DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 267 cación; también reflejan el contenido de la calidad educativa y las prioridades de la propia escuela. Como en el caso etnográfico de Rosita, el anteponer las formalidades de indumentaria e, incluso, de “disciplina”,14 a la oportunidad y contenido del quehacer educativo hace patente que aún se encuentra lejos el goce de este derecho, no sólo de forma, sino de fondo, especialmente para las niñas. Otra forma en la que considero que se manifiesta la estigmatización de la menstruación es en su escaso abordaje en los contenidos formales de los libros de texto. En México aparece el tema durante los últimos años de primaria y algunos de la secundaria, explicando, sobre todo, su importancia en la fecundación. Después no vuelve a mencionarse. Me parece que el contraste entre este panorama y la frecuencia y duración con la que las mujeres la experimentamos puede representar implicaciones importantes respecto de la visibilización de los procesos biopsicosociales de las mujeres y nuestras necesidades. Igualmente, la perspectiva meramente biologicista, sin considerar factores emocionales y culturales, la reducen y simplifican en comparación con la compleja experiencia que representa para las estudiantes. Kohen y Meinardi (2015) analizan que […] cuando hablamos de corporalidad, y en este caso particularmente de la menstruación, no podemos olvidar la experiencia por parte de lxs alumnxs y lxs docentes [sic]. Enseñar sobre un proceso corporal jerarquizando los saberes biomédicos sobre la experiencia vivida deja a los sujetos enajenados del saber sobre su propio cuerpo en manos de expertos y del lenguaje específico de la medicina y la biología (p. 182). Es decir, la aproximación a la menstruación en los contenidos formales es, generalmente, escasa y desde una perspectiva que resulta reduccionista. Esto puede dificultar el empoderamiento de las mujeres sobre sus propios cuerpos, una gestión más plena de aquélla y una mirada crítica con respecto a los usos y creencias que la rodean en nuestro contexto cultural. Esta postura tradicional también es comúnmente compartida por docentes y autoridades escolares, que refuerzan la estigmatización. Es probable, sin embargo, que algunas docentes estén abordando la menstruación con mayor profundidad, frecuencia o apertura, así como que las estudiantes estén gestionando sus aprendizajes entre pares y haciendo uso de las nuevas tecnologías. Estos escenarios pueden implicar una forma de resistencia que posibilite otras maneras más satisfactorias de vivir la menstruación para ellas, al mismo tiempo que considero que puede evidenciar las limitantes del Estado en cuanto a la calidad educativa y el cumplimiento de sus compromisos con la comunidad internacional en materia de educación y género. 14 La insistencia a las y los docentes sobre el control grupal, la prohibición de mostrar tatuajes y perforaciones, la obligatoriedad de ciertos cortes de cabello, son sólo algunos ejemplos de lo que el sistema educativo más tradicional considera “disciplina”, que refleja la tradición militarizada aún vigente y que aleja a las y los estudiantes del goce de su derecho a la educación.
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