136 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 A manera de introducción Durante el año de 1983, diversos fenómenos confluyen en el mundo: EUA bajo el mandato de Ronald Reagan, califica a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como “el imperio del mal”; Margaret Thatcher en Gran Bretaña consigue reelegirse, continuando con las prácticas neoliberales que después anunciarían el probable desmantelamiento del Estado de Bienestar. No obstante, ese tercer año de la década de los ochenta también celebraría el fin de la dictadura en Argentina, la independencia de Brunei y, cabe señalarlo, el estreno de las películas Scarface y El regreso del Jedi. Sin embargo, 1983 representa también uno de los capítulos más importantes, y menos estudiados de los procesos revolucionarios en el mundo, en este caso particular, de África, específicamente del Alto Volta, que a partir de 1984 sería conocido como Burkina Faso. Parecería que África y sus diferentes regiones son temas totalmente ajenos y lejanos a Latinoamérica, particularmente a México, probablemente la dificultad para encontrar información en español o la indiferencia de la academia respecto de los temas africanos dan como resultado poca investigación y producción académica sobre esa región. No obstante, una de las particularidades que llegan a fascinar al lector de los temas políticos, históricos y sociales del África es precisamente lo presuntamente novedoso y al mismo tiempo la familiaridad con que el latinoamericano puede abordar procesos que parecen totalmente ajenos a nuestra realidad. Resulta interesante y fructífero conocer y divulgar información respecto de la vida política y social africana pues sorprende la reproducción de fenómenos, así como el bagaje cultural que se obtiene del estudio de la construcción de sus Estados modernos.2 Desde una perspectiva histórica y libertaria, las independencias de los países de África y sus revoluciones (así como las de cualquier parte del mundo) llevan implícita la búsqueda de creación, modificación o reconocimiento de formas de relaciones humanas, así como de la administración de ellas, en otras palabras, de derechos. Desde esa perspectiva, los derechos humanos, cuya base es la Declaración de 1948, son el punto de partida de toda revolución ya que sin ellos carecería de legitimación, fondo y forma, cualquier lucha más o menos estructurada, más aún si proviene de grupos con base social o progresista, incluso de aquellos cercanos al marxismo o al leninismo.3 2 La historia moderna de África, es decir, de los años sesenta hasta aproximadamente el año 2000, estuvo marcada por guerras de independencia y revoluciones de carácter socialista. Fenómenos que luego se tipifican como crímenes, como el caso de los niños soldados en el centro de África; el empleo de mercenarios en zonas con grandes yacimientos de minerales; o las mutilaciones en masa en aldeas de Sierra Leona, Liberia y República Democrática del Congo, dan cuenta del uso sistemático de las violaciones graves a derechos humanos. Desgraciadamente, desde la fenomenología, estos tipos se reproducen constantemente en México, basta ver el uso de niños en actividades delictivas, como el asesinato o la aplicación de castigos entre grupos del crimen organizado que ha escalado a mutilaciones y vejaciones cada día más graves. 3 Las ideas marxistas y leninistas, al favorecer la colectividad sobre el individualismo, entienden los derechos humanos a partir de la rectoría del Estado y bajo un contexto
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3