Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

238 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 segunda alianza, que es Jesús, con toda la humanidad, en la que Dios se nos da a nosotros y a cambio pide, o sea, nos da libertad y a cambio pide justicia, pide fraternidad. Entonces, la libertad sería la posibilidad de que cada uno, cada persona y cada pueblo pueda construir su propio futuro, que uno no esté marcado ni por el color de su piel, ni por su sexo, ni por su clase social, sino que nada de esto sea un cascarón que le impide salir, sino que libertad significa la posibilidad de construir nuestro propio futuro tanto individual como colectivamente. Igualdad significa que todos tenemos la misma dignidad. Cuando hablamos el lenguaje teológico, el lenguaje de la Iglesia cristiana, católica o protestante, pues decimos “dignidad de la persona humana”. Cuando hablamos lenguaje de filosofía política decimos “derechos humanos”, es lo mismo. Dignidad de la persona humana es lo mismo que derechos humanos. Es la forma de decir que todos tenemos la misma dignidad y que la dignidad no nos la da la clasificación social cultural en la que se nos ha puesto, sino que la dignidad la tenemos por el mero hecho de ser seres humanos. ¿Por qué tenemos esta dignidad? Porque todos somos hermanos, porque todos somos hijos del mismo dios. Entonces esa es [sic] la idea de fraternidad universal. Cuando 18 siglos después se desarrolla el discurso de derechos humanos, pero ya no en clave religiosa –no 18 siglos después, perdón, el debate surge veinte siglos después, en el siglo XX–, como ya no fundamentamos los derechos humanos en la religión, ¿en qué lo vamos a fundamentar? Entonces ha habido varios filósofos y filósofas, en concreto Victoria Camps –catalana, española catalana, catedrática de ética en la Universidad Autónoma de Barcelona, jubilada creo que hace poquito ya– fue una de las que contribuyó al estudio de la fundamentación no religiosa de los derechos humanos. Después de años de estudio dijo: no podemos fundamentarnos si no es con lo religioso. Es decir, finalmente, los derechos humanos son una fe, una condición no demostrable. No podemos demostrar filosóficamente que todos tenemos la misma dignidad, es una convicción que tenemos, apostamos por ello, pero no podemos demostrarlo. Así como la religión tiene una Biblia, un Corán, un no sé qué, donde te puedes agarrar a ello: “yo creo en el dios de Israel, en el dios de Jesús que dice esto” y te agarras a ello. Y dices: “como dice esto, yo también”. Tú le quitas esto y no queda nada. Entonces dice, pues, creemos en ello, es una fe, si quieren llamarle así, civil, no religiosa, pero es una fe. Y fe, ¿qué significa? Pues significa una convicción profunda en algo no demostrable, que porque no sea demostrable no quiere decir que no sea real, pero la realidad no es simplemente dos y dos son cuatro, la realidad es mucho más que eso. El gran filósofo que trabajó mucho esto fue Wittgenstein. Era un profesor de escuela, de niños pequeños, en Austria, un hombre sumamente inteligente y que desarrolla toda su filosofía precisamente a partir del lenguaje, de cómo los niños empiezan a hablar. Y a partir de ahí desarrolla la filosofía del lenguaje. Entonces, Wittgenstein de joven, de joven ya conocido, dice: “solamente podemos hablar de aquello que es demostrable”, científicamente demostrable, y esto

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