que tiene con el mundo. Es un elemento vital, no podemos interpretarlo como algo negociable que podemos quitar o poner a nuestro antojo. Más bien, el espíritu universitario está en el centro mismo de nuestras vidas al momento de formar parte de la comunidad. El espíritu se va forjando a partir del modo en que nos posicionamos ante el mundo. Esto quiere decir que los humanos nos vemos obligados a relacionarnos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos. A partir de esta relación, experimentamos tensiones que nos inquietan la vida. En términos generales, la espiritualidad es lo que hacemos con esta inquietud. La espiritualidad, entonces, no se puede reducir a la capacidad de elegir de manera serena, ecuánime y racional ciertas actividades religiosas. El espíritu no podemos reducirlo a lo moral, encasillarlo en un lugar, ni ponerle un determinado horario. La espiritualidad, por el contrario, tiene que ver con la posibilidad de hacernos cargo de nosotros mismos. Pero no existe una sola manera de hacernos cargo de nuestra existencia. Nuestra realidad humana está en apertura. Siempre estamos en construcción, nunca estamos acabados, no existe una finalidad a priori que dicte nuestra naturaleza humana. Nos asumimos como sujetos inconclusos pues nuestra subjetividad no está programada o regida por nuestros instintos. No tenemos nada determinado y nos vemos obligados a hacernos a nosotros mismos en un mundo abierto. En este mismo sentido, el espíritu de una Universidad Jesuita siempre está en apertura, es decir, siempre está por hacerse, construirse y formarse. No sólo se trata de llegar a unas metas establecidas estratégicamente, sino de aprender a caminar en un mundo común con un espíritu compartido. La vida universitaria, donde se consolida el espíritu, tiene una itinerancia, es un dinamismo procesual, no un lugar sedentario. La universidad (como todo ser humano) siempre está en construcción. La radicalidad de nuestra humanidad abierta exige, en todo momento, decidirnos, ya sea, por ser de esta forma o de aquella otra: cualquier decisión que realicemos es un momento de clausura, es decir, de alguna manera cerramos las posibilidades que nos demanda nuestra humanidad en apertura, sin embargo, esa misma decisión que hemos hecho nos posiciona en apertura nuevamente. En términos de la filósofa Hannah Arendt (1993), estamos llamados a operar en estado naciente. No hemos venido al mundo sólo para morir, sino para comenzar algo nuevo: somos una constante tarea.

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