Derechos Humanos / Anuario Edición 2022

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2022 83 grados de engaño (vicios del consentimiento). Las víctimas ignoran las condiciones en que van a trabajar y la mayoría de las veces prevalece la deuda, que es el artilugio de los captores para someter a las víctimas. Los distintos factores que generan feminización de la pobreza (Coomaraswamy, 2003; CNDH-CEIDAS, 2009) contribuyen directamente al aumento de la migración femenina y, por lo tanto, a la presencia cada vez mayor de mujeres en los circuitos transfronterizos (Sassen, 2003). Con la captación, apenas inicia la pesadilla (Torres, 2016: 95-129). A partir de estas premisas, es evidente que la trata de personas es un proceso en el que se enlazan distintas actividades criminales, incluida la desaparición. Sin duda, el elemento fundamental que comparten estos delitos es la impunidad, y con ello, la falta de acceso a la justicia; por eso es de suma importancia abordar ambas problemáticas de manera integral, con perspectiva de género, tomando medidas realmente efectivas para prevenir la desaparición forzada y combatir la trata de personas. Vida y memoria de las personas desaparecidas Este apartado busca ser un contraste con los datos previos, apela a la personificación por encima de la numeralia; por ello, la publicación coordinada por Jorge Verástegui (2018) es citada para reivindicar la vida y memoria de las personas desaparecidas. Definitivamente sería inviable para los fines de esta publicación retratar cada una de las historias de las miles de personas desaparecidas en nuestro país; sin embargo, los casos retomados nutren y reivindican la búsqueda de familias, no sólo de sus seres queridos desaparecidos, sino también de justicia y verdad. A la desaparición de una persona le sigue el que su vida se convierta en la historia de una persona desaparecida. La acompañan en esa transformación un sinfín de preguntas, cuya respuesta es demasiado tardada, o bien simplemente inexistente. Se va tejiendo con esa carencia un relato marcado por la angustia de quien se pregunta todos los días dónde está, sin poder averiguarlo. Esta red de incertidumbre desconoce el nombre de quienes la conforman; sólo tiene por cierto que al rostro de aquellas personas lo acompañará siempre una palabra: desaparecida. Su propia historia no le pertenece más. Sólo restan las memorias de quienes les recuerdan. Y, sin embargo, la búsqueda sigue: ya sea entre las montañas de papel burocrático disfrazadas de investigaciones, en las anécdotas desteñidas por el sol de los desiertos, o en el hedor de las fosas clandestinas. Incluso en el fragmento de lo que un día fue una persona se pueden alojar, al mismo tiempo, dolor, nostalgia y alivio (Verástegui, 2018: 7). Cada detalle de cada una de las historias de vida de las personas desaparecidas es importante, y lo es no sólo para la familia, para los colectivos, para la búsqueda misma. Sin duda, son relatos estremecedores de una realidad profundamente doliente, donde la aflicción va en ascenso cada día. No obstante, los colectivos reivindican la vida y memoria de sus desaparecidas y desaparecidos, así como su propia vida y lucha política; hablan desde el

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