Derechos Humanos / Anuario Edición 2018

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 195 Estoy hablando entonces del desafío que me impone la otredad, desde su voz propia, en cualquier forma que se me aparezca, de descentrar mi escucha y visón, o sea, de entrar, respecto a mi propia herencia cultural, en desobediencia epistémica. 3. “La imaginación al poder” La insumisión al “principio de realidad” como horizonte impuesto de un solo orden supuestamente posible de realidad —el que conviene a los intereses dominantes— y coartada de todas las cobardías. La resistencia creativa al tina de la dictadura capitalista (There Is No Alternative) y de cualquier otra dictadura. Es importante añadir que aquella insumisión no se manifiesta simplemente en virtud o al nombre de un “principio de placer” ciego, individual e inmediato, sino en virtud y al nombre de la potencia, tanto individual como colectiva, de invención. Reconciliar la instancia del sueño con la de la realidad, como decían los Surrealistas, o, mejor dicho, asumir su puesta en crisis mutua. Aprender a cambiar de enfoque, a salir del marco fijo que está limitando nuestro campo de percepción, de conciencia, de acción. La convicción que el mundo, en cada instante, es por re–pensar, por re–hacer, sin excluir ninguna posibilidad. Escribe André Breton: “La actitud realista, inspirada por el positivismo, de San Thomas a Anatole France, me parece hostil a cualquier avance intelectual y moral. Me da horror, porque está hecha de mediocridad, de odio, y de vil arrogancia. […]. No deja de fortalecerse en los diarios y pone en jaque a la ciencia y al arte, aplicándose a satisfacer la opinión en sus gustos más bajos”. Escribe René Char: “Obedeced a sus puercos que existen. Yo me someto a mis dioses que no existen.” Y: “A cada derrumbe de las pruebas, el poeta hace eco por una salva de futuro.” Y: “La realidad sin la energía dislocante de la poesía, ¿qué es?”. Estamos hablando de la potencia del deseo y de la utopía, como transformadores de realidades, y de la postura radicalmente antiexclusiva y antitotalitaria que implican, si los reivindicamos y les ponemos en acción no solamente para uno mismo, sino para un nosotros. Dicen nuestros hermanos zapatistas: “Queremos construir un mundo en él que quepan todos los mundos”. 4. La dimensión lúdica, festiva y erótica como dimensión fundamental de la existencia La parte de lo inútil, del “gasto improductivo” del que habla Georges Bataille, del jugar para nada, de la fantasía, del humor, de la risa, que marca la experiencia de existir como creación y re–creación permanente. Nuestra movilización empezó como un gran juego insolente, en el que se integraban nuestras primeras aventuras amorosas. Aquella insolencia, por cierto, era el privilegio de algunos hijos de clase mediana o pequeña burguesa, que no sufrían la preocupación de encontrar un lugar en el mercado laboral. Pero este hecho no basta para descalificar el principio de aquella dinámica, que es un principio de vida. Escribió Raúl Vaneigem: “El compromiso para la vida es un compromiso político. No queremos un mundo, en el que la garantía de no morir de hambre se paga por el riesgo de morir de aburrimiento. El hombre de la sobrevivencia, es el hombre atomizado en los mecanismos del poder jerarquizado, en una combinación de interferencias, en un caos de técnicas opresivas, que solo espera para ordenarse la paciente programación de los pensadores programados”. Los años, incluso los más difíciles, de mi existencia, nunca me hicieron perder la convicción que vivir no se puede reducir a sobrevivir, que uno solo vive en el presente, y que dicho presente solamente nos está dado en modo de sorpresa, de regalo desafiando toda expectativa; y que lo único que exige de nosotros, es que sepamos acogerlo. Escribe René Char: “Nunca estaremos suficientemente atentos a las actitudes, a la crueldad, a las convulsiones, a las invenciones, a las heridas, a los juegos de aquel niño viviendo a nuestro lado con sus tres manos, y que se llama el presente”. Ahora bien, esta atención, aceptación y acogida al presente, esta capacidad de jugar con él, de reencontrar su propia infancia en su rostro, pueden y deben, paradójicamente, ser objeto de un trabajo. Es tal lógica de un trabajo del juego, a la que he dedicado en el curso del tiempo, con la impulsión de un cierto tipo de práctica artística, la mayor parte de mi energía; es la que sigue sosteniendo mis compromisos más “serios” hasta la fecha, en el contexto, bastante más desesperante hoy que hace 50 años. Y, sí, es una opción política.

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