Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 191 En este sentido, el autocuidado, desde las reflexiones y prácticas de las defensoras de Mesoamérica, implica no sólo cuidarse para reducir el riesgo o no poner en peligro la salud, el bienestar o la integridad, sino también apuesta por reapropiarse del placer, la alegría, la esperanza y fortalecer los vínculos y crear redes de contención y escucha para compartir los retos y celebraciones cotidianas. Entendido así, el autocuidado es una acción política mediante la cual se busca “ejercer, al menos en un nivel básico, los derechos por los que luchamos” (Burgos et al., 2014: 23). De esta manera, la lucha por proteger los derechos humanos no puede ser una acción de cuidado hacia los otros y de descuido personal, ya que este descuido conlleva la disminución de autonomía. La capacidad de pensar, expresar, moverse, bailar, sentir y relacionarse, en primera instancia sólo se puede ejercer en un cuerpo sano, es decir, en un cuerpo atendido, un cuerpo que se pueda mirar. Es entonces que el acto de cuidar/nos se convierte en una acción de protesta. La comprensión de la experiencia que viven en su día a día quienes se comprometen en la defensa y promoción de los derechos humanos y la necesidad del autocuidado, se puede considerar en dos niveles: el personal y el grupal-colectivo. A nivel personal, la constitución del autocuidado como un eje central de la acción de las personas defensoras requiere que tengamos una sostenibilidad personal para afrontar lo que viene del ámbito externo. Esto, en el nivel personal, invita a situarnos desde el territorio-cuerpo y apropiarnos de él, para redescubrir nuestro lugar y nuestra voz, la cual es necesario escuchar y reconocer de manera personal, “es una mirada propia engarzada en la continuidad de la vida y su relación con la naturaleza” (Jiménez, 2019: 33), para justamente, evitar que nuestros cuerpos sigan siendo explotados en nombre de las luchas que estamos realizando, por tanto, es concebirlos como el primer territorio político de defensa, de resistencia y de generación de alternativas. Para que esto suceda es necesario vincularnos con/ desde un cuerpo sano realizando acciones para reforestarlo, vitalizarlo y fortalecerlo, en un proceso sentipensante. Reconocer qué emociones están alojadas en él, que duelen, angustian, incapacitan y, cuáles inspiran, son placenteras, relajan, liberan, confortan; que a través del cuerpo hablan. Así, podemos identificar lo que nuestro cuerpo necesita: alimentación, descanso, recreación, contacto, ejercicio, serenidad, silencio, etc., para generar las estrategias que permitan responder a esas necesidades. Se dice que cuando alguien enfermaba los sabios y chamanes preguntaban: ¿cuándo dejaste de cantar?, ¿cuándo dejaste de bailar?, ¿cuándo dejaste de contar historias?, ¿cuándo dejaste de sentirte cómoda en el dulce espacio del silencio? Quizá, el responder a estas preguntas pueda darnos una orientación para evaluar, desde estos saberes ancestrales, cuál es nuestra condición actual, a nivel personal, en nuestro accionar como defensoras o defensores de derechos humanos. De esta manera, iniciamos con un ejercicio personal introspectivo, de escucha atenta, cuestionándonos personalmente y así construir una narrativa propia para poder vincularnos

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