102 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2019 Las personas trans y el espacio público El presente texto es una reflexión sobre cómo ciertas conductas sexuales son criminalizadas en el espacio público provocando que las personas sean detenidas arbitrariamente por no cumplir con las normas de género. En particular me interesa profundizar en cómo las personas trans2 son detenidas arbitrariamente por los cuerpos de seguridad pública en los tres niveles del gobierno: federal, estatal y municipal, porque representan una amenaza para la sociedad al mostrar conductas que se consideran “desviadas”, “fuera de la norma”, “enfermas” y “contrarias a la moral de la sociedad e instituciones heteronormativas”. La heteronormatividad subyace a todas las instituciones sociales y, por ende, a las gubernamentales, pues sólo reconocer a los hombres y las mujeres como ciudadanos, negando la posibilidad de que otras identidades se expresen, es una tendencia a la universalidad de que las relaciones humanas, la sociedad y sus instituciones están ordenadas mediante la heterosexualidad que se vuelve norma (Wittig, 2006). Por ejemplo, hasta hace poco el matrimonio entre personas del mismo sexo era inconcebible, en la actualidad hay estados3 que reconocen este derecho, aunque queda mucho por hacer para que se reconozcan otros derechos como la adopción de infantes o el reconocimiento ante el Seguro Social. El Estado, representado en instituciones, construye leyes basadas en la heteronormatividad excluyendo a todas aquellas personas que tienen una expresión de género distinta o salen de las normas de género. 2 El prefijo trans significa ir “al otro lado” o “a través de” (Rae, 2014). En este sentido cuando hablamos de cuestiones de género, este prefijo se refiere a alguien que transita dentro del sistema sexo/género (Lamas, 2012). Normalmente engloba a las personas transexuales, travestis y transgénero, sin embargo, opto por tener una visión más amplia dejando de lado categorías que han sido impuestas o reapropiadas por los discursos médicos que patologizan la sexualidad. En concordancia, las personas trans son aquellas que viven una experiencia de tránsito entre las fronteras de los cuerpos sexuados produciendo una variedad de formas de vivir el sexo/género alejado de un modelo médico patologizante (Domínguez, 2012; Garosi, 2012; Pons y Garosi, 2016). En este texto me refiero por mujeres trans a las personas que nacen con genitalidad masculina, pero se identifican como mujeres, y por hombres trans a quienes nacen con genitalidad femenina, si bien se identifican como hombres. 3 Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tamaulipas, Zacatecas. Dichas leyes se llevan a la práctica en el espacio público pues no se permiten conductas sexuales contrarias a las heterosexuales, muestra de ello son las expresiones de odio hacia la comunidad LGBTI,4 como golpes, gritos peyorativos o simples miradas de acoso. El espacio público, para los fines del presente texto, se entiende como una construcción sociocultural y política de uso común, que puede ser un punto de encuentro, pero también de disputa y relaciones de poder (Guerrero y Meneses, 2018). En el caso de las personas trans, se disputan la calle al ser discriminadxs y criminalizadxs5 por las fuerzas de seguridad pública al expresar su identidad sexo/genérica; pues no sólo cuestionan la heterosexualidad obligatoria sino ponen en el centro de la discusión la naturalización de los cuerpos con género6 desestabilizando la matriz heterosexual7 que los sujeta, los limita y los condiciona. De ahí la necesidad de entender el cuerpo como una construcción donde convergen distintos dispositivos biopolíticos8 que condicionan y posibilitan la subjetividad y la mirada del otro; es un juego donde se lucha por los significados que dan sentido a nuestra existencia dentro de un mundo que nos impone reglas y normas. Uno de los ámbitos más normados de la vida social es la sexualidad que clasifica, por medio de distintas disciplinas –psicología, psiquiatría, medicina, etcétera–, las conductas sexuales normales y anormales. Se conforma un sistema jerárquico que diferencia cada práctica sexual en un espectro de lo moralmente correcto e incorrecto, es decir, las 4 Comunidad lésbico, gay, bisexual, trans e intersexual. 5 En el presente texto utilizo la “x” para referirme a las distintas identidades que se encuentran dentro del concepto trans. 6 Utilizo “género” porque para Butler (1991) el sexo no precede al género, ambos son construidos de manera discursiva y performativa por medio de la repetición de actos que dan forma a una esencia, a una forma natural de ser. 7 Judith Butler conceptualiza como matriz heterosexual “la rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan los cuerpos, géneros y deseos” [para] “caracterizar un modelo discursivo/epistémico hegemónico de inteligibilidad de género, el cual supone que para que los cuerpos sean coherentes y tengan sentido debe haber un sexo estable expresado mediante un género estable (masculino expresa hombre, femenino expresa mujer) que se define históricamente y por oposición mediante la práctica obligatoria de la heterosexualidad” (Butler, 1991:38). 8 Foucault define la biopolítica como el ejercicio de poder y control sobre los cuerpos de los sujetos para hacerlos útiles y obedientes, donde ya no se tiene que ejercer un control por medio del castigo, sino por medio de la vigilancia y la interiorización de las estructuras de poder (Foucault, 2009).
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