INICIATIVAS PARA LA SUSTENTABILIDAD Y EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN EN LA IBERO PUEBLA / 113 Colocando lo “superior” de la educación en una simple antesala, para adaptarse al cambio acelerado de la vida laboral. Limitándose a ser un simple objeto de mercado y competencia (Garza, 2017). Es necesario recuperar una reflexión en torno a nuestra misión como institución educativa para repensar su identidad, tomando en cuenta la memoria histórica de nuestras acciones y reflexiones. Pensar nuestra identidad universitaria no es elucubrar, no es un movimiento abstracto. Pensar seriamente es preguntarnos quiénes somos y qué queremos y, esto, implica forzosamente dejarnos tocar por las problemáticas de la realidad. Pensar es detonar un encuentro con los demás, con las situaciones complejas, con las cosas no resueltas, con las relaciones que vamos forjando con el mundo y con los demás y, desde ahí, dejar que esas circunstancias nos planteen aquellos verdaderos problemas que debemos tomar en cuenta para resignificar nuestra misión universitaria. La Universidad Jesuita no es un ente estático, sino un proyecto que se gesta a partir de los problemas que emergen de su realidad histórica. La potencialidad de la reflexión y posición la detona desde el contacto con el mundo abierto, dinámico y complejo. Son los problemas reales los que nos dan qué pensar y que nos hacen ser lo que somos. Son los problemas mismos los que nos despiertan para asumirlos y atenderlos. Atender los problemas que nos confrontan, no necesariamente implica perdernos en ellos, sino cargar con ellos: implica compromiso y responsabilidad, teniendo conciencia de que la realidad es una condición de posibilidades abierta, que no está determinada o programada, sino que está inacabada, para que nosotros, los actores sociales, podamos intervenir y brindar alternativas diferentes para podernos comprender y habitar el mundo de una mejor manera. Héctor Garza, S.J. (2017), en su libro Senderos en la niebla, nos dice que “cargar con esos problemas es asumirlos como incentivo para realizar su esencia, esto es para pensar, y así, para abrir nuevas posibilidades de ‘vida buena’” (: 23). Hablar de recuperar y resignificar la identidad universitaria es hablar del cultivo y la manifestación de una lucidez espiritual. Y hablar de lucidez espiritual no es hablar metafóricamente o pensar algo en abstracto, sino que implica la manera en que nos asumimos como personas y nos enfrentamos con las cosas, con los demás y con nosotros mismos. Tiene que ver con la riqueza y la vivacidad de los integrantes que forman parte de la comunidad universitaria que se fortalecen en una tierra fértil; donde crecen nuevas comprensiones del mundo y en donde se reinterpreta la vida, cuestionando cúal modo de vida queremos asumir y qué valores van a vertebrar nuestro proyecto universitario. Esto quiere decir que nuestra manera de entender al mundo no está dada, no está definida de una vez por todas. Nuestra ocupación en el mundo es reinventarnos siempre de nuevo. En este sentido, propongo una sencilla pero sincera
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