Derechos Humanos / Anuario 2020

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 321 que salieron a confrontar la manifestación de las chicas que estaban reclamando. O lo vemos mucho más si nos metemos en cualquier noticia de un asesinato o cualquier cosa de una feminista en las redes sociales, nos encontramos en los comentarios toda una serie de epítetos, de manifestaciones de los hombres, sumamente agresivas [y] violentas. El movimiento de las mujeres trae eso en los hombres, trae como un cierto desconcierto, que no solamente [es] el tema de las mujeres, sino que se suma también a un contexto social, histórico, económico de transformaciones a los cuales, también [a] los hombres, nos está costando mucho adaptarnos. Actualmente observamos algunas reacciones en los hombres. Primero que nada, estamos como inmóviles. Las mujeres se están movilizando por todo el continente. Ayer, por ejemplo, en mi país, en Uruguay, que somos tres millones [de habitantes], en la ciudad de Montevideo vive un millón y medio; a la manifestación fueron 500 mil mujeres, o sea, un tercio de la ciudad de Montevideo estaba manifestándose; en Buenos Aires, en Santiago de Chile, en Madrid, también hubo manifestaciones gigantes. Las mujeres se están moviendo, se juntan entre ellas, generan nuevas ideas para generar soluciones a los problemas sociales, económicos, ambientales. En cambio, los hombres estamos como sin saber qué hacer, estamos como perdidos un poco. Hoy en día, los movimientos sociales más potentes son de mujeres, y los hombres estamos ahí como que no sabemos muy bien qué hacer; algunos estamos como viendo; “bueno está el movimiento feminista, bien chido, ¿y yo qué hago con el movimiento feminista?, pues yo también soy feminista”, pues las compañeras le dicen “no, tú tienes que trabajarte primero”. Entonces, ¿cómo me trabajo?, le preguntábamos a las compañeras. No somos ni capaces de generar nosotros un espacio de reflexión propio, de ver nuestros problemas, de ver cómo podemos apoyar, sin ser el centro. Sucede esta inmovilización de los hombres, surgen como las dudas ante las mujeres, ¿qué quieren las mujeres?, ¿qué están buscando?, ¿quieren poder? Nos ponemos a la defensiva, entramos como en confusiones, que “soy como feminista, pero tampoco quiero que me vean como un mandilón”. Entonces, con mis amigas puedo ser buena onda, pero con mis amigos no voy a andar diciendo que soy feminista; o si tengo un compañero que anda pasando pornografía o nudes de una compañera, no le digo nada; o si mi padre dice comentarios machistas u homófobos delante mío y de, por ejemplo, mis sobrinos, pues también me quedo callado; pues sí, está todo bien chido con las compañeras, o en redes sociales decir que sí está todo bien con el feminismo. Incluso para salir a ligarnos, es como “yo soy buena onda, progre, feminista” y voy y pongo ahí en el Tinder que soy aliado, y con eso consigo ligar un poco. Pero no encontramos como otro tipo de espacios propios para transformar; estamos ahí como perdidos, como oscilando. Estamos como en ese momento histórico de los hombres ante el movimiento feminista, pero no sólo como ante el movimiento femi-

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