Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 217 Desde el siglo XIX se dieron grandes debates en torno a la homosexualidad; no todos la consideraron una enfermedad o algo que pudiera corregirse. ¿El hecho de que las identidades sexuales (como todas las demás) sean creadas desde un espacio de poder (en este caso de la ciencia) significa que no aluden a alguna verdad? ¿El espacio de poder es necesariamente malo? En segundo lugar: ¿cómo puedo exigir reivindicaciones si no me puedo nombrar? ¿Cómo hacer valer derechos sin nombrar al sujeto de esos derechos? Por ejemplo, ¿cómo se hubiera articulado el movimiento sufragista si no se hubiera podido hablar de las mujeres en relación con el derecho al voto? Si hablamos de derechos humanos y Teoría Queer, no puedo evitar mencionar que el concepto “humanidad” fue cuestionado por Michel Foucault en sus escritos (para dar un ejemplo, en su fascinante texto “Nietzche, la genealogía, la historia”, en Microfísica del poder). Como he dicho, se trata de un gran pensador en el que abrevan, a su manera, las grandes mentes de la Teoría Queer. Michel Foucault negaba la posibilidad de conocer al otro cuando las diferencias culturales eran demasiado grandes. En su visión, nada nos unía con esos sujetos, excepto un concepto que la tradición universalista del mundo occidental o judeocristiano había creado e impuesto más allá de sus límites. Por tanto, nunca podríamos comprenderlos (en esto difieren muchos grandes pensadores como el antropólogo Cifford Geertz, quien ha sido muy influyente en diversos campos de las ciencias sociales y sostiene que los seres humanos somos animales insertos en entramados de significación que nosotros mismos hemos construido y que le dan sentido a nuestra vida; en ese enfoque es posible comprender a los otros, vivos o muertos, en tanto entendamos sus complejos, polisémicos y contradictorios códigos culturales). Si desapareciéramos esa idea de “humanidad”, surgida en el siglo XVIII con el lento reconocimiento de que todos (cada vez más que los originalmente pensados) cabemos en esa categoría y tenemos las mismas prerrogativas cuya realización efectiva es indispensable para nuestro desarrollo como personas, los derechos humanos no existirían. Los derechos humanos que creemos que debemos promover, respetar, proteger y garantizar a favor de cada individuo, deberían ser deconstruidos por tratarse de una imposición del mundo occidental que nunca fue compartida más allá de nuestras inciertas fronteras. Siguiendo este ejercicio, ya en el ámbito específico de la Teoría Queer (que, he dicho, puede ser útil para unas cosas y no para otras, como cualquier panacea que intenta dar la gran respuesta al misterio del humano, si podemos usar tal término) pensemos los principios que todas las autoridades están obligadas a seguir en materia de derechos humanos: el principio de universalidad (señala que los derechos humanos corresponden a todas las personas por igual), el principio de interdependencia (considera a los derechos humanos ligados entre sí lo que obliga al reconocimiento de todos) y el principio de indivisibilidad (afirma que dichos derechos son inherentes al ser humano y derivan de su dignidad). Estos tres principios aparecen como esencialistas, universalizadores y colonizadores.

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