ECONOMÍA CIRCULAR COMUNITARIA: EXPERIENCIAS DE APLICACIÓN EN MÉXICO / 7 INTRODUCCIÓN Durante la Revolución Industrial se dio un incremento notable en el desarrollo de nuevas tecnologías que permitieron aumentar la producción, lo que provocó un rápido crecimiento económico.A partir de esta etapa se ha acentuado una dinámica lineal en el consumo, la cual consiste en extraer las materias primas, procesarlas y transformarlas en productos que serán distribuidos para su venta, y una vez acabada su utilización, se desechan. Durante la Segunda Guerra Mundial se normalizó la utilización de plásticos y de productos desechables, siendo éstos símbolos de estatus económico. Ante esto, la acumulación de basura, tanto de plásticos como de otros materiales empezó a ser una constante en nuestras vidas. Más adelante se hicieron comunes los artículos de un solo uso, y en el siglo XXI parte del éxito de muchas empresas ha sido la venta de nuevos modelos debido a la obsolescencia programada, que consiste en que los artículos, después de cierto tiempo de uso, dejan de funcionar y no hay manera de repararlos. Lo cual implica tirarlos o almacenarlos y comprar otros nuevos. México no ha sido ajeno a los impactos adversos del crecimiento económico lineal que lo ha vulnerado. En 2016, alrededor de 43.6% de la población vivía en condiciones de pobreza (53.4 millones de personas) y cerca de 8% lo hacía en condiciones de pobreza extrema (9.4 millones), con acceso limitado a los servicios de salud, la educación superior y el empleo digno (Semarnat, 2018). En 2020, este número ascendía a 43.9% de la población en condiciones de pobreza, 55.7 millones de personas, y 35.4% de pobreza extrema, 44.9 millones de personas (Coneval, 2020). Sin embargo, en la medida en la que la población y el producto interno bruto (PIB) nacional crecieron, lo hicieron también la emisión de contaminantes y la pérdida de la superficie de muchos ecosistemas naturales (figura 1). Entre 1993 y 2015, las emisiones de bióxido de carbono crecieron cerca de 54%, la generación de residuos sólidos y aguas residuales industriales en 44% y 37%, respectivamente, y se perdieron alrededor de 7 millones de hectáreas de bosques y selvas. En 2022, de acuerdo con la información revisada, estas tendencias persisten (Semarnat, s/f).
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