Derechos Humanos / Anuario Edición 2021

40 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 mente desde un punto de vista ético, y de buena fe desde el punto de vista de la expresión de su experiencia subjetiva” (p. 11). Esto, por supuesto, nos recuerda la propuesta epistemológica de autoras como Donna Haraway y Sandra Harding, que reconocen que la producción del conocimiento no es neutral, sino parcial y situada. La escritora Sara Uribe me dio la pista para pensar en la construcción de una relación ética y afectiva entre los cuerpos de las mujeres víctimas de la violencia feminicida. Ella dice que llegó muy tarde “a pensar sus cuerpos como una extensión del propio, como cuerpos que me/nos conciernen” (Uribe, 2018, p. 204), y relata en unas cuantas líneas que cuando tenía 15 años fue incapaz de hacerlo, porque no entendía cómo podía comunicarse lo que ocurría en Ciudad Juárez con el territorio en el que ella vivía (Ciudad Valles, San Luis Potosí), y que fue una experiencia en particular la que la hizo pensar y dolerse por los cuerpos muertos por violencia, “pero mirando ya siempre de forma específica los de las mujeres. Fue una mujer en particular. […] Sin saber su nombre, pensé y sigo pensando en esa mujer desconocida, en su cuerpo desarmado y rearmado” (2018, pp. 204-205). Yo también he aprendido a crear esos vínculos éticos y afectivos entre mi subjetividad y las víctimas de violencia feminicida, pero eso pasó inadvertido al principio. Hoy puedo identificar que buscar palabras para dignificarlas fue el primer paso, porque como señalaba al inicio de este ejercicio, me di cuenta que en el desarrollo de mi tarea investigativa estaba en posición6 de decidir si reproducía la forma indigna en la que otros se referían a ellas, o si emprendía la búsqueda de marcos más éticos para hacerlo. Creo que otra forma de construir esa relación es reconocerlas como humanas, y es que también me parece importante pensar cómo el ejercicio de la violencia puede desproveernos de esa condición: lo humano. ¿Qué implicaciones tiene pensar en las víctimas de violencia feminicida en términos de lo humano? Para mí, tiene que ver sí con un proceso identitario, es decir, reconocer que no son otras, sino que somos nosotras y también con reconocer que sus vidas, tanto como la mía, merecen ser protegidas y vividas de forma digna. Y también tiene otra implicación, que es la de reconocer quiénes somos sujetos de derechos humanos (y quién nos reconoce así). “Cuando las mujeres nos hicimos humanas”, dice Alda Facio (2011) y al leerla, pienso que sí, que tal vez cuando hablamos y exigimos nuestros derechos (los de las mujeres) y escuchamos argumentos que cuestionan o ponen en duda la necesidad de nombrarlos así: “derechos humanos de las mujeres”, efectivamente, lo que hacemos es luchar por el reconocimiento de nuestra calidad de humanas y que no, no siempre hemos sido reconocidas como tales. Recuerdo aquí un texto de Line Bareiro (2003) donde hace un recorrido por la evolución de los derechos humanos con perspectiva de género, los subtítulos son reveladores: “Los derechos del hombre y del ciudadano:7 1789-1948”, “Derechos humanos en clave masculina: 1948-1993”, “Derechos específicos de las mujeres: de 1979 en adelante”, “Derechos humanos de mujeres y hombres: de 1993 en adelante”. 6 Y una parte del conocimiento situado implica eso: elucidar y hacer explícita la posición que tomamos como investigadoras, de hecho, reconocer que nos colocamos en esa posición. 7 El resaltado es mío.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3