DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 99 mento técnico. Este concepto nos permite pensar el gobierno de la sociedad como un dispositivo de relaciones de poder que incluye el Estado, pero que no se restringe solamente a él, sino que lo excede, va más allá del Estado, como podemos ver en nuestras sociedades actuales. Así, el neoliberalismo no se presenta sólo con un modelo de administración económica, más bien se muestra como un ejercicio de configuración, es una manera de poder mucho más complejo. En suma, hay que advertir sobre la importancia de poner “nombre y apellido” a los distintos actores, diferenciar grupos, pensar en cómo se configura el “bloque hegemónico” en cada situación. En definitiva, hay que preguntarnos ¿cómo se articula lo económico, lo político, lo social y lo subjetivo en cada caso? Y el hilo que articula todos estos elementos es la imaginación que se encarna en nuestra narrativa. En este sentido, es sumamente importante tener espacio para pensar en las narrativas de las resistencias y en concreto habrá que preguntarnos cómo narrar las violencias del orden neoliberal, y cómo construir una mirada que deje latir las resistencias. Ana Cacopardo,3 desde su experiencia en construcción de narrativas audiovisuales, propone un conjunto de ideas que podrían apuntar en esa dirección. La primera sería la importancia de situar, historizar y territorializar víctimas y violencias, ponerles nombre y apellido. Establecer genealogías de las luchas e historizarlas. Un segundo elemento es construir una reflexión sobre las categorías que usamos para nombrar las violencias. Preguntarse por cómo nombrar, qué categorías usar, cómo las habitan los/as propios/as actores/as sociales, es clave para dejar latir esas resistencias, en la manera en que se narra se sitúa y el sujeto se posiciona. El tercer elemento sería tener una mirada interseccional sobre las violencias. Género, clase y raza es un triángulo que nos permite pensar su configuración y a dicho triángulo, en distintos contextos, se le sumarán otras dimensiones. El cuarto, y este punto es el que, en lo personal, se me hace más significativo, sería el de habitar los territorios para contarlos, para comprender, para aprender cómo las personas hacen lo que hacen. El quinto elemento, nuclear para fomentar la resistencia, es enfocar la mirada en las narrativas testimoniales y reconocer que tienen un enorme papel político. La voz testimonial permite reconocer la reconfiguración de las violencias desde la voz de quienes la viven, que al mismo tiempo que se reconocen, se desnormalizan. También permite reflexionar sobre las identidades políticas y reconocer las prácticas resistentes que se dan en los territorios. Esas voces no son voces de víctimas arrasadas, esas víctimas toman dicha categoría porque buscan el reconocimiento social y político del dolor, pero no son pasivas, son víctimas, pero sobrevivientes que resisten. El sexto elemento sería pensar la memoria en la acción política resistente del presente. Es decir, cómo los distintos actores sociales articulan en el presente un conjunto de memorias, en renovados montajes, produciendo articulaciones novedosas y diferenciadas respecto de prácticas resistentes que los grupos han desarrollado históricamente. Haciendo un ramillete de estos elementos, podemos entender las resistencias desde su dimensión creativa, es decir, relevar no sólo su potencial de confrontación con el poder y la dominación, sino también su dimensión afirmativa a través de la imaginación política. Es desde este último elemento que puede conectarse muy bien el siguiente capítulo. 3 Para profundizar, véase https://www.youtube.com/watch?v=wgNe5Eay5hw&t=4s
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