Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

188 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 personal de las personas defensoras, caracterizadas por horas extra de trabajo, desvelos, ayunos continuos, negación del llanto y gestión del propio sufrimiento emocional que ocasiona el dolor de acompañar luchas por la justicia y la dignidad. De esta forma y en palabras de defensoras mesoamericanas, “el activismo patriarcal está planteado desde la satisfacción de los derechos de las y los demás, hacia afuera; los derechos tienen validez para el colectivo, excluyendo a las defensoras y defensores” (Burgos et al., 2014, p.49). La excesiva orientación “hacia afuera” es una consecuencia entendible ante el clima de violencia y discriminación con el que continuamente las personas defensoras tienen contacto, sin embargo, integrar el sacrificio en la defensa de derechos humanos continúa reproduciendo la lógica patriarcal contra la cual se opone. La incorporación de esta lógica tiene una fuerza tal que, tanto a nivel personal y colectivo, cuando este ejercicio ocurre en condiciones óptimas, puede generar sentimientos de culpabilidad porque se “descuidan las urgencias” de atención a los/las otros/otras. Esta serie de creencias y comportamientos de las y los activistas ha recibido diversos nombres como “cultura del altruismo”, caracterizada por valorar el auto-sacrificio y evitar hablar de malestares personales (Gomes, 2010), la “cultura del martirio” que concibe al autocuidado como un lujo y un acto egoísta (Gorski & Chen, 2015) o la “ética del trabajo activista” que lleva a concebir las preocupaciones personales como distracciones de lo que verdaderamente importa (Gomes, 1992). Otros estudios reportan que la expresión de tristeza es percibida como un acto innecesario y de indulgencia (Rodgers, 2010) y que aun cuando algunos integrantes reconocen la importancia del autocuidado, no lo hacen o lo utilizan como último recurso debido a que va en contra de los valores de no estar autocentrado (Kovan & Dirkx, 2003; Vaccaro & Mena, 2011). Así, el ejercicio de acciones comprometidas en el cuidado y la defensa de los derechos humanos, cuando está conectado desde formas de organización y pensamiento patriarcal y neoliberal, está marcado únicamente por la urgencia de responder ante la violencia cotidiana. Dicha urgencia no deja espacio, voluntad, ni conciencia para el autocuidado y la atención amorosa de la vida de quienes velan por las/los demás. El afecto y el pensamiento que se orientan a atender y parar el dolor producto de la opresión desplaza la atención de las dolencias que se encarnan en los cuerpos de las personas defensoras y que empiezan a gritar atención a través del dolor de cabeza, las parálisis, la diabetes, el cáncer, etc., o que también se expresan desde la voz del círculo de seres queridos que ya reprochan la falta de atención o el miedo continuo por lo que pueda suceder. Este panorama deja claro que se puede hacer peligrar la sostenibilidad de los movimientos al desgastar a sus miembros. Por el contrario, desde la otra cara de la moneda, dedicar esfuerzos al autocuidado potencia el poder de las personas defensoras, el aporte que generan con sus luchas y también implica hacer los derechos humanos válidos en primera persona (Burgos et al., 2014; Hernández y Tello, 2013).

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