Derechos Humanos / Anuario 2020

260 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 […] es la desacreditación culturalmente establecida que se considera negativa hacia una persona o grupo de personas por sus características físicas o simbólicas. Quien posee un atributo estigmatizado ya ha sido rechazado de antemano porque existe, con anterioridad, en la sociedad un conjunto de prejuicios que lo ponen en desventaja. La menstruación es una característica física de las mujeres, en tanto proceso biológico. Conlleva una connotación negativa culturalmente establecida, según diversas autoras, como Blázquez y Bolaños (2017), quienes reconocen la estigmatización de la menstruación y la relación íntima que tiene con el estigma sobre las mujeres, pues afirman que estudiar el ciclo menstrual desde la perspectiva de las ciencias sociales “resulta relevante teniendo en cuenta la carga de prejuicios y tabúes que históricamente han estado ligados a la menstruación (y por ende, al cuerpo de las mujeres)” (p. 256). Ejemplifican esta connotación negativa cuando abordan que: Entre las responsabilidades que conlleva el paso a ser mujer se encuentran que sus menstruaciones no solo no se noten, sino que sean invisibles e inoloras, de ahí todas las prescripciones higiénicas (enfatizadas y recreadas en la publicidad existente en los medios de comunicación). Aquí aparece cómo se van incorporando estas cargas con el tabú cultural e histórico que asocia menstruación con suciedad e impureza (Blázquez y Bolaños, 2017: 261). Itzel Sosa Sánchez, Susana Lerner y Joaquina Erviti retoman el concepto de civilidad menstrual7 de Laws (1990) y analizan sus efectos en las percepciones que las mujeres tienen sobre ese proceso y sobre ellas mismas. Los resultados sugieren que la civilidad menstrual contribuye a que las mujeres experimenten e interpreten frecuentemente el primer periodo menstrual y la menstruación de manera negativa y normalicen como “necesario” su ocultamiento e invisibilización (física y simbólica) con el fin de evitar posibles sanciones sociales y estigmas. Esto comporta una carga emocional muchas veces negativa en la vida de las de mujeres, en tanto que ellas tienden a percibir sus cuerpos como más vulnerables y como posible fuente de burlas y de vergüenza (se transgreden las regulaciones relativas a la civilidad menstrual). Es importante resaltar la estrecha el único que configura una creencia compartida, estrictamente negativa. 7 “[…] las prácticas y regulaciones en torno a la menstruación […]”. A la vez, lo relacionan con la propuesta de Elias (1978): “la interiorización de normas que rigen el comportamiento y las maneras socialmente compartidas y adecuadas de actuar en sociedad”. Sin embargo, apuntan que esta noción tiene implicaciones, “dado que este concepto permite evidenciar las jerarquías y relaciones de poder entre varones y mujeres (Laws, 1990; Oinas, 1998), y la manera en que la menstruación es socialmente construida como perteneciente al ámbito privado y como una cuestión de mujeres” (p. 358). Es decir, el proceso de aprendizaje de la civilidad menstrual no sólo es de las normas, sino de la interiorización de las implicaciones de estas reglas que colocan a las mujeres en su lugar en la sociedad.

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