DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 103 Lo que llama la atención es que estas resistencias laterales usan las memorias sociales de antiguas luchas para actualizarlas con la imaginación política desde, con y para las necesidades del presente. En ese sentido, usan sus memorias como instrumentos o como fuerza gestante para resistir. Estas memorias vinculan pasado, presente y futuro porque recuperan para el presente las experiencias del pasado, como vía para proyectarse hacia el futuro. O, más bien, para disputar los futuros. Así, en sus luchas actuales, recurren a experiencias del pasado en la búsqueda de claves, identidades y criterios orientadores de la acción a través de la imaginación; es decir, la imaginación política abre un horizonte plausible para que se geste un mundo nuevo; en tal sentido, la memoria y el acto de recordar vehiculiza, y sobre todo promueve, la concatenación de resistencias de distintas épocas y llevadas a cabo por distintas generaciones. Reflexiones finales Siguiendo a Deleuze (1988), no es posible establecer de antemano los recorridos de las resistencias; las resistencias no se pueden entender como caminos programados, rutas bien trazadas y calculadas, donde se diseñan a través de un manual y de una matemática que asegure una vida sin conflicto y controle, manipule y abdique la incertidumbre y el conflicto de vivir en tensión, más bien la resistencia es rizomática, se abre en su búsqueda de resquicios dentro de las relaciones de poder y son capaces de encontrar y crear líneas de escape, fugas, vectores que les permite abrir verdaderas fisuras y “salir” hacia un lugar otro, inaccesible o muy difícilmente atrapable, fuera del Estado y de su red (Guattari, 2013). Las resistencias logran salir del código vigente y de los territorios integrados; deshacen el lazo político y se colocan por fuera de los acuerdos, en otro espacio y otro tiempo. Esta resistencia que potencializa la imaginación política no anhela la colonización, el control o el dominio. “El resistente sabe que, pase lo que pase, su acción no es absurda ni estéril; confía en su fecundidad e ignora cuándo y cómo germinará. Sólo sabe que la gestación se produce manteniéndose al margen, lateralmente” (Esquirol, 2018, p. 15). Desde esta misma línea, sabemos que la memoria es una práctica social, que se encuentra inmersa en los conflictos sociales y no fuera de ellos, las memorias son productoras de significados dentro de las tensiones, dentro de sujetos, de prácticas y de relaciones que pueden, o no, promover la transformación social. La relación entre memoria y resistencia, que hemos expuesto en este trabajo, nos invita a preguntarnos cómo promover comprensiones creadoras, que aporten análisis agudos frente a las violencias que estamos viviendo. Es necesario encontrar caminos que nos orienten hacia rumbos emancipadores por medio de memorias y relatos alternativos y agenciadores. Estas reflexiones nos pueden abrir nuevas vetas; desde el compromiso ético y político podemos ampliar la mirada hacia la articulación de las memorias como práctica social desde la imaginación dialógica, más que dialéctica. Quisiéramos dejar, en conclusión, preguntas más que respuestas: ¿cómo promover memorias que desafíen los nacionalismos y sus violencias? ¿cómo promover memorias que cuestionen los sistemas de dominación basados en la exclusión? ¿cómo promover memorias que pongan en el centro de la dis-
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