160 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 demanda congruencia entre los fines y los métodos. Los principios que deben inspirar a la Educación en Derechos Humanos son la integralidad, el enfoque multidisciplinar e interdisciplinar, la transversalidad y la inclusión en todos los niveles y modalidades educativos. Al hablar de integralidad hay que considerar que debe darse igual énfasis a los derechos sociales y económicos como a los derechos civiles y políticos; así como tener en cuenta las perspectivas no occidentales. Lo multidisciplinar e interdisciplinar se refiere a estudiar los derechos humanos no sólo desde el derecho, sino desde diversas disciplinas como la antropología, la historia, las relaciones internacionales, la investigación para la paz, la comunicación, la economía, la psicología, el arte, la ecología, etc. La transversalidad se centra en la necesidad de abarcar todo el sistema educativo, incluyendo el currículo oculto, para que los derechos humanos no sólo sean teoría, sino contexto y vivencia, pasión y compromiso. Por último, la Educación en Derechos Humanos debe ser parte de la educación permanente y continua que reciba cada persona, con el fin de sensibilizarla, liberarla y promover su desarrollo pleno (Gómez, s.f.). Mújica (2002) establece que la metodología de esta educación debe centrarse en la persona y el aprendizaje significativo; es decir, debe propiciar que cada persona construya su propio aprendizaje partiendo de sus experiencias e intereses, en un ambiente cordial, libre y participativo. Pero asumir la pedagogía de la ternura no significa renunciar a la indignación frente a la discriminación y la injusticia; ternura y agresividad deben ir de la mano. En otras palabras, hay que adoptar una metodología humanista sensible hacia las personas, que emplee el diálogo, desarrolle la capacidad crítica y genere las condiciones para la expresión de la afectividad; pero que al mismo tiempo sea enérgica para enfrentar las violaciones a los derechos humanos. Además, debe considerar las particularidades, como Tibbitts (s.f.) sugiere, al diseñar un programa de Educación en Derechos Humanos, hay que considerar a quiénes se dirige, su contexto particular y el potencial que tendrá para la transformación social; e identifica tres modelos. El primero es el de valores y percepción, dirigido a la población en general con el propósito de integrar los derechos humanos a los valores públicos. El segundo es el de responsabilidad, destinado a las personas dedicadas a la defensa de los derechos humanos para desarrollar su potencial en su ámbito profesional. Y el último es el de transformación para personas y grupos que han sido víctimas de abusos a sus derechos con el fin de que los reconozcan y asuman el compromiso de prevenirlos. Educación en Derechos Humanos en México: avances y retos En nuestro país, al igual que en otros de Latinoamérica, la Educación en Derechos Humanos comenzó a mediados de la década de 1980 (Magendzo, 2015); al principio, gracias a la actuación de organizaciones no gubernamentales, como la Asociación Mexicana para las Naciones Unidas, Amnistía Internacional y la Academia Mexicana
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