Derechos Humanos / Anuario Edición 2022

120 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2022 Sin embargo, esta discriminación para el acceso a la salud también se ve motivada por otros factores como las prácticas sexo afectivas. Tal fue el caso, como recuerdan Ugarte y Miranda, es un ejemplo de esta discriminación, ya que no sólo afecta la salud, sino que se ha utilizado como pretexto para aumentar la violencia contra las comunidades lgbtttiq+ en una suerte de superioridad moral o de juicio divino. Es importante destacar que, “si bien la población discriminaba a los infectados, esta enfermedad no discriminaba a los que infectaba” (2004: 2), subrayando así la injusticia y los estereotipos injustos en torno a esta enfermedad. VIOLENCIA MÉDICA PARA LAS COMUNIDADES LGBTTTIQ+: FACTOR MONKEYPOX México ha avanzado en los últimos años para abordar una variedad de cuestiones relacionadas con las identidades y la autodeterminación de los cuerpos, a través de legislaciones como la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (2003) y la Ley General de Desarrollo Social (2004). Además, se han realizado reformas a leyes clave como la Ley Federal del Trabajo (1970) y la Ley General de Salud en lo que respecta a los servicios de atención médica (1986). En ese sentido, dichos avances se han reflejado en instrumentos como la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, enadis 2010, donde se señala que las y los entrevistados “perciben más intolerancia de la policía y la gente de su iglesia o congregación, en contraste con la que perciben de su familia, sus amigos y los servicios de salud” (conapred, 2017: 48). Aunque pareciera un escenario propicio legalmente para el acceso a la salud de las comunidades lgbtttiq+, resulta cuestionable en la práctica y la percepción de sus integrantes, como lo sucedido durante la reciente pandemia. En el informe a la Asamblea General de la onu, El impacto de la pandemia de covid-19 en los derechos humanos de las personas lgbt, se señala a la pandemia como un evento que “reproduce y exacerba los patrones de exclusión social y violencia” (onu, 2020: 1). Este informe realizado mediante encuestas a más de 1,000 personas de 100 países durante el 2020, señala que la violencia durante la cuarentena se transformó en una preocupación real relacionado a la inestabilidad económica, mental, y “un aumento de la demanda de asistencia psicológica [..] que se han cuadruplicado las cifras de llamadas en las que una persona les contacta por contemplar el suicidio” (2020: 1). Asimismo, el informe abunda sobre las disparidades sociales a las que están sujetas las personas que se identifican con estas comunidades, siendo que sus sectores de empleo se vieron coartados al considerarse como no esenciales; la criminalización que utilizó a la pandemia como una excusa para acusar de conductas no heteronormadas; la demonización que nuevamente hizo foco en las comunidades para acusar sin fundamentos las responsabilidades como otrora se hizo en la efervescencia más mediática del vih. Este estigma que relacionó a una enfermedad con un sector de la población respecto a sus prácticas sexo afectivas, continúa reproduciéndose a otras escalas. Tal es el caso de la viruela símica, una enfermedad que si bien no reúne las condiciones de contagio que su predecesora covid-19, o el propio sida, que encendieron las alarmas en el mundo, evidencia las condiciones en las cuales los sistemas de salud no se encuentran preparados para afrontar este tipo de enfermedades, siendo este reto una fórmula para hacer notar las condiciones políticas y socioculturales para la lucha contra las enfermedades y el tratamiento que como sociedad y sistema de salud se le da a las y los contagiados.

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