Derechos Humanos / Anuario Edición 2018

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 21 de cambio de estructuras, y en su historia dejan un reguero de 200 mil muertos y una verborrea revolucionaria que oculta una realidad de narcotráfico. Por ello, hay que intentar trabajar con medios pacíficos, agotarlos, buscar mediadores, hay que intentar exprimir al máximo el limón de los medios pacíficos antes de tomar un arma. Mauro Izazaga: Para finalizar, me gustaría preguntarle algo acerca del pensamiento ellacuriano. Pienso en un texto concreto de Ellacuría, Filosofía, ¿para qué?, donde el autor afirma que la filosofía debe servir para desideologizar los discursos que están ideologizados y que justifican las injusticias de la realidad. El P. Ellacuría fue rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas en El Salvador, él tuvo una función muy activa en el proceso de pacificación de la guerra civil de El Salvador. Él fue el defensor de una tercera fuerza, un puente de diálogo, una tercera fuerza que pudo usar —en el mejor sentido— la universidad, es decir, estoy hablando de la función social que tiene la universidad, más específicamente la universidad jesuita, para su contexto. ¿Qué importancia da usted a la función social de las universidades jesuitas? ¿Cuál sería este compromiso de la universidad para su propia realidad? José Sols: En esto soy muy ellacuriano, soy discípulo de Ellacuría y, siguiendo la estela de su pensamiento, creo que toda universidad ha de trabajar por analizar a fondo la realidad histórica con todas sus disciplinas y ciencias, y ha de contribuir “universitariamente”, como solía decir él, a los procesos de transformación de la realidad. Esto supone que hay unos valores previos, porque si transformamos la realidad es porque hacemos una valoración negativa de ella, lo que significa que hay unos valores que nos parece que son positivos y que vemos que no son respetados en la realidad, y consideramos que deberíamos implantarlos y transformar esa realidad. Cuando transformamos la realidad, de algún modo la violentamos, porque queremos que deje de ser como es y pase a ser como debería ser, una realidad más justa, más humana, más respetuosa de los derechos humanos: como diría el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, ejecutado por los nazis, hay que pasar de la realidad inauténtica (lo que vemos en nuestro presente histórico) a la realidad auténtica (lo que en el fondo somos, aunque no lo veamos). Por tanto, hay unos valores preconcebidos ante eso. Todo esto lo debería trabajar cualquier universidad, pública o privada, laica o confesional. Ahora bien, la universidad jesuita está en el interior de una tradición muy concreta, de inspiración cristiana, o directamente de titularidad católica, según los casos. Su humanismo cristiano, que tiene como referente a Jesús de Nazaret, promueve valores más radicales, por lo que esa universidad jesuita no se contenta solamente con el análisis de las estructuras, sino que también entra en el orden de lo espiritual, de la conversión personal, y en otras dimensiones de la transformación social. Una universidad jesuita ha de destacar en ese análisis de la realidad y en ese intento de contribuir a su transformación, pero no se ha

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