140 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 En ese mismo camino, Marien Ngouabi, en República del Congo, manifestó su deseo de guiar a dicha República a través de los preceptos marxistas-leninistas. Por su parte, Siad Barré en Somalia, en 1969, acrecentó cercanía con la Unión Soviética, aunque años después, en 1977, en la guerra por Ogaden contra la Etiopía del Derg de Haile Mariam Mengitsu, abandonó las ideas marxistas por sentirse traicionado por la URSS, al apoyar ésta a Mengitsu en el mencionado conflicto. De la misma manera, ya en los años setenta, Angola y Mozambique, junto con Etiopía en los ochenta, así como algunos otros casos menos emblemáticos, constituyen los más estudiados de la izquierda en África.8 En ese contexto, de luchas por independencia, golpes de Estado, revoluciones y tensiones internas, el Alto Volta inicia su vida como país independiente, formando parte de las Naciones Unidas, aunque francamente disminuido en su desempeño económico y social por la Francia colonial. El devenir histórico de Alto Volta, desde los años sesenta hasta los ochenta, fue un vaivén de gobiernos, breves caudillos, golpes de Estado, gobiernos totalitarios y violaciones a derechos civiles y políticos. Guy Martin (1985), Carlo Batá (2011), Giovanni Giacopuzzi (2011), y Juan Sánchez (2013) coinciden en describir la situación del Alto Volta durante este periodo como de alta inestabilidad, con pocas o nulas estructuras gubernamentales y políticas extraccionistas que dieron como resultado una pobreza endémica de las más graves del mundo. Al inicio de los años ochenta, o sea, al momento de la primera Revolución del Alto Volta,9 se vivía una marcada diferencia entre las clases sociales. Los líderes políticos y la alta burocracia estatal prácticamente copiaban el estilo de vida colonial francés: la corrupción, malversación de fondos, nepotismo, y figuras similares, se originaban en perjuicio de la sociedad voltaica, cuya población ascendía a poco más de 7 millones de habitantes. La falta de estructuras se veía representada en 8 Se excluyen a propósito casos como el de Nelson Mandela pues su lucha, si bien incluía derechos humanos, y mantenía cercanía con Fidel Castro y el internacionalismo cubano, no se guiaba a partir de programas socialistas en ninguna de sus vertientes o manifestaciones ideológicas. 9 A finales de octubre de 2014, a través de protestas y revueltas populares, es derrocado Blaise Comparoé, quien se exilia en Costa de Marfil; este fenómeno fue considerado una segunda Revolución Burkinabe, es decir, la primera sería la orquestada por Thomas Sankara en los años ochenta y, la segunda, la de 2014. contar con una cama de hospital por cada mil 200 habitantes o, como señala Batá (2011): “en el país solo hay 4 hospitales y 117 médicos, la mayoría residentes en las zonas urbanas y en la capital. Uno de cada cinco niños muere antes de haber cumplido un año y quien sobrevive tiene delante de sí una expectativa de vida de 44 años” (Bata, 2011: 32). En situación similar se encontraba la tasa de alfabetización, el 92% de la población no sabía leer ni escribir, y sólo 16% asistía a la escuela. De igual forma, se hacían presentes la hambruna, las sequias, la escasez de alimento, y epidemias como el paludismo y la polio. Por otra parte, fenómenos sociales como la poligamia y la violencia contra la mujer eran vistos con plena normalidad y naturalidad. Valdría la pena señalar algunas cifras económicas e indicadores de desarrollo de principios de los años ochenta, los cuales son tomados a partir de lo elaborado por pathfinder press (2013): el ingreso medio anual en 1981 equivalía a 150 dólares, su moneda nacional oscilaba en valor de un dólar por 500 francos centroafricanos, con un presupuesto nacional de 58 mil millones de francos centroafricanos, y siendo sus principales bienes producidos y exportados el algodón, cueros y pieles, nuez de karite y, en menor medida, el oro. En cuanto a datos macroeconómicos, durante 1977 y 1982, el PIB oscilaba entre mil 748 y mil 754 mil millones de dólares,10 mientras países como Etiopía, en el mismo periodo se superaban los 7 mil millones de dólares y en Ghana los 4 mil. En medio de este escenario, por demás complicado y desolador, aparece la figura de Thomas Sankara, quien en años posteriores no sólo iniciaría una trasformación social y política en el Alto Volta, sino que impregnaría, de manera corta pero efectiva, a otros países de la tierra de un discurso reivindicador y una praxis ecléctica entre lo progresista y lo religioso, entre lo místico y lo mundano. Señala Giacopuzzi (2011) que: “Contra todo ese panorama aterrador se rebeló Thomas Sankara. Durante cuatro años, desde 1983 hasta 1987, fue presidente de Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo. Y lo hizo desde una humanidad sin precedentes. Fue un militar que repudiaba la guerra, un hombre que consideraba la liberación de la mujer como paso ineludible para cualquier revolución” (Giacopuzzi, 2011: 7). 10 Elaborado con datos obtenidos de https://datos.bancomundial.org/pais/burkina-faso
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