Derechos Humanos / Anuario 2020

292 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 perpetuando ese dominio sobre nuestros cuerpos y vidas, se hacen evidentes, por ejemplo, cada vez que levantamos la voz en torno a la violencia sexual. Se nota muy bien, hoy en día, todas las reacciones que existen frente a las movilizaciones masivas que estamos haciendo las mujeres y los movimientos feministas, y las reacciones son inmediatas: “somos unas exageradas, somos unas locas”; devalúan nuestra voz permanentemente. Socialmente, nuestra experiencia no es verdad, nuestra experiencia no cuenta, ¿por qué?, porque todo lo patriarcal tiene el poder, cree tener el poder de definir lo que nosotras vivimos; entonces lo que nosotras vivimos no es eso, no es la violencia sexual, es otra cosa. Y esa otra cosa ¿qué es?, ¿cuál es la justificación principal, permanentemente, cuando estamos denunciando la violencia sexual, o el acoso sexual, o la violación?, ¿cuál es? Que es mentira, y ¿por qué es mentira? Ajá, que te lo mereciste, y ¿por qué te lo mereciste? Por ser mujer, porque andas en la calle, porque andas con la minifalda. Siempre hay una excusa, nunca es verdad lo que decimos, nunca. La experiencia socialmente nunca está definida a partir de lo que realmente nos pasa y a partir del daño que se nos hace, no. La experiencia está definida a partir de la voz patriarcal, de la voz del dominio, que es: “no, no es violencia sexual, no es acoso, es seducción”, “no, no es violación, es sexo consentido y deseado por las mujeres”, es decir, pareciera ser que en esa sociedad patriarcal, sólo la voz masculina, sólo los deseos masculinos cuentan, y pareciera ser que nuestras experiencias están definidas sólo desde esta voz, sólo desde la voz del poder y del dominio, es decir, no es verdad, no existe la violación sexual, lo que existe es el sexo deseado y consentido que tú quisiste. Es como que, nosotras no tenemos autonomía, ni experiencia propia, ni voz propia. Es: si eso pasó, es que tú lo quisiste, es decir, básicamente sólo los deseos de los hombres están tomados en cuenta en la voz social, en la voz patriarcal. Todas esas voces son las que estamos contrarrestando actualmente, colocar nuestra voz, la nuestra, y nombrar lo que las experiencias de violencia sexual significan para nuestras vidas en cuanto a daño, y poner el límite. Por eso, también a nivel de los tribunales, nos damos cuenta de que la ley, a pesar de tener leyes, estamos en un momento que eso es muy interesante y es muy importante verlo. Estamos en este momento a un nivel internacional, donde hay convenios internacionales, hay leyes, hay decretos, pero miles, supuestamente, para proteger nuestra vida, nuestra integridad y nuestra libertad y, a pesar de eso, es el momento histórico, donde quizás más se nos viola, más se nos tortura y más se nos desaparece. Entonces ahí hay un tema, hay una contradicción central que tenemos que repensar: ¿qué rol juega la ley en esa reproducción y en esa perpetuación de la violencia contra nosotras? Eso tenemos que preguntárnoslo, para desarticular ese mecanismo de poder que hace que la ley sólo se aplica y se interpreta, otra vez, desde el punto de vista masculino hegemónico. A pesar de que tenemos leyes para protegernos contra la violación sexual, los tribunales siempre van a investigar, primero, nuestra conducta se-

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3