Derechos Humanos / Anuario Edición 2021

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2021 101 La comunidad que vive la imaginación política debe tener claro que su finalidad está no sólo para la inclusión de ideas, sino para generar conciencia de cómo es la sistemática reproducción de la mirada unívoca del mundo desde las perspectivas hegemónicas del Norte, con el propósito de generar grietas para incluir otras maneras de habitar el mundo. Para llegar a posibilitar una imaginación política contrahegemónica se necesita del encuentro de sujetos y sujetas conscientes de la sistemática producción de una sola mirada que está forjada por la visión panóptica, disciplinante, racista, sexista, clasista, homogenizante, machista, prescriptiva, normativa, domesticadora, que produce, fortalece y cultiva un cuerpo dócil para el capitalismo. Desde la imaginación política se cruzan las distintas voces y cada vida pueda resonar sin imponerse sino con concordia en las otras personas y sensibilidades con quienes comparte el lugar. Tal como señala Pilar Calveiro (2019), en su libro, Resistir al Neoliberalismo: comunidades y autonomías, donde expone que, en las comunidades indígenas evitan los liderazgos individuales y dan espacio para la voz de todos, todas y todes. De esta manera, podemos decir que la imaginación política es a partir de las memorias colectivas que ponen las voces y se modelan para reconocer con alegría la diferencia y aprender de las generaciones pasadas. En la imaginación política no sólo se busca la verdad, que a veces se predefine como una sola y única, sino que, por el contrario, busca las diferentes voces disonantes, en espacios de acogida. En el intercambio reflexivo de las opiniones surgidas se deja entrar la otra opinión, la otra palabra para que se refleje en la comunidad y que la voz propia de la otra persona brinde su luz y su brillo, y cuente su propia historia, con su dolor y su esperanza. Así, la imaginación política refleja un espacio irrepetible, donde la opinión que se vierte tiene siempre una aportación a la conversación que nadie más podría dar. No es sólo un punto de vista. Más bien, constituye precisamente la visión integral que la comunidad pueda construir para que podamos ver especialmente lo que nos hemos acostumbrado a no ver. Es la opinión intersubjetivamente expuesta la que va abriendo nuestros ojos y oídos a una realidad que nos excede y que no puede achicarse a una sola perspectiva. Hasta este momento, podemos caer en la tentación de ver la imaginación política como fuera de poder, construyendo un binomio de poder y no poder. Sin embargo, hay que precisar, que el poder no puede reducirse al Estado, no puede plantearse solamente en términos de ley o de contrato; hay que caer en la cuenta de que no tiene como contrapartida la obediencia y no es sólo represión. Foucault nos puede dar luz para poder argumentar de una forma plausible; él plantea que el campo de análisis del poder no está en el Estado sino en el cuerpo social, es en las relaciones sociales donde se pone en juego el poder, pero, además, añade que está en lo fragmentario, esto quiere decir que está situado en lo local o, en otros términos, el poder se alberga en la microfísica social (Foucault, 1993). Desde esta perspectiva foucouliana, no es posible considerar el poder como un fenómeno de dominación de un cuerpo sobre otro, de un grupo sobre otro y de una clase sobre otra. Al contrario, el poder es una fuerza que circula y no se queda estático. En este sentido, no es algo que se divide entre los que lo arrojan como propiedad exclusiva y, por otro lado, los que no lo tienen y, por lo tanto, son los que sufren o simplemente son las víctimas. No. Más bien, el poder es, en cuanto es, y debe ser analizado como algo

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