Derechos Humanos / Anuario 2020

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 323 El género es todo lo socialmente aprendido. Todo este tipo de cosas de que los hombres y las mujeres tenemos diferencias que no están vinculadas a nuestra biología, si bien hay un debate en cuanto a la biología en las prácticas culturales de los hombres y las mujeres. Yo creo que sí, pueden influir un poco, pero mayoritariamente, son creencias culturales y eso lo podemos ver cuando vemos que las mujeres y los hombres, históricamente, no han sido iguales. Si fuésemos cosas que, por tener un pene, me voy a comportar, me voy a vestir y voy a hacer de determinada manera, debería ser a lo largo de la historia y del planeta, pero vemos que no. Ha habido muchísimas diferencias, hay y habrá muchas diferencias. Eso es lo que construye el género. Son construcciones de lo que nos dicen es el deber ser de ser hombre y el deber ser de ser mujer. Ahí tenemos una construcción social referida a valores culturalmente aceptados sobre la práctica de los hombres, en otras palabras, que los varones sienten, piensan, se comportan, actúan y se relacionan en la sociedad, o sea, son una serie de valores y creencias que nos llevan a pensar los típicos, los clásicos [sobre] cómo es un varón: fuerte, valiente, sin sentimientos, proveedor, rudo, el que lleva la batuta, el seductor, feo, fuerte y formal. Ahora el feo, fuerte y formal ya como que ha dejado de ser un poco, ahora cada vez [hay] más cosméticos para hombres, cirugías, o sea, habría que ver si el de “fuerte y formal”, se mantiene un poco. Los feos ya no tenemos cabida en este mundo [risas]. Son todo ese tipo de creencias que, puedo ir mañana a Oaxaca a hacer la misma pregunta y me van a decir las mismas cosas; pasado mañana puedo ir a Guanajuato y me van a decir las mismas cosas; la semana que viene puedo estar en Uruguay y me van a decir, más o menos, las mismas cosas. Son creencias culturales globales muy referidas al tema de los hombres: el hombre es fuerte, el hombre es racional, el hombre no muestra emociones, el hombre siempre se mantiene firme, es el proveedor; las tres “p”: proveedor, protector y procreador; el hombre también tiene que ser como una persona sexualmente activa, incluso ya empiezan estas creencias biológicas en cuanto a que los hombres no tenemos control sobre nuestra sexualidad, porque somos así, como unos seres que siempre estamos con ganas a la menor posibilidad. De las mujeres, ¿qué podemos decir? Tiernas, delicadas, emocionales, prudentes, recatadas, femeninas, fieles, inocentes. Así es como deben ser o así es como les gustan a ustedes las mujeres. ¿Y de qué se dan cuenta cuando decimos las características de las mujeres y las características de los hombres? Que son opuestas, son dicotómicas. Se construye así el sistema sexo-género; el sistema de género se construye de manera dicotómica: si el hombre es fuerte, la mujer es débil; si el hombre es racional, la mujer es emocional; si el hombre es el proveedor, la mujer es la que maneja en la casa los bienes, el cuidado. ¿Eso a qué nos lleva luego? No solamente lo dicotómico, por ejemplo, si un hombre es emocional, ¿qué pasa con ese hombre? Se le dice: voy a repetir lo que decían allá, se le dice puto, mandilón; se le feminiza enseguida. A los hombres uno de los peores insultos que nos pueden decir es feminizarnos de una forma u otra: el último vieja, o el último nena, como se dice aquí en México. Aparte no solamente es que feminizarnos es algo malo, sino que socialmente está visto como que lo femenino es más desvalorizado que lo masculino; lo masculino siempre es más valorizado que lo femenino. Esto es el género, esas creencias que no solamente tienen esta connotación que se les da asignaciones a las mujeres o a los hombres en función de su sexo, de cómo deben ser, sino que estas asignaciones son jerárquicas e imposibilitan otro tipo de formas, porque, quizás, haya asignaciones que tengas que ser de determinada manera. Quizá no esté tan mal, pero el hecho es que esto es jerárquico, que pone por encima lo masculino sobre lo femenino; todo lo femenino se lo ve como peor. Quizás haya alguna cosa femenina que no se la vea tan mal, pero en términos generales, sí, y que impide tener esos comportamientos femeninos. El hecho de ser emocional, por ejemplo, yo como hombre, si estoy triste, no puedo acercarme a un cuate y decirle que “estoy triste”, “que siento miedo, siento miedo de tal cosa”, “estoy muy nervioso por hacer tal cosa y tengo miedo”; “no seas nena”, “no seas vieja”, “no seas puto” me pueden decir y eso nos da mucho miedo, incluso nos da más miedo eso que, entonces, hacemos muchas cosas en función de no querer caer en que nos feminicen y eso se mantiene así históricamente hasta el día de hoy.

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