Derechos Humanos / Anuario Edición 2019

110 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 Estas vidas son irrealizables, pues su realización está en función de que puedan vivir una vida con todos los derechos que ello conlleva, pero esto no puede ser así porque su existencia es negada a priori. No obstante, las personas buscan formas de mantenerse, de reconocimiento, de tener estrategias, de contrarrestar la violencia de la que son objeto y mantenerse con vida; por ello deben ser negadas una y otra vez. Estas vidas no son lloradas, no existe un duelo social, pues nunca han sido, nunca se han podido realizar, y deben ser eliminadas desde el momento que intentan vivir o sobrevivir en el mundo, así “la violencia se renueva frente al carácter aparentemente inagotable de su objeto. La desrealización del ‘Otro’ quiere decir que no está ni vivo ni muerto, sino en una interminable condición de espectro” (Butler, 2006: 60). Estas vidas espectro no pueden ser humanizadas, no concuerdan con el marco dominante de lo que significa “ser humano”, así, la violencia física se vuelve portadora del mensaje de deshumanización que opera culturalmente. Pero no sólo eso, la deshumanización opera desde el momento que se es diferente, desde el momento en que no se encaja con el modelo dominante de lo humano y de aquellos que ostentan dicho modelo. De ahí que deshumanizar o considerar humano a una persona, no sólo depende de su adscripción genérica, sino de su clase social, pertenencia étnica, preferencia sexual, etcétera, creándose así una jerarquía social, lo que lleva a que algunas personas sean más humanas que otras. Aunque la Organización de las Naciones Unidas declare que los derechos humanos son inherentes a todas las personas, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición (ONU, 2014), pareciera imposible que no se violenten los derechos de las personas cuando sobre la base de dicha declaración está operando una definición hegemónica de humanidad, dentro de un régimen de diferenciación que genera desigualdades y exclusiones que no permiten que se humanice a ciertos grupos sociales. Entonces, si algunas personas pierden su estatus de humano, ¿cómo podemos hacer valer sus derechos?, ¿cómo podemos disminuir la violencia hacia estos grupos?, cuando “la deshumanización se vuelve la condición para la producción de lo humano hasta el punto de que una civilización ‘occidental’ se considera por encima y enfrentada a una población entendida, por definición, como ilegítima, si es que no dudosamente humana” (Butler, 2006:123). Por lo tanto, vale la pena hacernos la pregunta: ¿qué es lo que consideramos humano?, pues si la definición de la Declaración Universal de los Derechos Humanos da por hecho una serie de normas que deben ser cumplidas por los individuos, si no son vistos como poco menos que monstruos que hay que eliminar. Entonces ¿qué definición de humanidad opera en esta Declaración? Y, sobre todo, ¿para quiénes fueron creados los derechos humanos? Pues las vidas irrealizables, como las de las personas trans, se encuentran como espectros que están ahí, pero no son tomados en cuenta, no se habla de ellos, son constantemente negados desde el Estado y la sociedad.

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