Derechos Humanos / Anuario Edición 2021

74 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 lgbt+ actuales, las cuales se enredaron con diversas organizaciones sociales en el marco de un proyecto democrático populista. Si nos situamos en nuestro contexto histórico, no podemos desconocer que en la Argentina contemporánea –al menos, desde el primer peronismo a esta parte– el lenguaje de los derechos tiene una impronta plebeya: no remite al sujeto político del liberalismo europeo, sino a una incesante litigiosidad por la igualdad, el empoderamiento y la inclusión social de los grupos más desventajados. En esta plataforma ideológica, inscribió la Presidenta la reglamentación de la ley de identidad de género, en un acto donde el Estado argentino también reconoció a lxs hijos de parejas homosexuales nacidxs antes de la Ley de Matrimonio Igualitario. En su libro Sinceramente, Cristina Fernández de Kirchner evoca aquella arenga: se trató de un día de inmensa reparación y de igualdad, porque a partir de ese momento una enorme cantidad de hombres y mujeres tuvieron los mismos derechos que millones de argentinos y argentinas habían tenido desde el día en que nacieron. La igualdad es el basamento en el crecimiento de toda sociedad y es tan importante como la libertad. En este tema, no me gusta la palabra “tolerancia”. Me da como que “tengo que aguantar” a los diferentes a mí porque no me queda más remedio y por eso siempre preferí hablar de igualdad. Ese día fue especial porque las personas presentes cantaban y repetían esa palabra: “¡Igualdad! ¡Igualdad!” (2019: 314). Conclusión Inscriptas en un contexto de politización expansiva a partir de las cuestiones sexogenéricas, las actuales demandas de inclusión social formuladas por el colectivo lgbt+ –como lo es la lucha por el cupo laboral/inclusión integral/ reparación histórica travesti/trans– significan una reparación histórica fundamentada en la igualdad de oportunidades y el acceso efectivo a la educación, al trabajo, a la salud y a todos los derechos que hacen a una vida digna. Desde nuestro punto de vista, dicha reparación histórica conlleva tal grado de impugnación a la sociedad machista/cis/hetero/patriarcal –responsable de la exclusión y vulnerabilidad estructural en la que se encuentran los sectores más postergados del colectivo– que la demanda de inclusión social no tiene tintes asimilacionistas, en el sentido en que lo plantea el activismo queer local. Buena parte de las críticas esgrimidas desde sector se condensan en el argumento de la escritora y activista de la disidencia sexual val flores, quien afirma: “El problema de erigir al estado como el único frente de acción posible es que traduce cualquier agenda de un movimiento social en un programa de inclusión que pueda asimilarse sin mucha dificultad, constituyéndose en un mecanismo de control sexual y político” (val flores, en Dabhar y Mattio, 2020: 274). Las críticas informadas por la teoría queer son formuladas por parte de ciertos sectores radicalizados del activismo que rechazan la concepción identitaria de la política que prima en las militancias y activismos lgbtttiq+ actuales, cuya lucha es por la inclusión social a través de políticas públicas y derechos garantizados por el Estado. No obstante, desde nuestro punto de vista, esto no supone erigir al Estado como único campo de batallas, ni como única fuente de recursos y tampoco significa idealizar los cargos institucio-

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