Derechos Humanos / Anuario 2020

324 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 Eso es un poco, desde los estudios de las masculinidades, lo que se intenta analizar y lo que se intenta cambiar. Yo por ser emocional no voy a dejar de ser menos hombre. Incluso por tener pláticas homosexuales, tampoco voy a dejar de ser menos hombre, voy a seguir siendo hombre igual. Por tener tareas en el hogar y ese tipo de cosas, tampoco voy a dejar de ser menos hombre. Se trata de romper con esos mitos y acercarnos a prácticas de más cuidado, de más igualdad y de más empatía y convivencia con el resto de las personas, porque eso no es sólo algo que afecta el relacionamiento con las mujeres, sino también nos afecta nuestro relacionamiento con otros hombres y con nosotros mismos, como veremos más adelante. Los estudios de la masculinidad, para hacerles un breve resumen, por decirlo de alguna manera, también son como muy nuevos en el tiempo y, más o menos, en los años noventa es cuando empezamos los hombres a reflexionar sobre nosotros mismos, cuando ya las mujeres nos llevaban, desde el feminismo, como tres siglos, pero con estudios específicamente de género, unas cuatro, tres décadas, entonces, los estudios van desde los noventa. Y en los noventa hay una autora, que es una mujer trans, se llama Raewyn Connell, y ella pone el concepto de la masculinidad hegemónica. ¿Han escuchado hablar de ese concepto de la masculinidad hegemónica? La masculinidad hegemónica vendría a ser como ese modelo de hombre que todos queremos ser o quizás, mejor dicho, ese modelo de hombre que todos queremos alcanzar o que tenemos como referente de lo que debe ser, y que se opone al otro que no debemos ser, o sea, el subordinado. Siempre está el subordinado, es muy fácil de ver porque es como todas estas feminizaciones que hablamos siempre, el que es más afeminado, el que es más amanerado, el que es sensible, [al] que no le gusta jugar al fútbol, el que no se integra en tal lado, el que no le gusta pelearse, el que es emocional, el que escribe poemas, no sé; todo ese tipo de cosas que siempre han sido como vistas sensibles es afeminado. En la adolescencia es cuando más se marca esta construcción del género y es cuando más violencia hay, más segmentación entre hombres puede haber hacia ese tipo de comunidad, pero se mantiene a lo largo del tiempo, porque ya podemos ser unos hombres súper adultos y hasta con un doctorado y aún podemos seguir diciéndole a un compañero de trabajo que tenga otras actitudes, seguirlo tratando de afeminado o seguirlo feminizando y burlándonos de él. Eso sería cómo la construcción de la masculinidad se construye a partir de esa dicotomía, de un sujeto subordinado y de un sujeto hegemónico. Que de esto se habla mucho hoy en día, que es este alcance de hombre que queremos ser, que está marcado por todo ese tipo de cosas que decían antes: ser fuertes, tener dinero, ser exitoso, ser importante, tener muchas mujeres, no equivocarse, no mostrar miedo, mostrarse como agresivo, que impone respeto a la otra persona; entonces todo ese tipo de cosas son lo que se habla de un modelo de masculinidad hegemónica que varía, porque, quizás, el referente de masculinidad hegemónica que ustedes puedan tener, no es exactamente el mismo al que pueden tener en Guerrero, o en Nuevo León, o en Marruecos o en Uruguay; varían los referentes. Las formas en las que se construye la masculinidad son diferentes, pero tienen estos puntos en común, el hecho de la importancia, del éxito, de la fuerza, de la hipersexualidad, de la conquista de las mujeres, del no mostrarse femenino, son esos valores que hablan de la masculinidad hegemónica. El año antepasado, creo, se hizo un informe que se llama La Caja de la Masculinidad, entre México, Inglaterra y Estados Unidos con jóvenes, no recuerdo exactamente la edad, pero con población joven, donde se habla de una serie de mandatos de masculinidad, que son estos que les comentaba: el ser fuerte, el ser exitoso, el tener muchas mujeres; y ellos identificaron cuatro mandatos que son como los que rigen esto; que son el tema de la autosuficiencia en los problemas. Los hombres no podemos mostrar que no sabemos algo. Si mostramos que no sabemos algo, muchas veces se nos va a ver que somos menos. Incluso podemos estar en una conversación y se nos hace muy difícil quedarnos callados sin decir nada, sin mostrar que algo no sabemos o que estamos equivocados; o está el ejemplo que dicen siempre las compañeras, que es que cuando los hombres salimos de viaje [y] por ahí nos andamos perdiendo, tardamos un montón en pedir auxilio, a ver dónde estamos o cómo llegar a tal sitio. En cambio, las mujeres pues se acercan más a preguntar: “¿cómo llego a tal lado?, ¿cómo llego aquí a la Ibero de Puebla? En cambio, los hombres: “no, yo sí lo sé, yo sí lo sé, yo llego, yo llego; ah… no molestes, no molestes que me desconcentras” [y] todavía le echamos la bronca

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