Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 213 y lugar) o hacia el constructivismo (por ejemplo, al pensar que siempre han existido sujetos que han preferido relacionarse de manera erótica con personas de su mismo sexo, aunque el término homosexualidad haya sido acuñado hasta el siglo XIX dando inicio, con esta invención, a múltiples procesos globales). Teoría Queer La Teoría Queer tuvo su origen en el mundo de habla inglesa; en particular, en las instituciones académicas del vecino país del norte. Cobró importancia a partir de la década de los noventa, cuando ya se habían consolidado los estudios de género (sobre mujeres, gays y lesbianas o masculinidades). Hay varias figuras que pueden mencionarse como fundadoras de este campo de estudios (Eve Kosofsky Sedgwick, Diana Fuss, Donald Morton, Joshua Gamson, Rubin Wiegman, Debora P. Britemal, Lauren Berlanty, Michael Warner), pero la más notable es Judith Butler, quien con su obra El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad (originalmente publicada en 1990) cobró gran notoriedad y logró darle centralidad a la Teoría Queer, que comenzó a tener un buen número de seguidores gracias a ese texto y otros de su autoría. La palabra queer (que en inglés alude a algo raro, bizarro, extraño) tiene origen peyorativo, aunque ha sido resignificada en los espacios académicos gracias a las elaboraciones académicas, aunque no ha tenido el éxito esperado en la vida cotidiana de las sociedades del mundo de habla inglesa; ni siquiera en las grandes ciudades. En el caso del mundo de habla hispana, la Teoría Queer ha sido traducida por algunos académicos españoles como Teoría Torcida. Algunos de sus seguidores, como veremos, han denunciado la normalización producida por el movimiento LGBT y los Estudios de Género, pero han resultado puristas del lenguaje, por lo que la han nombrado Teoría Cuir. En general, los académicos originarios de México, más acostumbrados al influjo de la lengua inglesa por un destino geopolítico no elegido y acostumbrados a sus efervescentes modas –también académicas–, solemos llamarla Teoría Queer, utilizando el término para nombrar a un conjunto de ideas que aparecieron desde los años ochenta y, finalmente, se articularon para dar forma a un conjunto de planteamientos internamente coherentes. La Teoría Queer surgió de la reflexión de investigadores inspirados en los planteamientos de la deconstrucción (o el posestructuralismo o la posmodernidad) francesa. Sus más famosos personajes se formaron dentro de la crítica literaria y estudiaron o trabajaron en las universidades que rodean San Francisco; un conjunto de instituciones californianas que favorecen los trabajos experimentales y que permiten lecturas muy peculiares de pensadores ya convertidos en clásicos. Judith Butler, por cierto, es un ejemplo de ambas cosas, como estudiante y académica. Desde un área privilegiada del mundo donde, a finales de los años ochenta o en los noventa, podía pensarse que el asunto de la discriminación a las minorías sexuales estaba resuelto, influenciados por los estudios literarios, estos estudiantes o académicos leyeron a Michel Foucault y Jaques Derrida.

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