DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 315 yo he trabajado principalmente, que son el municipio autónomo de Cherán, en Michoacán, y la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, en el estado de Guerrero. Esta contraposición de la que he estado hablando entre territorios y territorios de vida, donde se expulsan estas redes criminales y se preserva la vida, en todos los ámbitos, no es una figura literaria, es literal, o sea, cuando las redes criminales y lo que realizan es la expropiación por desposesión, que ha llegado hasta el máximo en el neoliberalismo, eso implica la depredación de la naturaleza y de la sociedad humana, y comprende el despojo de la tierra como tal. Para las comunidades originales, por ejemplo, la defensa del territorio, de la vida como parte del territorio, es la que implica la posibilidad concreta de su supervivencia; para ellas, el territorio no es una posesión, no es una fuente de recursos explotables, sino que la persona y la comunidad son en la naturaleza, son un continuo con sus distinciones, pero son un continuo, la vida sólo es posible entre la vida. Por eso, la defensa de los territorios de las comunidades es la defensa de la vida natural, social y la defensa de la especie, es la defensa de todos nosotros. En este sentido, los territorios resisten a las formas actuales de depredación, son territorios de vida. La lucha por la vida y la defensa de los territorios en América Latina está ocurriendo muy marcadamente, en lo comunitario indígena. Por el contrario, el Estado resulta cada vez más insuficiente, y lo mismo ocurre con el sistema político como tal, que sigue mayormente atrapado en las lógicas del crecimiento, la productividad y el extractivismo, aun en sus mejores versiones. Podríamos decir que el combate al extractivismo y a estas formas de depredación, es el techo más evidente de los sistemas políticos formales, de manera que es importante observar cuáles son las características que alientan y hacen posibles estas otras resistencias que no representan como una continuación del pasado, una rémora del pasado, de una población que está atada a la tierra, sino que son formas muy actuales de resistencia, porque son formas de resistencia eficientes en este neoliberalismo depredador del siglo XX. Lo local-comunitario, hay que decir, que conecta, o sea, lo local conecta con lo comunitario, lo comunitario con lo indígena, pero una cosa no se reduce a la otra. Creo que es posible observar algunos rasgos de lo comunitario para pensar en distintas formas de construir comunidad en diferentes ámbitos locales: en el campo, en las periferias urbanas, en los barrios, etcétera. Lo que nos señalan algunas de las luchas comunitarias exitosas –y me refiero a las exitosas porque han sabido cómo hacerlo– es que puede ser útil eso que ellas han realizado, puede ser útil, no para replicar esas experiencias, porque esto no sería posible, justamente porque son locales, no son generalizables, sino para sugerirnos formas de reformular la práctica política, de ampliar la práctica política. Desde mi punto de vista, y con esto voy a concluir, algunas de las enseñanzas más significativas de estas experiencias comunitarias son:
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3