Derechos Humanos / Anuario Edición 2021

46 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 ciedad, y el ideal hombre, construido a partir de masculinidades violentas, reproduciendo de esta manera estereotipos que violentan a la mujer y a diversos géneros. Esta visión se ha forjado y transmitido en diversas instancias: “las fronteras del género, al igual que las de clase, se trazan para servir una gran variedad de funciones políticas, económicas y sociales. Estas fronteras son a menudo movibles y negociables” (Lamas, 2000). Dentro de la teoría feminista, el estudio de género ha planteado diversos cuestionamientos a partir del estereotipo de género, un claro ejemplo es el de una mujer “tradicional”; estos cuestionamientos nos ayudan a romper con discursos y a revalorarlos, de manera que se han apropiado de la historia, la cultura y los espacios políticos y educativos. Es aquí la clave de replantear la educación con una perspectiva donde se revaloren disciplinas, rompiendo con el discurso estructural y hegemónico impuesto por el sistema patriarcal. El sistema ha reproducido culturalmente dinámicas patriarcales que terminan siendo normalizadas por la sociedad y logra que diversas instancias las asuman, reflejando una realidad social violenta, insegura e inequitativa hacia las mujeres y niñas. Dentro de este papel, las instituciones principales donde se fomentan estas dinámicas son: familia, gobierno y educación. En la educación con perspectiva de género se apuesta por transformar realidades para la construcción de un mundo más justo y equitativo; debido a que el aprendizaje, principalmente en la etapa de la infancia y la adolescencia, es básico para reflejar cambios en la sociedad. De acuerdo con la psicóloga María José Díaz, de la Universidad Complutense de Madrid, para comprender el tema de la experiencia del aprendizaje es importante recordar que el ser humano nace con una gran capacitad de adaptación a su entorno. Si este entorno se presenta violento, es probable que se reproduzca. “Algo similar sucede con los modelos y expectativas sociales básicos –entre los que se encuentra el sexismo o su antítesis, la igualdad– que una vez aprendidos tienen que mantenerse, actuando como una segunda piel” (Díaz, 2009, p. 32). Estos modelos generan proyecciones y significados al mundo social, cultural, político y económico, manifestándose en un futuro como ciudadanos que se autorregulan, sienten, piensan y actúan de determinada manera. En relación con lo expuesto, es necesario considerar que muchas de las instancias educativas no abordan esta pedagogía y provocan una fuerte tendencia a reproducir patrones de conductas violentas en cuestiones de género, normalizan conductas sexistas, tienen una visión totalmente androcéntrica, y reproducen estereotipos de género predominado por la cultura patriarcal dentro de su educación básica, media superior y nivel superior. La teoría feminista ha sido elemental para entender el género, pues busca romper discursos adoptados por diversas instituciones. Si hablamos de género en la educación, dicho enfoque permitiría reconocer que los conocimientos que se transmiten en las instituciones educativas reproducen un sesgo androcéntrico y etnocéntrico. Las y los estudiantes incorporan, a partir del currículo formal y el currículo oculto, concepciones homogéneas de lo humano, que invisibilizan a los seres humanos concretos y diversos (Ortiz y Alonso, 2015. p. 132).

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