38 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 Al lado de una misma “Desnudar el sentimiento con el sentir más honesto, rendirse jamás, como primer manifiesto. […] Sentir lo que se dice, y lo que se dice sentirlo” (Ana Tijoux) Esta idea de colocarse al lado de una misma (y de nosotras mismas) me gusta mucho; me la apropié de un ensayo de Judith Butler (2006) porque creo que define bien lo que nos sucede a muchas cuando empezamos a tomar conciencia de las implicaciones que tiene la violencia en la vida de las mujeres, en la propia y en la de todas. Me explico. Conocer y saber que la violencia física, sexual y psicológica afecta la vida de niñas y mujeres en prácticamente todos los ámbitos de la vida social, me hace pensar en mi propia vulnerabilidad, una que no es natural; las mujeres hemos sido establecidas como una población vulnerable, como objetos para lastimar impunemente o desechables (Butler, 2017). Estoy expuesta constantemente, a través de notas informativas, a palabras e imágenes que dan cuenta de y representan esa vulnerabilidad, ¡es imposible no sentirme afectada por ello! La mayoría de las veces puedo identificar en mí emociones como el enojo y la tristeza, seguidas de una sensación de impotencia e indignación, hasta llegar a condolerme por el sufrimiento y la muerte. Para Butler, la pasión, el furor y también el duelo (el dolor por la pérdida de otras personas) pueden tener un efecto transformador: “nos saca de nosotros3 mismos, nos vincula a los otros, nos transporta, nos deshace y nos implica en vidas que no son las nuestras, a veces de forma fatal e irreversible. No es fácil entender cómo se forja una comunidad política desde estos vínculos. Se habla, y se habla por otro, a otro” (Butler, 2006, p. 39). Eso es lo que he experimentado a lo largo de dos años trabajando el tema de la violencia feminicida: encontrarme que estoy vinculada e implicada con otras mujeres, a través de esa vulnerabilidad impuesta social y políticamente sobre nosotras, nuestros cuerpos, nuestras vidas. Por eso me gusta la idea, porque efectivamente, cuando siento tristeza, enojo (hasta ira, a veces), dolor, indignación, impotencia, me siento fuera de mí misma, puedo observarme, darme cuenta que formo parte de la mitad de la población que se encuentra en una situación de vulnerabilidad frente a la discriminación y la violencia. De esto, por supuesto, no tomé conciencia de un momento a otro, ha sido un proceso que ha ido de la mano con el aprendizaje de términos, de conceptos, en la búsqueda de herramientas para nombrar, para entender. Pero también ha tenido un papel importante encontrarme con otras mujeres, escuchar y unirme a sus voces, compartir el espacio público y las emociones, esas que nos atraviesan el cuerpo; eso es lo que yo identifico como constituirse políticamente en un nosotras. Después de todo, cuando exigimos respeto y garantía a nuestros derechos a voz en cuello: “¡Ahora que estamos juntas!, ¡ahora que sí nos ven!”, nos mueve el enojo y la euforia al mismo tiempo, lo hacemos también movidas por quienes ya no existen, ya no están: “¡No estamos todas, faltan las muertas!” Eso es para mí estar fuera de una misma y al lado de nosotras mismas. 3 Si bien la traducción al español de este texto (y de otros escritos por mujeres) está en masculino, en mi ejercicio de apropiación y reflexión, lo utilizo en femenino.
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