Derechos Humanos / Anuario 2020

294 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 cias sociales contra nosotras que apela al castigo social, estigmatización, humillación, más ataques físicos y sexuales, amenazas de muerte, hasta la justificación de los feminicidios; porque, al final, “la asesinaron porque no andaba en buen lugar y porque había tomado alcohol”, en fin, siempre la justificación es que nos lo merecimos por putas. Tenemos que construir, por lo menos, nuevas condiciones que permitan sacarnos de ese aislamiento, sacarnos del silencio y sacarnos de esa exclusión social que genera la propia cultura de violencia sexual. No es que no queramos hablar de la violencia sexual, sino que no hay condiciones de escucha social y de apoyo social. Esto está empezando a cambiar porque se están generando espacios sonoros entre nosotras, y algunos hombres solidarios y sensibles que están dispuestos a cambiar, entonces están empezando a generar estas condiciones sociales para poder hablar; pero muchas veces nos culpabilizan por callar; que es curioso, porque es curioso darnos cuenta de que es una cultura que nos culpabiliza permanentemente si levantamos la voz, entonces, obviamente, la primera reacción es nos callamos. Voy a pasar a la cantidad de daños que esto puede generar, pero los más importantes: el silencio [y] la culpa, es lo que, digamos, las violencias sexuales implantan en nosotras y en nuestra piel. Nos sentimos culpables, acabamos creyéndonos el cuento, introyectamos todo lo que la sociedad nos dice, entonces nos acabamos sintiendo culpables por lo que ha sucedido, y la culpa es la cosa más terrible porque si nos sentimos malas, si nos sentimos culpables, pues, efectivamente, vamos a seguir sometiéndonos a situaciones de violencia en nuestras relaciones de pareja, en nuestras relaciones amorosas; porque no nos sentimos merecedoras de otro trato, “porque como yo soy mala y no me merezco mejor que eso, pues, todavía tengo que agradecerle a este chavo que me quiera, independientemente de cómo me trata”. Entonces, la culpa es fundamental desarticularla; el terror en la piel que nos inmoviliza, y la vergüenza. La vergüenza que está generada no por nosotras, sino, obviamente, la vergüenza está generada por todas esas ideas y mandatos sociales que nos ubican como las responsables de lo que ha sucedido. ¿Qué hacemos entonces frente a todo eso? Primero que todo, volver a ubicarnos en el primer lugar. ¿Eso qué quiere decir? En esta cultura patriarcal hemos aprendido a ser para los otros, hemos aprendido como mujeres a servir(los), a estar en función de ellos, a buscar su aprobación y validación permanente; sin esa validación y aprobación permanente, no sentimos que existimos, sentimos que nos falta algo, sobre todo, sentimos que no somos validadas. Lo que necesitamos, primero que todo, para empezar a sacar la violencia sexual de nuestras vidas, es volver a ponernos a nosotras en primer lugar, a cuidarnos y a atendernos, y a sacar las huellas de toda esta violencia sexual vivida a lo largo de la vida; porque puede ser que no hayamos vivido incestos o violaciones, aunque puede ser que sí, porque una gran mayoría de la población femenina ha vivido este tipo de historias, pero, independientemente de eso, la cultura de la

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3