Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 205 Además, en la redacción de las notas encontramos descripciones que colocan al agresor como un ser que actuó por impulsos, esto puede leerse y entenderse como una justificación del acto violento cometido en contra de una mujer, por ejemplo, hacer referencia del consumo del alcohol o drogas, referir que por celos o infidelidad cometió dicho acto, evadir una responsabilidad, como la de ser padre, o por tener alguna posición privilegiada o de poder. Caso contrario, al hablar de la víctima de violencia feminicida, se cuestiona si consumía alcohol, si andaba de noche o si cumplía con el rol que la sociedad considera correcto para una mujer, aunado a ello se describe explícitamente el cómo fue asesinada; haciendo alusión a lo mencionado por Lucía Lagunes, sobre la pedagogía de la violencia que se normaliza y el concepto que desarrolla Rita Segato, pedagogía de la crueldad, que genera un efecto de cero empatía por parte de la sociedad hacia la víctima y, de inmediato, se pueden escuchar comentarios como “pues estaba borracha”, “pues algo habrá hecho”, entre otros. Existe una diferencia abismal entre morir y asesinar, ¿acaso suenan igual? Si bien ambas palabras nos llevan a ese lugar que necesitamos construir para llorar, hablar, preguntar, pedir perdón y prometer, la muerte no es la misma para aquella persona que cumplió con su ciclo de vida a la historia de quien fue asesinada, víctima de un sistema que por décadas ha decidido sobre la vida de las mujeres. Que quede grabado en nuestra mente: las mujeres no aparecen muertas; diversas conversaciones y entrevistas con mujeres activistas han coincidido que los cuerpos de las víctimas de violencia feminicida son degradados a una condición de inhumanidad, expuestos o depositados en lugares públicos, con el fin de mandar un mensaje a todas las mujeres de que “eso te puede pasar”. Esto es un llamado para los hombres y mujeres que decidieron retratar realidades, a través del poder de las letras. SÍ necesitamos visibilizar la violencia de género, los asesinatos de mujeres y el daño de las familias, lo que NO necesitamos es ser cuestionadas, culpabilizadas, sexualizadas, revictimizadas y mucho menos olvidadas. No es imposible, sólo costará el doble de esfuerzo que realizan hoy en su quehacer periodístico. Entonces ¿cómo hacerlo? El documento Por un Periodismo no Sexista: Pautas para comunicar desde una perspectiva de género en Chile, publicado por la UNESCO, en el apartado “Las mujeres hacen noticia”, replantea qué preguntas tenemos que hacer para saber cómo hablar de violencia feminicida con perspectiva de género: ¿Afirmamos que hay “causas” o “razones” para agredir o matar a una mujer? ¿Qué tiene de sentimental o pasional asesinar a una mujer? ¿Las razones que esgrimen los agresores deben ser totalmente expuestas por los medios, sin ser contrarrestadas? ¿Restringimos la cobertura de la violencia contra las mujeres al número de femicidios al año o contextualizamos los casos como parte de un problema de desigualdades entre hombres y mujeres? ¿Informamos sobre planes, estrategias, lugares de acogida, profesionales que otorgan atención especial para mujeres y hombres viviendo situaciones de violencia? (Alberti, 2010:15,16). El mismo documento habla sobre el respeto a las víctimas, sin olvidar, por ningún motivo, que son personas y que merecen ser tratadas con consideraciones especiales, además señala que las preguntas periodísticas deben proteger y dignificar a la mujer víctima de violencia o, en su caso, a sus familias; asimismo, hace una especial sugerencia en que cada nota que trate sobre violencia en contra de las mujeres debe mirarse como una oportunidad de otorgar información útil a la sociedad, sobre a qué instituciones puede acercarse o pedir ayuda. El panorama se pinta distinto y posible para realizar periodismo con perspectiva de género. La Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en el artículo 41, fracción XVII, Vigilar que los medios de comunicación no promuevan imágenes estereotipadas de mujeres y hombres, y eliminen patrones de conducta generadores de violencia (LGAMVLV, 2007), obliga a la federación a vigilar que los medios de comunicación realicen cambios significativos para eliminar cualquier conducta que violente o menoscabe sus derechos humanos y, además, porque las personas necesitamos reconstruir con palabras y contar la verdad,

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