Derechos Humanos / Anuario Edición 2022

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2022 13 y meter a la cárcel a quien sea, sin pasar por un proceso de juicio ni presunción de inocencia. Uno puede ir a la cárcel sólo por tener vínculos distantes con algún sospechoso de ser pandillero o porque simplemente le cae mal a un policía o un soldado. Luego de que con los Acuerdos de Paz de 1992 se había logrado establecer una Policía Nacional Civil, hoy se ha regresado a los tiempos de una policía militarizada, a favor de las élites y lejana a trabajar colaborando con la población. También los derechos de las víctimas del conflicto armado han quedado violentados, sobre todo el derecho al acceso a la justicia y la reparación de los daños, ya que a juicios muy importantes y necesarios, como el de la matanza de El Mozote, se les ha cambiado de juez y en general el presidente Bukele ha tomado una postura muy a favor de la Fuerza Armada, ya que no le conviene entrar en conflicto con esta si quiere mantener el poder. Cuando el gobierno de Nayib Bukele reabrió el juicio del caso jesuitas en 2022, pareciera que se quiso echar toda la culpa intelectual del caso al expresidente Alfredo Cristiani y se buscó reducir la culpa de figuras vinculadas a la Fuerza Armada, como René Emilio Ponce y otros autores intelectuales vinculados directamente con la orden de asesinar a los jesuitas y que fueron nombrados por la Comisión de la Verdad que se organizó luego del conflicto armado. Mauro Izazaga: El estado de excepción es claramente una violencia contra la dignidad de la persona y los derechos humanos. ¿Cuál es su perspectiva al respecto? ¿Tendrá un final pronto dicha situación? Francisco Samour: Si este estado de excepción termina pronto, lo difícil va a ser que se mantengan los niveles bajos de violencia y delincuencia, porque antes el gobierno tendría que cambiar el enfoque de la represión a la reconstrucción del tejido social. El estado de excepción va dejando a su paso una gran estela de resentimiento, desde vendedores callejeros y ambulantes que han sido despojados de sus negocios a la fuerza para embellecer el centro histórico de San Salvador, hasta cientos de jóvenes que han sido capturados y en algunos casos asesinados por las mismas autoridades durante el régimen de excepción. Todo esto va dejando nuevas cicatrices en el tejido social salvadoreño, que ya estaba bastante maltrecho luego de la guerra civil y con el surgimiento de las pandillas, que son el más claro síntoma de que la sociedad salvadoreña aún está necesitada de un proceso de sanación y perdón que ningún gobierno se ha dispuesto a llevar a cabo. La popularidad del estado de excepción entre la población salvadoreña es un síntoma de que los salvadoreños aún no hemos aprendido a dialogar para resolver nuestros problemas; un mal que nos afecta desde antes de la guerra civil. El hecho de que tenga tanta aceptación de la población es señal de que los salvadoreños aún no hemos aprendido a perdonar, a sanar y a buscar nuevas dinámicas sociales que permitan que nuestras comunidades puedan realmente ser las protagonistas de su propio bienestar y desarrollo.

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